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Sanfrancisqueños por el mundo… Hoy Jorgelina Cravero

Corría el año 2012 y Argentina estaba atravesando un período económico caracterizado por la desaceleración en la tasa de crecimiento y un aumento en la inflación. Fue en ese contexto que Jorgelina Cravero y su marido Matías Marín, (ex tenista universitario y profesional), decidieron emigrar a Estados unidos en busca de nuevas oportunidades, que les permitiera crecer en el ámbito laboral y personal.

Atrás habían quedado sus días de tenista profesional, donde a base de mucho esfuerzo y dedicación había podido consolidar una prestigiosa carrera que incluyeron momentos destacados, como su participación en tres torneos de Grand Slam; Wimbledon, (donde enfrento a la Nº1 Justin Henin), Us Open, Abierto de Australia y participaciones representando al país en la que se destaca la medalla de oro en el panamericano de 2007 en Río de Janeiro.

El destino que originalmente habían elegido estos jóvenes aventureros para volcar todos sus conocimientos sobre el mundo del tenis era el hermoso estado de Florida, pero apenas instalados tuvieron que cambiar sus planes sobre la marcha.


Jorgelina Cravero, ex tenista profesional

“Las cosas resultaron muy malas porque la relación con la gente que nos había contactado no fue la que esperábamos. Por suerte gracias al coach donde Matías jugó a nivel universitario, contactamos a Trent Tucker, dueño de una academia de tenis en Tulsa Oklahoma, y sin vacilar cargamos los bolsos y algunas pertenencias en el auto y emprendimos el viaje. Fue medio loco porque no teníamos ni idea de donde quedaba la ciudad, y tampoco conocíamos al dueño, pero eso no nos detuvo a la hora de tomar la decisión. El recorrido fue bastante agotador. Primero conducimos unas 10 horas hasta Alabama donde paramos unos días de unos amigos para realizar los trámites de la visa y después otras 10 horas más hacia nuestro nuevo hogar”, relató con una cierta nostalgia Jorgelina.

Después de esa odisea tuvieron que esperar más de un mes de unos amigos en Dallas hasta que se resolvieran las cuestiones burocráticas y finalmente estuvieran habilitados para poder ejercer su vocación.

“Fue muy larga y fea la espera. Teníamos mucha incertidumbre y además necesitábamos trabajar porque se nos estaban terminando nuestros ahorros, a tal punto que mi papá nos ayudó a pagar las visas. Fue duro pero valió la pena, porque de a poco y con esfuerzo fuimos progresando. Hoy Mati es el director y el que hace mover todo en la academia y yo tengo mi propio grupo de alumnas. Además pudimos comprar un auto, y nuestra propia casa que disfrutamos junto a nuestros hijos Martina (4) e Ignacio (2) y eso nos llena de satisfacción», aseguró la ex campeona panamericana.


Jorgelina en clases de tenis

Su vida en Oklahoma

Insertarse en el ámbito laboral y social de otro país no es una tarea sencilla. Se necesita tener un alto poder de voluntad, adaptación y flexibilidad para encajar en una nueva realidad. Son justamente estas características las que acompañan el día a día de Jorgelina.

Al principio su tarea dentro de la academia estaba vinculada a dedicarse “full time” a la preparación de atletas para la alta competencia, pero de a poco se fue dando cuenta que su vocación era la de enseñar a los más pequeños. Si bien se sigue capacitando en diferentes cursos y constantemente participa en actividades de la federación, en la actualidad se dedica a formar chicos entre 8 y 13 años, de los cuales los más capacitados son derivados a su marido Matías.

Con respecto a la faceta social la ex tenista, quien llegara a ocupar el puesto 106 en el ranking de la ATP, aseguró que están “bastante solos”, aunque cuentan con un grupo de amigos cercanos, que son “su familia por elección”, a tal punto que sus hijos consideran a las nenas de nuestros amigos como primas.

“Ellos son importantes para sobrellevar los momentos duros, como cuando descubrimos hace unos meses que Martina estaba afectada con diabetes. Convivir con la enfermedad requiere de mucho trabajo e implica un gran desgaste emocional, el cual sólo lo podes entender cuando lo experimentas en carne propia. Por suerte lo agarramos a tiempo y lo estamos manejando bien. En el pasado tuve una alumna con diabetes y esa experiencia me ayudó mucho para estar más preparada. Además verla saludable ayuda un montón”, agregó.

Uno de los obstáculos que tuvo al inicio fue la barrera del idioma. Si bien contaba con una base que le permitió comunicarse en todos los países donde estuvo compitiendo profesionalmente, la adaptación fue más compleja de lo que pensaba.

