Errar es humano, lo divino es ser capaz de aceptar los propios errores
Todos nos equivocamos, y a nadie le gusta equivocarse. Cometer errores nos coloca en un lugar obvio de vulnerabilidad; nos expone a la mirada de los otros, a las críticas y las burlas, y nos genera en consecuencia mucho miedo al rechazo.
Se dice que errar es humano y que perdonar es divino, pero mejor sería decir que lo divino es ser capaz de aceptar los propios errores. Nadie está más allá de esta dificultad. La última semana, lo dejó en claro el ex presidente Mauricio Macri afirmó, en una reunión con dirigentes del PRO: “Yo siempre les decía a todos: cuidado que los mercados no te dan más plata y nos vamos a la mierda”.
Esas son palabras textuales de quien fue presidente de la Nación y tuvo en sus manos nuestros destinos. Lo de Macri quería ser una crítica al accionar de su sucesor, Alberto Fernández, y resultó en cambio en una autocrítica inadvertida y demoledora.
Al mismo tiempo, Macri mostró la liviandad con la que se tomaba un tema tan grave y la incapacidad de asumir su propia equivocación al hacerlo. Eran otros los que le decían que se quedara tranquilo, así que la culpa no pesa sobre él.
De estas declaraciones se hizo eco Marcelo Tinelli al criticar la designación de Macri como presidente de la Fundación FIFA. Lo calificó como “lamentable” y como una “triste noticia para los que amamos el fútbol”.
En la misma línea se pronunció Rodolfo D’Onofrio. Son comentarios relevantes porque atacan la hasta ahora sólida imagen de Macri como dirigente futbolístico. La superliga Argentina de Fútbol también ve con profunda preocupación la designación. Otro efecto colateral de su paso por la Casa Rosada.
Y a lo largo del día se manifestaran muchos y notables referentes. Claro que esta incapacidad de asumir los errores no es algo que le ocurra de forma exclusiva a Mauricio Macri. Es un mecanismo característicamente humano, que los psicólogos llaman disonancia cognitiva. Como lo explican Carol Tavris y Elliot Aronson en su libro Mistakes were made (but not by me), este mecanismo emerge cuando un individuo tiene en su mente dos cogniciones (ideas, creencias, percepciones) contradictorias.
Un simple ejemplo: puedo estar al mismo tiempo convencido de que fumar es malo y fumar dos atados de cigarrillos al día. Ante el absurdo que nos plantea esta contradicción buscamos resolverla, no mediante acciones sino mediante justificaciones que llegan a extremos ridículos.
El famoso “sí, pero…”. Pensamos que los políticos, y particularmente una persona que ha ocupado un cargo de tanto poder simbólico como la presidencia de la Nación, deberían estar más allá de semejantes justificaciones. Pero también ellos siguen siendo humanos, demasiado humanos. No se trata solo de lo que nos quieren hacer creer, sino de lo que creen ellos mismos.
¿Quién se hace cargo hoy en día de la pobreza, del hambre, de los índices manipulados, de la inseguridad o de la corrupción? Hay muchos dedos acusadores dispuestos a levantarse, pero nadie o casi nadie que quiera asumir su parte de culpa.
Un ejercicio interesante para pensar, como país, es si estaríamos dispuestos a escuchar a quien lo hiciera. ¿Preferimos a quien se reconozca responsable, o al que nos asegure que no tuvo nada que ver, que todo fue cosa de otros? Perdonar es divino, condenar es humano.
Nota publicada también en: Perfil.com