Lo que dejaron las PASO: Sorpresa si, novedad no …
Después de una jornada maratónica, y de muchos meses de ansiedad, por fin tenemos los resultados de la primera gran instancia electoral de este año. Este resultado, que incuestionablemente favorece a Cambiemos, llega para muchos como una sorpresa. Y sí, puede ser una sorpresa, pero no es ninguna novedad. ¿Qué quiero decir con esto?.
Que si un amigo que lleva veinte años de novio me dice que se va a casar el mes que viene, no es nada inesperado. En cambio, si otro amigo me dice que se va a casar el mes que viene con una mujer que conoció hace dos semanas, eso es una sorpresa y una novedad. Lo de Cambiemos se acerca más al primer ejemplo. Si a alguien lo tomó desprevenido, es porque no venía prestando mucha atención que digamos.
Cambiemos obtuvo la mayoría absoluta de los sufragios en la Capital, que es su distrito de origen, pero también, en forma más sorprendente, en provincias del interior, como Entre Ríos y Corrientes. En San Luis, se hizo con más del 54%; lo que representa el primer revés en treinta y dos años para la dinastía peronista de los Rodriguez Saa.
Lo mismo ocurrió en otras provincias entregadas por años al caudillismo, pero también en otras más grandes, como Córdoba (45%). En Santa Cruz, la provincia de origen del kirchnerismo, que viene afrontando una seria crisis institucional, el gobierno se impuso con más del 46%.
Más disputada fue la pelea en la provincia de Buenos Aires, el distrito más importante del país y aquel que se suele tomar como eje de los análisis electorales. Más aún, en esta oportunidad, dado que la competencia involucraba a la ex presidenta Cristina Kirchner, como cabeza lista de su propio partido, Unión Ciudadana. En esta elección se jugaba su supervivencia política, y muchas encuestas la daban como ganadora. Los resultados parciales la dejan, en cambio, cerca de un empate en el 33% con Esteban Bullrich, representante del gobierno nacional, algo que pone en duda las posibilidades de la ex presidenta de volver a ocupar el poder ejecutivo.
Estos resultados son una sorpresa, es verdad, pero aunque parezca una contradicción, no son algo inesperado. Parece que, en Argentina, el peronismo está acostumbrado a ganar elecciones, y cuando no lo logra es algo que sorprende o que debería sorprendernos. ¿Pero qué otra cosa cabía esperar? El peronismo llegó a estas elecciones disgregado, con líderes incapaces de entusiasmar, y sobre todo con una, la propia Cristina Kirchner, cuyo eventual regreso genera temor en algunos sectores de la sociedad.
El poder del peronismo es político pero no mágico: ya lo demostró en las elecciones presidenciales de 2015. En aquella oportunidad, por primera vez en dos décadas perdió la provincia de Buenos Aires, su tradicional bastión. María Eugenia Vidal, de Cambiemos, quedó convertida en la primera gobernadora en la historia de la provincia, y su imagen no deja de crecer hasta el punto de que opaca a la del propio presidente (el triunfo de Bullrich, de hecho, le pertenece a ella más que al propio candidato).
El populismo en retirada usó de diversas estrategias para conservar el poder que le había sido arrebatado. A eso se refirió Macri, esta madrugada, cuando señaló los “palos en la rueda” que le suele poner la oposición. De hecho, exceptuando a las dictaduras, hace casi noventa años que un gobierno no peronista no logra terminar su mandato (el último fue Alvear en 1928). Ahora, parece que el ciclo está por romperse, porque pese a las amenazas de un kirchnerismo en decadencia, nada parece indicar que el gobierno de Macri vaya a terminar antes de tiempo.
Incluso, este es el rol histórico que Cambiemos se ha asignado, y de ahí que conserve ese nombre que parece más de oposición que de gobierno. Alterar la dinámica de poder es el objetivo de fondo, y así lo ha entendido buena parte de la ciudadanía, que ratificó su apoyo al gobierno pese a que los rigores económicos la siguen golpeando.
También debería entenderlo así el peronismo, para reconfigurarse, de cara al 2019, como un partido moderno comprometido con la gobernabilidad y alejado de la prepotencia y la irresponsabilidad democrática.
Para el kirchnerismo, probablemente, sea demasiado tarde: con los resultados en la mano, no dudan en leer lo ocurrido como una victoria, o a lo sumo, como una artimaña del gobierno. Esta negación de la realidad, que era un defecto cuando eran gobierno, ahora es un elemento autodestructivo. Cristina acaba de perder el principal atractivo que llevó a los intendentes de Buenos Aires a elegirla como candidata, y también la mística de ser “la única capaz de ganarle al PRO”.
El resto del peronismo, cuya base territorial es más que considerable, deberá pensar en cómo hacer para reconstruir su capacidad de seducción sin recurrir a una mística gastada. Porque una vez superada la sorpresa del domingo, van a empezar a darse cuenta de que este resultado no era, para nada, inesperado. Cuanto más se demore esta aceptación, más difícil les será retornar al gran escenario político.
(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Dirección y Realización Televisiva. Buenos Aires Comunicación BAC. www.eduardoreina.com