¿Amenza mafiosa? O la impotencia de quedar en evidencia
«Los sindicatos fueron intervenidos por los militares y atacados por Alfonsín y por De la Rúa», recordó ayer, en el programa A dos voces, el líder sindical Luis Barrionuevo. Y, por si quedaba alguna duda de lo que quería decir, remató: «Ellos se fueron antes de sus gobiernos».
Hay que llamar a las cosas por su nombre. La frase de Barrionuevo, pronunciada con tanta soltura y de manera tan pública, es una amenaza mafiosa, apenas un poco más sofisticada que “vas a aparecer en una zanja”. El mensaje es claro: si el gobierno va por los sindicalistas, va a irse antes, pero está disfrazado de consejo, de recomendación amistosa. Evidentemente, el gastronómico maneja muy bien el género.
Barrionuevo había sido invitado al programa para pronunciarse sobre el caso de Marcelo Balcedo, el titular del Soeme envuelto en un escándalo de corrupción y ahora detenido. Eligió defenderlo (o más bien defenderse) de una forma muy curiosa: diciendo que “es periodista, no sindicalista”, en referencia a los medios de comunicación controlados por Balcedo.
También pidió “no generalizar” sobre los sindicalistas, algo más curioso aún ya que enseguida recurrió a la amenaza. Sin embargo, no creo que nadie se haya sorprendido. Está claro que el gobierno se mantiene firme en su decisión de avanzar contra la corrupción en los sindicatos, y frente a estos embates los dirigentes antiguos como Barrionuevo y Moyano responden como un animal acorralado: mordiendo.
Sobre todo, es interesante señalar que Barrionuevo no pretendió argumentar sobre por qué el gobierno no debe intervenir los sindicatos: se limitó a advertirle que no lo haga, porque puede haber consecuencias. Es el signo de una amenaza mafiosa que atenta no contra Cambiemos sino contra toda la sociedad, porque recurre al fantasma poco democrático de que un gobierno elegido por el voto “se vaya antes de tiempo”. Mucho nos costó entender, como país, las calamidades que esto puede traer, pero hay algunos sectores, como el kirchnerismo duro, que todavía lo consideran una opción legítima.
De todas formas, la ecuación detrás de esta actual puja de poder es muy sencilla. El gobierno avanza porque cuenta con el apoyo de la sociedad que lo respaldó con un voto mayoritario, y el sindicalismo retrocede y no sabe cómo hacerle frente porque la sociedad le retiró ese apoyo. Si antes la corrupción era aceptada porque “así son las cosas”, poco a poco vamos entendiendo que es necesario separar la paja del trigo.
Nos merecemos un sindicalismo sobre el que no pese la sospecha inmediata de corrupción. Como es el caso de De Gennaro, que puede gustarte más o menos, pero al que nadie puede acusar de haberse robado ni un caramelo del kiosco. Quiero decir: es hora de que la discusión pase por otro lado, por si los sindicalistas son eficientes o no, si velan por sus representados o no, si hacen bien su trabajo o no (como nos ocurre al resto de los mortales) y no tener que preocuparnos por ver cuánto y cómo se robaron.
Más aún, la sociedad dejó de tolerar precisamente los procedimientos mafiosos que empleaba la dirigencia sindical: aprietes, violencia y amenazas. El sindicalismo está perplejo porque, si no puede usar estos recursos, no sabe cómo hacer frente al gobierno. Cuanto más los usan, más la gente desconfía de ellos, y sin embargo siguen usándolos porque no conocen otra forma de comportarse. Para no salir del lenguaje que él mismo usaría, podemos decir que, con estas amenazas, Luis Barrionuevo y otros se están cavando su propia fosa.