Todos quieren su 17 de Octubre: ¿Qué tenemos para festejar?
Mientras se acerca momento a momento el traspaso de mando, los dos presidentes preparan sus festejos. El presidente en funciones está organizando su despedida mientras el presidente electo piensa en la fiesta de bienvenida.
Uno quiere quedar grabado en el inconsciente de la gente como líder de la oposición, el otro quiere empezar su mandato como protagonista de un gobierno que sabe que no le pertenece del todo, aunque lo haya obtenido legítimamente.
Ambos quieren dejar marcado este momento y darle un significado propio. Las fiestas, como sabemos, no son solamente oportunidades para divertirse y celebrar; también son eventos con un profundo componente social y antropológico. Incluso político.
Las fiestas sirven como expresión de una pertenencia y simbolizan los intereses y tradiciones de un grupo social o de una nación. No son algo que se pueda tomar a la ligera. El peronismo, una vez más, entendió mejor que ningún otro movimiento político en Argentina la importancia de los festejos populares. Hoy Juntos por el Cambio, que busca afianzarse como segunda fuerza política, quiere también tomar un poco de ese capital simbólico.
Los dos festejos también son el testimonio de un país agrietado: quienes vayan a uno, no estarán en el otro. Cada quién tiene distintas cosas que festejar.
¿Pero qué cosas? Vayamos por partes. Si el Frente de Todos tiene el indiscutible motivo de alegría de haber ganado las elecciones, Juntos por el Cambio puede celebrar que la derrota no haya sido aplastante. Macri se hizo con el 40,38%, de los votos, un total de 10.470.607 sufragios. Fue una remontada importante con respecto a las PASO, y que se puede atribuir a un cambio radical en el tono de la campaña: reconoció errores, y sus partidarios redoblaron los esfuerzos para no perder en sus distritos.
Así, lograron conservar su base en CABA, Córdoba, Entre Ríos y Mendoza. La gran coalición del Pro, la UCR, ciertos sectores del peronismo y los lilitos de la Coalición Cívica deberá ser ahora replanteada y abierta. Ya se escuchan voces para sostener la estructura. Peña se aparta, lo que puede servir para sumar voluntades, pero apaga la claridad de Macri para perpetuarse como líder.
La mesa chica va rumbo a poner a Dietrich con la suma de poder para reorganizar el partido. Pero el ex subsecretario de Transporte no es un buen político. Le sobra soberbia y le falta muñeca. Buscará sumar a Vidal, Michetti, y a todos los que se oponen a Rodríguez Larreta, quien hoy silenciosamente tiene armada su estructura nacional en la Ciudad.
A partir del 10 de diciembre, el actual gobierno deberá refugiarse en el Congreso, desde donde tratará de demostrarles a los argentinos que es capaz de formar una oposición fuerte. Ahí deberá medirse con Máximo Kirchner, quien hoy es casi seguramente quien irá como jefe del bloque de diputados. Hasta hace poco se decía que quien ocuparía ese lugar sería el Chivo Rossi, pero este parece haber virado hacia el Ministerio de Defensa.
Con la candente situación en Latinoamérica, hace falta un hombre fuerte y con experiencia en el cargo. El Pro pretenderá seguir manejando a la UCR, con Negri a la cabeza, lo que parece más bien una expresión de deseo. Hoy los radicales no aceptan el liderazgo único e indiscutido de Macri, y mucho menos el de Negri. Es posible que las complejas internas en el partido den lugar a otra configuración completamente distinta de la dirigencia.
Alberto Fernández tampoco la tiene tan fácil. Sus problemas son bastante parecidos a los que enfrenta Macri: manejar las expectativas de un frente con expectativas y reivindicaciones muy diversas, y afianzar un liderazgo que hoy por hoy no es absoluto.
Los partidos más notables reunidos en la alianza, como el PJ, el Frente Renovador y Unidad Ciudadana, tienen cada uno referentes visibles y de peso que en algunos casos fue mejor que pasaran desapercibidos. Hay muchos que responden únicamente a sí mismos, como Hugo Moyano y Alberto Rodríguez Saá, Juan Schiaretti, muchos otros son fruto del apoyo histórico a Cristina, más que del liderazgo de Alberto.
Lo más interesante será ver cómo se maneja la disputa de poder en la Provincia, con Axel Kiciloff a la cabeza, y en diputados, con un bloque encabezado por Máximo Kirchner. Los dolores de cabeza para el albertismo recién están empezando. Las dos fiestas tienen mucho en común. Las dos marcan un cambio de ciclo con más expectativas y voluntades que motivos reales para festejar. Mauricio Macri y Alberto Fernández no estarán celebrando lo que son, sino lo que quieren ser.
Nota publicada también en: Perfil.com