Autos voladores y cajeros sin plata
La semana pasada, un grupo de 35 empresarios y 35 políticos argentinos se reunió en el congreso “Disrupción: desafíos de una nueva era”, organizado por RAP (Red de Acción Política, que cuenta con Alan Clutterbuck, un gran Emprendedor Social).
Expositores provenientes de distintos campos y disciplinas abordaron temas interesantísimos, todos relacionados con los cambios trascendentales que nos esperan en el próximo siglo.
Entre otras cosas, las noticias del futuro nos dicen que en unos pocos años la automatización hará desaparecer cientos de puestos de trabajo, que la mayoría de los bebés serán “diseñados” genéticamente y que los avances en biotecnología e inteligencia artificial harán que la frontera entre lo humano y lo mecánico se vuelva indistinguible.
Parece sacado de una novela de ciencia ficción, pero en Silicon Valley y en las universidades del primer mundo todos estos temas se discuten seriamente. Hace poco, por ejemplo, el polifacético Elon Musk, anunció la creación de una nueva compañía, Neuralink, que se propone unir nuestros cerebros a las computadoras por medio de microchips.
Si en algo están de acuerdo los expertos es en que el crecimiento es exponencial. Esto quiere decir que se produce cada vez más rápido y en forma más radical: en los próximos 100 años habrá más cambios que en los últimos 100.000.
Este futuro que deja chiquitos a los Supersónicos produce al mismo tiempo emoción y miedo. Muchos de estos cambios serán cuestionables, pero también inevitables.
En los años 60, cuando nació la idea, también se decía que los cajeros automáticos iban a dejar a mucha gente sin trabajo, y ¿quién se imagina hoy una vida sin cajero automático?
Está bien que a veces no es necesario imaginársela. A veces es la realidad. Para mí lo fue el domingo a la mañana, me la pasé recorriendo más de 14 bancos . Como es costumbre , lo único que obtuve fue la frase “en este momento este cajero no entrega dinero”. Imagine las veces que busque dinero en alguna ciudad pequeña de Córdoba donde hay un solo cajero… trabajo inútil para un Domingo.
Pensé e imaginé de todo y recordé a una escena de una película terrible escrita por Stephen King, La rebelión de las máquinas. Ya el título explica el argumento. En una escena, King hacía un cameo como un hombre que iba al cajero a sacar plata, y este sólo le devolvía la frase “You are an asshole” (Sos un pel***do). Creo que lo único bueno de vivir en esta punta del mundo es que las máquinas ni siquiera parecen bastante inteligentes como para rebelarse.
Supongo que no es necesario decir que las palabras que me salieron en ese momento fueron mucho menos elegantes. No las reproduzco acá porque ya el lector puede imaginárselas, sólo recordando la última vez que se encontró en la misma situación. En un mundo donde el dinero es poder, la falta de dinero (¡que además es nuestro!) nos puede dejar sin comida, sin médico, sin viajar, sin darnos el gusto que nos habíamos prometido.
Parece que en este futuro de los Supersónicos, Argentina todavía vive la época de los Picapiedras.
Me pregunto a qué se debe esta falta de efectivo. Yendo a los datos puros y duros, a lo largo del año 2016, las entidades bancarias registraron ganancias de $67.000 millones (casi un 30% más que el año anterior) lo que incluyó un aumento del 7,7% en los depósitos del sector privado.
En fin, y para no aburrirlos con cifras, hay un grupo de empresas que se dedican a recoger dinero a gran escala y todavía no pueden solucionar la falta de efectivo. ¿Cómo vamos a pensar los argentinos en incorporarnos a un mundo de máquinas y avances biotecnológicos?.
Antes pregunté quién se imagina hoy por hoy su vida sin un cajero automático, y la verdad es que hay muchas personas, en muchos países, que lo hacen. En muchos sectores del mundo industrializado, las operaciones sin efectivo ya son la mayoría. Rondan el 60% en los países que encabezan la lista, que son Singapur, Holanda, Francia, Suecia y Canadá. Y la tendencia no hace más que acentuarse.
Como siempre, además de hacer las cosas mal, estamos atrasados. Para cuando logremos solucionar el problema del efectivo en los cajeros, seguro que los japoneses y los daneses ya estarán haciendo transacciones por medio de microchips cerebrales.
En fin, sepan disculpar el pesimismo de esta nota. La verdad es que fui al cajero y no pude sacar plata. Todo es más caro con tarjeta, y ni siquiera me la aceptan en todas partes. Es verdad, podría ser peor, pero también podría ser mucho mejor. La verdad que, volviendo con los bolsillos vacíos, se me hace difícil soñar con ingeniería genética y autos voladores.
(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Dirección y Realización Televisiva. Buenos Aires Comunicación BAC. www.eduardoreina.com