El amor en tiempos de pandemia: la historia de un niño y la ayuda de dos policías
En estos tiempos, los seres humanos vivimos una encrucijada frente al momento histórico que atravesamos a nivel mundial. Ello implica, también, padecer la tristeza que nos provoca no poder estar cerca de las personas que amamos, poder abrazarlas, besarlas o simplemente estrechar su mano.
Quizás Lautaro, un pequeño de tan solo 10 años, que pasó más de dos meses sin poder ver a sus abuelos por la cuarentena, no lo aguantó más; y esperó hasta que su madre durmiera para armarse de valor, tomó dos mochilas con útiles escolares, barbijos y alcohol en gel e inmediatamente salió en busca de estas personas que tanto extrañaba.
El hecho fue así: comisionados por un niño que se encontraba perdido en Camino San Carlos km 8 1/2, la dotación se encuentra con Lautaro. Aduciendo que se había extraviado, condujo a los uniformados durante un par de kilómetros, supuestamente a su domicilio particular. Y ambos policías lo trasladaron hasta llegar a una vivienda. Una vez en el lugar, no fue su mamá quien salió a recibirlos sino los abuelos de Lauti, a quienes el niño no había visto desde que comenzó la cuarentena. Entre lágrimas y cariños, recibieron a su nieto con la promesa de volverse a encontrar cuando estuvieran fuera de peligro.
Desde cerca, los uniformados que vivieron este reencuentro, observaban convencidos que no todo está perdido. Que el trabajo que realizan día a día vale la pena por vivir momentos como éste. Que ni siquiera un virus invisible es capaz de acobardar al amor más puro.
Probablemente el Oficial Principal Maximiliano Merlo junto a su dupla, el Cabo 1º Matías Maldonado, no imaginaron que un día de guardia como otros, desataría una avalancha de interés por parte de los medios periodísticos que quisieron registrar lo ocurrido. Y es que en medio de la pandemia que vive el mundo entero, un simple acto de cariño cambia la percepción de amor que conocemos.
Sin duda, son innumerables las circunstancias que se comparten dentro de un móvil policial. Pero quienes han vivido esa experiencia de compartir horas de patrullaje conocen perfectamente cuál es el secreto: la absoluta confianza en el compañero. Esa complicidad de saberse contenido, apoyado y comprendido. Esa amistad antagónica que se logra a través de las guardias.
Maximiliano y Matías lo saben perfectamente. Desde hace dos años son parte de un grupo de trabajo en la Patrulla Rural Sur. Una compañía que se encuentra unida a pesar de cualquier incidencia, que cuentan los unos con los otros, que predican las acciones con ejemplos.
Quizás fue precisamente por esa forma tan pelicular de trabajar y esas personalidades tan opuestas, que hoy son noticia. Por enaltecer el trabajo de los patrulleros rurales y por atender a la misión primordial del policía: el de resguardar la vida. Quizás si Lautaro no se hubiese cruzado con ellos en su camino, la historia sería otra. Hoy, aquella travesía, tuvo un final feliz.