La experiencia de un sanfrancisqueño: viajar, conocer y trabajar
«Viajar te abre la cabeza», la frase se repite en cada persona que tuvo la oportunidad de viajar y trabajar en el exterior y luego aprovechó esas ganancias para recorrer diferentes lugares del mundo. Normalmente los meses de trabajo sirven para vivir y ahorrar lo suficiente para la posterior recorrida, algunos deciden trabajar primero y viajar después, otros intercalan la experiencia laboral con las semanas de esparcimiento.
DSF se contactó con Agustín Rossetti, sanfrancisqueño y recientemente egresado como médico cirujano, quien actualmente se encuentra en Dinamarca con una visa Working-Holiday, la cual le permite residir en el país por un año y trabajar legalmente durante 9 de esos 12 meses. Es un programa especial que Argentina tiene con ciertos países como los históricos Australia y Nueva Zelanda; los más recientes como Francia, Irlanda y Dinamarca; y el recién salido del horno Noruega. Hay que recordar la diferencia con la visa de turista para cualquier país europeo (que como argentinos no necesitamos hacer ningún trámite previo) con la cual sólo podemos estar 90 días y, obviamente, no podemos trabajar. O por lo menos eso dice la teoría.
Encuentro en Barcelona junto a amigas oriundas de nuestra ciudad
La idea de este joven de 24 años con respecto a este viaje es vivir y trabajar en Dinamarca, ahorrar algo de dinero y después usar la misma para viajar. Cuando nos comunicamos nos contó que lleva alrededor de un mes y medio instalado en el país vikingo llevando una vida medianamente estable mientras buscaba algún trabajo. ¡Pero acaba de encontrar uno! Arranca mañana Lunes, así que podría decirse que terminó el prólogo y está el primer capítulo de esta experiencia.
«Para mi viajar es mucho más amplio que sacar un ticket de colectivo o avión a un lugar lejano (o cercano), bajarme de ese medio de transporte y cargar mi abultado equipaje hasta el hotel, llevar un sombrero de paja y la cámara colgada al cuello y volver al cabo de 7 días recordando más la carta del restaurante en el que desayualmorcené todos los días que el nombre de ese lugar». También nos agrega, «para mi viajar es conocer, es aprender, es hacer tu vida cada vez un poquito más interesante. Es una gran aventura en la que trato de recolectar momentos y encontrar gente que hasta ese momento pasaban desapercibidas viviendo su cotidianeidad y de golpe transforman la tuya con solo tocarla». Contacto que puede ser desde efímero hasta permanente.
Agustín junto a Agustina, también sanfrancisqueña que reside en Barcelona
Hizo su primer viaje de este estilo hace unos 4 años en el que recorrió con unos amigos y durante algunos meses varios países de América del Sur, sin saber lo que le esperaba. Sólo cargó su mochila y olvidó sus prejuicios, y su cabeza literalmente explotó. Fue una eclosión, como probar una droga mágica, que lo inundó de endorfinas y que lo hizo imposible dejar. A partir de ese momento, cada verano, cada feriado puente, cada día libre, expresa «volví a armar mi mochila y salí. Volví a visitar países sudamericanos como también recorrí las sierras de Córdoba. Pero viajes exactamente como éste en el que hoy me encuentro no he hecho ninguno antes. Éste es completamente diferente. La idea fundacional es desconocer el factor “retorno a Argentina”. Esto no necesariamente implica largos años de duración, es más bien una cuestión de desestructura, de libertad, de no tener que ajustar mis pasos a una fecha y de dejarme llevar por el viaje mismo».
Decidió aplicar para éste viaje una visa working-holiday en Dinamarca con la idea de vivir allí unos meses y trabajar, para poder ahorrar en una moneda más fuerte y estable que el peso argentino, y luego usar esos ahorros en conocer y descubrir. Era más bien un medio para un preciado fin. Pero, como ocurre siempre en los viajes, los planes se desarman para volverse a armar sobre la marcha y así Dinamarca se convirtió en una interesante atracción, en la que aprende mucho de vivir en una sociedad tan distinta a la nuestra. Intenta penetrar en la cultura danesa y sacarle jugo, tomar contacto con la gente local y ver todo aquello que sus ojos le permitan. Así es que está disfrutando tanto de la trama como del desenlace, y Dinamarca ya no es más el medio para el fin.
