A 10 años de la ley, la educación sexual no termina de arrancar
Es importante tener educación sexual para informarse, para saber un poco más, porque en la familia no se habla. En eso coinciden Tomás Roldán, Franco Martínez, Camila Herrera, Tiago Peralta y Malena Andrada, alumnos de quinto año del Ipem 21 Alfonsina Storni, de barrio Liceo Segunda Sección.
A 10 años de la sanción de la ley N° 26.150, Programa Nacional de Educación Sexual Integral, los chicos del Alfonsina Storni dicen que en el colegio abordan esos temas y reconocen que aprenden.
El éxito de la implementación varía de escuela en escuela y, a pesar de que se observan avances en relación a una década atrás, los especialistas aseguran que queda mucho por hacer.
“Las escuelas llevan adelante procesos heterogéneos, con diversos grados de implementación”, sostiene Delia Provinciali, secretaria de Educación de Córdoba. Para la funcionaria, falta fortalecer la educación sexual integral (ESI) como proyecto institucional y convocar a las familias para que participen de este proceso.
En la provincia de Córdoba, entre 2013 y 2015, la capacitación llegó a 35.860 educadores. Y en todo el país se formaron de manera directa 115 mil docentes en los últimos años, y ellos replicaron la experiencia a otros colegas.
“Se hizo mucho, pero lo que falta es todavía mucho más. Las capacitaciones no se traducen inmediatamente en la implementación de la ley en las escuelas. El proceso es muy lento y no es lineal. Si bien hay escuelas con experiencias institucionales sistemáticas y sostenidas, en la mayoría de los casos lo que encontramos son experiencias aisladas y discontinuas producto más del compromiso individual de algunos docentes que de una política institucional”, refiere Facundo Boccardi, coordinador del Programa de Estudios de Género del Centro de Estudios Avanzados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
“El obstáculo principal para la implementación no son las familias ni la comunidad ni mucho menos los estudiantes, sino fundamentalmente las propias dinámicas que rigen a las escuelas y a sus agentes”, agrega.
Para Mariana Dapuez, especialista en psicología educacional y magíster en género y salud sexual, la ley N° 26.150 marcó un antes y un después ya que puso en tensión enfoques tradicionales (el biologicista, que reduce la sexualidad a la genitalidad, y el moralista, que marca un modo “correcto” de vivir la sexualidad) para incorporar un enfoque integral.
Gabriel Femopase, director de la Fundación Sexológica Argentina, asegura, en este sentido, que “el sexo es un valor necesario para entender las identidades y las relaciones para la convivencia de una sociedad más empática”.
Lo interesante, explican los expertos, es que de a poco se fue instalando la idea de que la educación sexual es mucho más que las relaciones sexuales, las enfermedades y los embarazos.
“Es necesario hablar. No sabía que las cuestiones de género o la violencia son parte de la educación sexual. Pensaba que tenía que ver más con el cuerpo del hombre y de la mujer”, dice Malena, estudiante de quinto año.
Su profesora del Ipem 21, Soledad Fantini, explica que en el aula se habla de equidad, de las emociones en la pareja, de la necesidad de dialogar.
Una actividad fue presentar la imagen de un cuchillo a los alumnos y debatir sobre qué les evocaba; luego, mostrar una foto de un hombre violentando a una mujer y, por último, leer una noticia de un femicidio.“Hablamos del machismo y aprendimos cómo tratar a la mujer. Eso está bueno”, dice Tiago, también de quinto año.
Resistencias y negación
Facundo Boccardi explica que en los primeros tiempos hubo resistencia por parte de los docentes. “En muchos casos, no se trataba simplemente de desconocimiento o falta de información, sino de una negación, una voluntad que se empecinaba en no conocer sobre estos temas”, explica.
Dapuez sostiene, además, que los docentes que se oponían se basaban en mitos y prejuicios.
En este punto, Boccardi explica que la sexualidad entendida en sentido amplio –como un entramado histórico, social, corporal y afectivo– pone en juego el posicionamiento personal, las perspectivas morales sobre lo que cada uno considera que está bien o mal.
“Es un trabajo lento. Hay docentes a quienes les cuesta más hablar porque no tienen resuelto el tema desde lo personal”, opina Inés Rittatore, directora del jardín de infantes Gabriela Mistral, de barrio Rosedal.
“Invisibles” o tabúes
La implementación de la ley, en verdad, no cumple 10 años. Si bien fue sancionada en octubre de 2006, recién en mayo de 2008 fueron publicados los lineamientos curriculares de ESI, con la creación del Programa Nacional de Educación Sexual Integral.
En 2009, la Nación comenzó a elaborar material y a capacitar. “Los docentes en ejercicio no contaban con formación en la temática y existía, y aún persiste en cierta medida, una resistencia explícita a trabajar el tema”, dice Boccardi.
“Muchas veces esto se hace mecánica y acríticamente repitiendo concepciones restringidas de la sexualidad”, dice Boccardi. Los temas relativos a la diversidad sexual, en general, no son percibidos como algo pendiente o una dificultad. Son tópicos “invisibles” en la currícula.
De todos modos, hay excepciones. En el Ipem 21, María Espíndola, profesora de Matemática incluye cuestiones de género en los enunciados de los problemas. La directora Kloppembur explica que Espíndola dicta algo así: “Juan y Martín compraron 500 gramos de galletitas para sus hijos…” Entonces, los chicos preguntan: “¿No será Martina?” Ella responde: “Es un matrimonio igualitario”. Y dispara el debate.
Fuente: La Voz del Interior. http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/10-anos-de-la-ley-la-educacion-sexual-no-termina-de-arrancar?cx_level=flujo_1