“Alcentro” Fernández y el teorema de Baglini
Como ya se sabe, es el principio que fue enunciado en 1986 por el entonces diputado de la UCR, Raúl Baglini, y más o menos dice: “El grado de responsabilidad de las propuestas de un partido es inversamente proporcional a sus posibilidades de llegar al poder”.
Es decir, que si una determinada fuerza política sabe que apenas arañará un 2% de los votos, puede permitirse hacer propuestas exageradas y delirantes. En cambio, los que se ven como ganadores tienden a hacerse más moderados, y cada vez más según les sonríen las encuestas.
El proceso electoral que aún estamos viviendo en nuestro país estuvo regido en principio por una lógica de moderación. Cristina Kirchner renunció a una posible candidatura presidencial para elegir a un candidato menos extremista, moderado , con más capacidad de crear consenso. Alberto es un presidenciable absolutamente “baglinista”, al punto que en ciertos sectores se lo conoce jocosamente como “Alcentro” Fernández.
El affaire del movimientista Grabois es una muestra muy reciente del peso de Baglini en nuestra realidad política. El presidente del Movimiento de Trabajadores Excluidos apareció en un video proponiendo una reforma agraria al estilo setentista.
El Frente de Todos enseguida se corrió de esas declaraciones, y hasta la propia CFK le pidió más moderación a Grabois. Está claro que quien aspira a gobernar no puede ser incendiario.
El teorema de Baglini, sin embargo, no es perfecto. Ni siquiera las leyes universales están a salvo en un país que nos tiene acostumbrados a vivir continuamente realidades insólitas. En la ciencia matemática, se acepta hoy por hoy que algunos teoremas pueden tener excepciones. ¿Cómo no iba a tenerlas entonces el de Baglini?
Previamente a las PASO, parecía que tanto el principal frente opositor como el oficialismo tenían posibilidades de ganar. Las encuestas les daban números muy cercanos. Ambos seguían el camino de las propuestas responsables.
Después de las PASO, todo cambió. Fernández, ya sintiéndose presidente electo, eligió moderar todavía más el discurso, mientras que la imagen y la intención de voto del gobierno empezaron a desbarrancarse.
Acá está la paradoja. Macri ve escaparse cada día su esperanza de ser reelecto. De acuerdo a Baglini, ahora es cuando debería intensificar sus propuestas, extremar el discurso, y prometer lo incumplible.
Pero Macri no puede hacerlo, por la sencilla razón de que él ya está en el poder. Cualquier propuesta que se le ocurra tendría que llevarla a cabo antes de las elecciones, y no en un hipotético segundo mandato.
La semana pasada, el Wall Street Journal propuso precisamente una de esas medidas: la de dolarizar la economía argentina. Esto, según el diario, haría de Macri “el líder que se atrevió a defender los ahorros de los argentinos”. ¿Podría hacer esto el gobierno? No digamos dolarizar, sino tomar una medida de esa envergadura.
Parece difícil, porque si la medida fuera lo bastante impactante como para revertir la elección, también tendría un efecto potencialmente perjudicial en el segundo mandato. Macri está atrapado en esta paradoja: cuanto más lejos se ve del poder, más parece moderarse en sus propuestas.
Otro tanto pasa en el resto de los distritos. En la provincia de Buenos Aires, Kiciloff, seguro de la victoria, se llama a silencio, mientras que Vidal se ve puesta en la misma inacción que el gobierno nacional, entre los grandes planes para el segundo mandato y las propuestas demagógicas en el corto plazo.
No podemos planear solo para ganar un elección. Hay que reestructurar y explicarles a los electores lo que se piensa hacer en caso de ganar… y no solo lo que se piensa hacer durante los próximos 90 días. Argentina es una fuente inagotable de hechos insólitos, de paradojas y de absurdos. ¿Podremos cambiarlo? Porque así no salimos nunca para adelante.
Nota publicada también en: Perfil.com