La teoría del gato de Schrödinger y la política argentina
Esta semana, Google anunció con bombos y platillos que ha alcanzado la “supremacía cuántica”. Para los legos, quizás no signifique mucho, pero para los entusiastas de la tecnología se trata probablemente la noticia del año.
Lo que Google logró fue crear una computadora cuántica, capaz de resolver en 3 minutos ecuaciones que a las supercomputadoras actuales les llevarían 100 mil años. Y este es solo el primer paso en lo que parece ser la próxima gran revolución digital.
La teoría cuántica queda explicada por la paradoja del gato de Schrödinger, imaginada por el austríaco Erwin Schrödinger (Premio Nobel de Física de 1933). El planteo es muy simple: adentro de una caja, hay un gato y una botella de gas venenoso. Esta botella tiene un 50% de probabilidades de romperse, y el gato, por lo tanto, tiene un 50% de probabilidades de morir.
Lo interesante es que, según la mecánica cuántica, hay en estos casos una superposición de dos estados contradictorios. Si no abrimos la caja para ver qué pasó, entonces la botella estará al mismo tiempo rota e intacta, y el gato estará vivo y muerto a la vez. Hoy me parece que los misterios del mundo cuántico son bastante apropiados para describir la realidad actual en Argentina.
Por acá no tendremos computadoras superpoderosas como las de Google, pero sí tenemos políticos cuánticos, capaces de estar en dos estados a la vez. Tenemos, por ejemplo, un político que es a la vez candidato a presidente y presidente electo. Y otro que es al mismo tiempo candidato a la reelección y presidente saliente.
No casualmente, a este último lo llaman “el gato”. ¿Sería entonces Alberto el veneno? Está claro que sus declaraciones, dedicadas al presidente, tienen un carácter ponzoñoso: habla “una economía paralizada, con un 40% de pobreza y 10% de indigencia”, “una incapacidad de gestión increíble”, y un gobierno que “todos los días puede hacer las cosas peor que las ha hecho”.
Tenemos también una fórmula presidencial que es al mismo tiempo peronista y antiperonista, otra que es kirchnerista pero no tanto. Una Jefa que al mismo tiempo es subordinada. Funcionarios todavía en su cargo que ya están pensando en irse del país. Radicales que son radicales pero que también son otra cosa. Y también tenemos a Massa, que es todas las cosas al mismo tiempo.
Lo más difícil, para los argentinos, es convivir con esta incertidumbre. Estamos todos adentro de la caja de Schrödinger y no sabemos si la botella con veneno estalló o no. La inestabilidad de nuestros políticos también nos quita de puntos de referencia claros.
Como su identidad es cambiante y contradictoria, nunca podemos estar seguros de a quién estamos votando. No hay representación posible si no sabemos exactamente dónde están parados nuestros representantes.
La historia de Schrödinger tiene otras consecuencias. Mientras exista una superposición de estados, es imposible avanzar en una dirección o en otra. Si no sabemos si el gato está vivo o no , podemos teorizar todo lo que queramos, hacer planes y estrategias, pero no nos servirán de nada hasta que estemos seguros. Así que, ¿qué estamos esperando para abrir la caja o las urnas y ver si el dichoso gato está vivo o fue historia?
Nota publicada también en: Perfil.com