Policiales

«Si quieren venir que vengan… «

El 2 de abril tropas argentinas habían puesto nuevamente bajo la soberanía nacional a las Islas Malvinas, iniciando lo que por un momento se creyó sería su recuperación definitiva.

Esto y no otra cosa es lo que cree la mayor parte de la multitud reunida ocho días después en la Plaza de Mayo.

Mientras buques y submarinos ingleses se acercaban velozmente a la zona del conflicto, la diplomacia argentina confiaba en la posibilidad de que EE.UU. tomara una posición sino favorable a lo actuado por la Argentina, al menos disuasoria, por su posición mediadora, del ataque británico en puerta.

Por tal motivo, la llegada del Secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, fue esperada con gran expectativa.

Haig venía de Londres y al día siguiente de su arribo, mientras se reúne en la Casa de Gobierno con los representantes del gobierno dictatorial.

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Es decir, la convocatoria preveía que las consignas, los cantitos, el himno y la marcha de San Lorenzo que según la crónicas se entonan varias veces; en fin, que el entusiasmo general fuera apreciado por el Secretario de Estado y lo convenciera de que la política de recuperación de las islas no era un capricho de un dictador latinoamericano sino un sentir unánime.

Grupos de gente, convocados y alentados desde los medios de comunicación, habían empezado a llegar a la plaza en las últimas horas del viernes 9. Desde el amanecer llegan más y más manifestantes. Hacia el mediodía, se estima que 100.000 personas esperan el resultado de esas tratativas.

Galtieri salió al balcón poco después de que concluyeran las reuniones y de que Haig se retire en un helicóptero. Allí pronunciaría la frase que todavía hoy resuena como una de las páginas más trágicas de nuestra historia.

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