Aquí en Copenhague
«Literalmente, la decisión de hacer este viaje la tomé en el preciso momento que llegué a Córdoba después de mi viaje inicial hace 4 años. Si bien la experiencia había sido asombrosa, me quedé con ganas de más, quería salir sin saber la fecha de regreso… En ese momento me encontraba estudiando medicina en la universidad, y como quería evitar ciertos disgustos hogareños, concluí que el momento indicado para hacerlo era en esa transición que hay entre el día en el que te entregan el título y el día en que lo colgas en tu consultorio. Y aquí estoy».
Previo a su llegada a Dinamarca recorrió unos 15 días España, entre Madrid, Barcelona, y algunos pueblitos costeros de Cataluña. Fueron una especie de vacaciones, de ambientación. Hasta tuvo la posibilidad de reencontrarse con sanfrancisqueñas que residen temporalmente en ese país. Luego pernoctó unos días en Copenhague, quizás ya abusando un poco de la necesidad de ambientarse, y finalmente llegó a su base, donde tenía pensado instalarse un tiempo. «Estoy viviendo en un pequeño pueblito de 1800 habitantes llamado Sønder Omme, en medio de Jutlandia, la porción peninsular de Dinamarca, y desde aquí tuve la oportunidad de conocer gracias a amistades locales, tanto grandes como pequeñas ciudades desde el Mar del Norte en la costa oeste hasta la Bahía de Cattegat en costa este. Aarhus, Aalborg, Esbjerg y Horsens son solo unos ejemplos».
Agustín y «Fefe» en Madrid
La pregunta más difícil que le realizamos es qué ciudades piensa recorrer. «Se me hace imposible responderla porque justamente desconocer este factor es parte de la idea en la que se basa mi viaje. Pero puedo acercarme a la respuesta diciendo que, estando en Europa donde los países son pequeños y las distancias son fáciles de alcanzar, pienso recorrer la mayor parte de este continente. Me interesa particularmente escandinavia, con Suecia, Noruega e Islandia; y también algunos países de Europa del Este de los cuales en general conocemos muy poco. Pero como dije, estando acá y teniendo todo a mano, no me gustaría dejar de lado los clásicos de Europa Occidental como Alemania, Francia o Italia». Nos aclara, «no estoy viajando solo», hasta ahora lo hace con otro amigo sanfrancisqueño apodado «Fefe». Cuando deje Dinamarca y salga por ahí no sabe si lo hará con el, solo, o con alguien más.
Por otro lado siente una particular atracción por Asia, ya que cada vez que se sienta a ver un mapa le cosquillea la panza. Por lo tanto, «habrá que ir viendo cómo se dan las cosas, pero trataré de ir desviando mi rumbo hacia el oriente. La lista puede hacerse interminable».
Los daneses le abren su corazón y disfrutan en los momentos libres
Las experiencias lejos de tus raíces son incontables. «Creo que lo mejor de estar lejos es saber que a cada paso que das te espera algo totalmente nuevo. No tener un camino aprendido en el que sabes de memoria cada semáforo, cada negocio, hace que uno se fije en todo lo que lo rodea y que esté alerta para no perderse nada. Entonces aparecen experiencias nuevas a la vuelta de cada esquina…» Conocer gente y sobre todo tomar contacto con el modo en el que vive esa gente, son las que se llevan el premio de las más enriquecedoras. Por supuesto que le siguen muy de cerca visitar los sitios de importancia histórica y cultural.
En su propia experiencia, «estoy viviendo una vida que puede tildarse de estática, en el que tengo mi departamento, mi trabajo, voy al super semanalmente y charlo con los vecinos, por lo tanto la cotidianeidad aparece nuevamente y dejo de percibir cosas nuevas cada día. Así mismo, se viven muchas otras experiencias igual de ricas que al moverse constantemente no podemos percibir. En mi caso, convivir con daneses me permite conocer su cultura, su idiosincrasia, acercarme a su idioma y conocer su historia». Tiene la suerte de vivir en un pequeño pueblo alejado de la capital y de la contaminación del turismo, donde todos los días tiene contacto con daneses comunes y corrientes, quienes no dudan en abrirle las puertas de su casa y ofrecerle toda la ayuda que puedan darle. Fue una buena forma de demostrar lo equivocado que está el mito de que la gente en esta parte del mundo es cerrada, fría, y no le interesa socializar. Al final, Aldous Huxley tenía razón cuando decía que “viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países”.