“Detesto el inglés y los primeros meses me costaron mucho sobre todo porque en esta región se habla muy cerrado. Por suerte la gente de acá nos aprecia mucho y me tuvieron paciencia. Miraba muchas películas subtituladas para acelerar el proceso de adaptación, y además Mati me ayudó mucho con las prácticas. Ahora siento que mejoré mucho aunque sigue sin gustarme”, expresó entre risas la ex tenista.


Jorgelina en la academia

El sostén de la familia

El valor de la familia es un concepto que acompaña cada tramo de la entrevista que Jorgelina Cravero sostuvo gentilmente con DIARIO SAN FRANCISCO. Cada vez que nombra a sus seres queridos, las palabras se llenan de una gran carga emotiva. Es que su círculo íntimo fue fundamental en sus épocas de profesional y lo sigue siendo en su nueva etapa de entrenadora.

“Mi familia siempre fue muy importante. Tengo una infinidad de recuerdos que me vienen a la mente. Desde que me iban a buscar a Ezeiza después de 2 meses de gira, y volvíamos en la parte de atrás del auto repasando con mí hermana las materias para el lunes, papá que me acompañaba a pelotear, mis hermanos que me seguían en viajes y torneos. Además me ayudaron cuando me mude a Buenos Aires. Viví muchas cosas lindas, pero eso también implicó que sacrifique otros aspectos ¡Si escribiera un libro más de uno se sorprendería! Soy muy emocional y sin el apoyo que siempre me brindaron no podría haber hecho nada. Son unos genios y les tengo un respeto absoluto y una admiración pura”, comentó la ex integrante del equipo de Fed Cup de Argentina.

Actualmente sus seres queridos la siguen acompañando de todas las maneras posibles, y eso se ve reflejado cuando Jorgelina asegura que casi todos los días está en contacto. “Hay veces que utilizo el Ipad y me pongo a hacer cosas mientras hablo con mi mamá y siento que la tengo al lado mío tomando unos mates, eso ayuda mucho. Es duro, se extraña y la verdad que daría cualquier cosa por ir más seguido pero no es tan fácil. Por suerte siempre tenemos a alguien que nos viene a visitar y eso nos ayuda a llevar mejor la lejanía. Además no tenemos que olvidarnos que estamos acá por una elección y no porque debíamos o nos obligaron».


Jorgelina con su esposo Matías y sus hijos

La vuelta a los pagos

Cada vez que vuelve a su tierra natal, lo aprovecha al máximo para compartir un momento con las personas que más quiere. Un café con sus familiares, algunas rondas de mates con las amigas (una costumbre que no existe en Estados Unidos), o simplemente salir a dar un paseo por la ciudad, a la que siempre encuentra más moderna y renovada, son parte de algunos de los rituales utilizados para intentar de alguna manera recuperar esas cosas que se fueron perdiendo con el tiempo y la distancia.

“Además de los momentos con mi familia hay otras cosas que extraño. Una de esas es ver un partido de básquet de San Isidro. Otra es bailar. Me acuerdo que me encantaba ir con mis amigas a Bomberos y al boliche ¡Me pasaría horas bailando! Eso acá no lo tengo y menos ahora con 2 chicos”, expresó con una carcajada la mamá de Ignacio y Martina.

Algo que seguramente no extraña de San Francisco es el tránsito y eso queda reflejado cuando asegura que le cuesta mucho adaptarse ya que no se respetan las leyes y señales básicas. “Hay cero orden en el tránsito y poco respeto. Las motos te pasan por cualquier lado y todos van como locos”.


La ex tenista junto a sus hijos

Siguiendo el camino de los papis

La educación de los hijos es una responsabilidad que lleva muchas horas de dedicación, en especial si se vive en el extranjero. En que lengua hablarle a los hijos es uno de los temas más importantes. «Yo personalmente tengo una pareja de amigos que vive en Estados Unidos, tienen un hijo de casi 2 años donde él es argentino y le habla en español, ella es griega y le habla en griego, entre ellos se comunican en italiano y además miran la tv y los dibujitos en inglés. El niño aún no habla y siguen abiertas las apuestas para saber en qué idioma dirá su primera palabra».

En el caso de la ex profesional de tenis femenino, las cosas están bastante más claras: “Martina ya habla perfecto los dos idiomas e Ignacio, el más chiquito, está comenzando. Van a ir a una escuela bilingüe porque para nosotros es impagable que los chicos puedan comunicar y jugar con sus abuelos y primos en el mismo idioma y también con sus amigos de acá”.

Con respecto al futuro de los dos niños, ya existen algunos indicios de que van a emular el trayecto emprendido por sus padres. “Ambos adoran el tenis, les encanta, y quien te dice que ahora nos toque a nosotros apoyarlos y seguirlos de viaje por todos los torneos”, concluyó Jorgelina.

Por Franco Prelazzi – Pasante CUSF