Para sus 15, reemplazó la fiesta por un viaje a las Islas Malvinas
Con los ojos llenos de lágrimas, Agustina Lesik (16) recorrió cada centímetro del hangar de la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, en ruta 20. Lo hizo acompañada por el comodoro Pablo Carballo, piloto retirado de la Fuerza Aérea que combatió en Malvinas, además de escritor, y quien ayer ofició de guía para la adolescente cuyo entusiasmo por el conflicto bélico provocó una de los pedidos de regalo de 15 más llamativos.
No soñaba con ir a Disney ni con tener una moto o hacer una fiesta. La joven pidió conocer las islas donde Carballo y sus compañeros combatieron en 1982, y a finales del año pasado pudo pisar el archipiélago junto con sus padres.
“Estando allá sentí paz y felicidad, más estando en el cementerio. Es algo raro sentir felicidad en un cementerio, pero yo estaba ahí con ellos”, explicó Agustina a La Voz en medio del recorrido.
El interés de la joven se despertó entre los 11 y los 12 años, en las sobremesas familiares donde se hablaba de la guerra.
Poco después, un hermano le regaló el libro Dios y los Halcones y a partir del relato de Carballo se sumergió dentro del A4B Skyhawk que el piloto y escritor utilizó. Se adentró tanto en sus relatos que no pudo dejar de vivir esa historia como propia, y encontró en la Fuerza Aérea una pasión.
Notablemente emocionada, ayer conoció a Pablo Carballo, uno de sus ídolos, quien cerca de las 10 de la mañana la recibió con un abrazo, a lo que ella respondió con un regalo traído de su reciente viaje: tierra de las Islas Malvinas.
“Cuando escuché su historia quise conocerla. Nos empezamos a comunicar y llegó hoy (por ayer) el día en el que conocí a esta hija del corazón. Salimos a recorrer la escuela de aviación, la de suboficiales, y a respirar este aire con olor a querosén”, dijo Carballo.
Juntos observaron el mismo avión que el excombatiente utilizó durante la guerra y, ya con el uniforme puesto, Agustina pudo sentarse en la nave y sentir en carne propia sensaciones que había leído en los distintos libros. En el hangar de la Escuela de Suboficiales se encontraban, además del A4B, un Mirage, un Canberra y un Pucará. No dejó ni uno sin testear, e incluso en uno de ellos compartió cabina con Carballo.
Otros excombatientes y personal de la fuerza presenciaron el encuentro, como el suboficial Sergio Moyano, quien ofició de contacto para que pudieran conocerse. También estuvo Pablo Carballo (hijo), que pertenece a artillería y mostró a Agustina un cañón con la misma pasión con la que su padre lo hacía con los aviones. Una amistosa pelea por convencer a la joven sobre qué camino seguir, aunque esa ya es una decisión tomada.
“Cuando termine la secundaria quiero venir a la escuela de aviación militar; entonces quería conocerla, aunque me faltan todavía unos años”, explicó Agustina.
Aunque el combate de 1982 es parte trascendental de su vida, su vocación lo trasciende y vaticina un futuro ligado a la Fuerza Aérea.
Padres orgullosos
Durante el viaje de 15 y el recorrido que Agustina realizó ayer por el predio de ruta 20, sus padres la acompañaron y la observaron maravillados. El padre tomaba imágenes con una cámara, la madre con el celular. Ambos miraban asombrados y sonreían por la experiencia. Con cada persona que se acercaba hablaban de los conocimientos que tiene su hija sobre el combate, de la vocación para llegar a ser algún día parte de la Fuerza Aérea y su pasión.
“En casa siempre se habló de Malvinas, de la forma en la que habían combatido en total desventaja contra Inglaterra, con una inferioridad de equipamiento terrible. Y, sin embargo, con coraje pudieron llevarlo adelante y hacer las hazañas que pondera el mundo”, mencionó Aníbal Lesik, el padre de Agustina, que es piloto del aeroclub de su localidad.
La relación con el aire está en su sangre, y su única hija –tiene tres hermanos varones– parece decidida a llevar más allá el legado.
Desde el lugar en el que viven, Villa Paranacito (Entre Ríos), fueron hacia Bariloche, y desde allí a las islas para cumplirle el sueño.
“El viaje dura una semana, te quedas de sábado a sábado con un vuelo de una aerolínea. Visitamos todos los lugares que ella quería, era nuestra guía”, comentó su madre, Marisel. Agustina hizo de guía durante el viaje. Una biblioteca en su casa repleta de libros sobre las islas le sirvió para conocer todo lo que después viviría en el lugar. Incluso, para poder acercar a sus sobrinos su pasión por el combate de Malvinas, cuenta con cuentos para chicos y con historietas sobre el conflicto.
“Cuando uno ve a jóvenes como ella sabe que se puede morir tranquilo, porque hay relevo. Agustina es la que nos dice que no todo es la pavada”, agregó orgulloso quien dice ya sentirla como una hija.
Pablo Carballo la tomó por los hombros, la miró asombrado y pidió que la observaran, ya que la considera un tesoro.
Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior