Morir con las botas puestas
«Murieron con las botas puestas» es una película estadounidense de los años 40, dirigida por Raoul Walsh y protagonizada por Errol Flynn y Olivia de Havilland. Se trata de una representación de la vida del General Custer, que murió junto con la mayoría de su regimiento en una batalla contra los indios sioux, en 1876.
La expresión “morir con las botas puestas” alude a enfrentar un momento riesgoso o final con decisión y valentía. Significa quedarse en el puesto hasta el último momento, sin perder la calma, y mirar de frente a una derrota casi segura.
Parece que es ese el espíritu que guía a Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, que acaba de regresar a su país para hacer frente al referéndum impulsado por su sucesor y antiguo aliado Lenín Moreno. Recordemos que Moreno fue vicepresidente de Correa en su primer mandato y que fue también el candidato elegido por este para sucederlo. Sin embargo, al poco de asumir, Lenín tomó medidas -como el sinceramiento de la situación económica y el impulso de las investigaciones sobre la corrupción en el anterior gobierno- que lo llevaron a enfrentar a su predecesor y también a muchos leales a él, incluyendo a su propio vicepresidente, Jorge Glas.
Correa dejó Ecuador a principios del año pasado, cumpliendo la promesa de trasladarse con su familia a otro país, pero lo hizo con un sabor amargo y la sensación de haber sido “traicionado”. Luego de que Glas, en diciembre, fuera encontrado culpable de corrupción en relación con el caso Odebrecht, Moreno declaró su separación del cargo. Este sábado, la Asamblea Nacional ecuatoriana eligió como su sucesora a María Alejandra Vicuña, una psicóloga guayaquileña de 39 años, feminista y la primera mujer en ejercer este cargo en los últimos 20 años.
Estos últimos hechos pintan un dudoso panorama para las fuerzas correístas en febrero, cuando se celebre el Referéndum que, entre otros puntos, propone modificar la Constitución para aplicar sanciones de mayor dureza a los corruptos. Aunque se muestra confiado en obtener un piso del 30% de los votos. Sin embargo, también sabe que mucha gente está enojada con él; tanto entre los que siempre fueron oposición como en los ex partidarios que ahora se fueron con Moreno o que lo acusan de haberlos abandonado.
Este fenómeno no es nada nuevo. Es lo que ocurre cuando se construyen sistemas personalistas sin formar nuevos cuadros, con la esperanza de que un solo líder pueda perpetuarse en el poder. Hoy Correa debe jugarse todo su capital y su futuro político en una sola mano, asumiendo la responsabilidad y las consecuencias de una posible derrota. Viene a morir con las botas puestas.
Del otro lado está Lenín Moreno, ya que en este Ecuador polarizado parece no haber lugar para una oposición delimitada y con identidad propia. Los referéndums son en sí elecciones polarizantes, en las que sólo se puede elegir entre SÍ o NO, y los opositores, como Lasso, deberán elegir el “mal menor” entre Moreno y Correa, que hasta hace un año representaban a la misma fuerza política.
Para Moreno, un eventual triunfo sería solo el comienzo de los desafíos. Si bien imponerse a Correa le daría el capital político que necesita, lo más importante es para qué va a usarlo. Ecuador está sumido en una profunda crisis, con un déficit fiscal heredado del 6% del PBI y la necesidad de pagar inmediatamente unos 10 mil millones de dólares. Es muy difícil imaginar que, aun de conservar esta racha ganadora, Lenín pueda llevar su gobierno a buen puerto si no presenta para Abril un programa económico inteligente orientado a resolver los problemas reales de la población.
Es la vieja paradoja de la política. Para tomar medidas importantes, se necesita capital político. Pero si un gobierno se enfoca sólo en ganar ese capital, y nunca llega a tomar las medidas necesarias, corre el riesgo de perderlo todo de un momento a otro. Por ahora la gente está con Lenín, comprende que los problemas vienen de una mala gestión anterior y apoya sus medidas contra los corruptos. Este apoyo, sin embargo, puede agotarse muy pronto si la economía no da signos de mejoría