Toma de un momento de tradición pura en Dinamarca
«No sé si comparo las ciudades con San Francisco». O por lo menos es algo que no hace voluntariamente y muy a menudo. Pero lo que sí compara siempre son las distintas sociedades con la nuestra. Es inevitable. Es un ejercicio mental en el que el cerebro, cada vez que tiene contacto algo nuevo, lo compara con algo ya existente y rotulado en su disco duro para decir “Ah ok, esto es (o no es) como eso otro”, y así poder dormir tranquilo a la noche. Además es algo que sirve para decir “Bueno, pensándolo bien no estamos tan mal en éste aspecto”, o más bien “¿Cuántas generaciones deberán pasar para que logremos algo parecido a esto?”.
Se le ocurren mil ejemplos «pero para hacer menos tedioso el asunto solo voy a nombrar algunas cosas del país en el que actualmente me encuentro»: Se anima a decir que casi todos están medianamente al tanto de lo cerca de la perfección que están las sociedades escandinavas, y en este caso, a diferencia de la gran mayoría de los preconceptos que tienen antes de viajar, no están tan errados. «Después de casi dos meses de vivir en Dinamarca continúo asombrándome de lo bien que funciona todo, aunque hice un cambio respecto a mi asombro. Al principio era más bien un reacción casi eufórica, al estilo quinceañera en un recital». Era admiración. Luego la razón empezó a ganarle terreno a las emociones a la hora de analizar y juzgar, y hoy cree que los daneses no tienen una cualidad especial, no tienen ningún secreto bien guardado de cómo hacer que las cosas funcionen bien y cómo ser el país más feliz del mundo. Simplemente hacen las cosas como hay que hacerlas. Y punto. «Como argentino no estoy acostumbrado a ver que un auto frene si querés cruzar la calle, a no escuchar un bocinazo en semanas, a que el empleado público se tome una hora y media para solucionarme un problema y no se le canse la cara de tanto sonreír, a ver puestos sin gente trabajando donde uno busca lo que necesita y deja la plata en una alcancía, a que no haya un solo bache en la calle y a tener bici sendas en todas y cada una de las rutas. Cuesta imaginarse estas cosas en Argentina, y creo la principal causa es por la diferente concepción que tenemos de las cosas, sobre todo de las cosas públicas». Obviamente la parte económica es importante, se puede hacer un análisis más profundo, ya que no hay que olvidar que es un país rico, poco poblado y poco extenso. Pero por algo se empieza.
Las amistades y relaciones son cotidianas
Sobre la solventación de este tipo de viajes, Agustín nos comenta: «hice uso de mi título en Argentina durante algunos meses, lo que me permitió juntar el dinero necesario para iniciar el viaje y mantenerme los primeros días. Aunque la idea, como conté anteriormente, es trabajar un tiempo en Dinamarca y así solventar lo que sigue».
Antes de finalizar nuestra comunicación con este sanfrancisqueño, que recorrió durante muchos años el Instituto Pablo VI y luego se trasladó a la capital cordobesa para lograr su gran anhelo de ser médico, ¿qué consejo le dejarías al que todavía no se anima a viajar de esta forma, a viajar por mucho tiempo, o simplemente a viajar?”. «Un consejo para todos y cada uno de aquellas personas que quieren viajar y no se animan a hacerlo es simplemente que den el primer paso y salgan. Afuera de la zona de confort se encuentra la zona de aprendizaje, esa zona mágica que amplía tu visión del mundo y te cambia para siempre. Es una zona desconocida, pero lo es porque todavía no has estado ahí». Además también nos agrega: «la gente que dice que es en ese lugar donde pueden ocurrir cosas graves es justamente la gente que nunca se animó a abandonar su confort. Por lo tanto, se trata de vencer miedos… Miedo al cambio, miedo al qué dirán, miedo al ridículo y a la vergüenza, miedo a fallar. ¿y cómo lo hacemos? Creyendo en uno mismo. Hay que soñar con lo que queremos, ponerle fecha de caducidad a ese sueño y luego trabajar para alcanzarlo. Si no tomamos decisiones, es probable que otros lo hagan por nosotros, por eso tenemos que ganarles de mano».
Y por último deja una reflexión que a más de uno lo hará pensar: «hay que desvalorizar las posesiones materiales, priorizar el tiempo frente al dinero e invertir nuestros recursos en busca de nuevas experiencias. Que al final, como decía Mark Twain, viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente».