Policiales

La operatoria de las facturas truchas necesita complicidad desde “adentro”

Desde los romanos, la rendición de cuentas apócrifa viene haciendo escuela. Parece que en Córdoba el medio de comisión más importante de delitos de evasión acaba de sentar un precedente único en el país. La gambeta tributaria con facturas truchas encuentra en la supuesta asociación ilícita desbaratada esta semana por la Justicia federal una inteligente maquinaria que, sin embargo, necesita de un requisito indispensable: complicidad del otro lado del mostrador.

“¿Quién autorizó a emitir esos comprobantes?”, es la pregunta que se hacen contadores y reconocidos abogados tributaristas que aclaran que es necesario un funcionario impositivo infiel para que la habilitación de una clave única de identificación tributaria (cuit) comience a facturar.

“Siempre hay complicidad del Estado, a través de un funcionario infiel que hace la vista gorda o directamente vende sus servicios”, asegura un experto en la materia que se desempeña como docente universitario.

Con todos los requisitos que exige la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), es imposible que se generen las cuit para crear las usinas de facturas que luego inundan la contabilidad de miles de usuarios.

Entre otras formalidades, requisitos y condiciones, es necesario tramitar formatos predeterminados (A, B, C o E) y, según la solvencia, presentar “controladores fiscales”, retenciones-percepciones, CBU informado, registro de operadores, exportadores, importadores, entre otras.

También hay que tramitar código de autorización de imprenta, código de barras y trazabilidad, código de autorización de emisión, factura electrónica y medios de pago. Son todos pasos rigurosos.

“Cuando aparece una factura electrónica a nombre de un indigente, necesitás sentar a un indigente en la oficina de Afip para que un funcionario le tome la huella dactilar o los datos biométricos”, señala la fuente. La connivencia de alguien “de adentro” es necesaria.

La experiencia señala que es clave que alguien del otro lado del mostrador haga “la vista gorda” o tenga complicidad con quien inscribe al indigente o la cuenta ficticia.

La huella dactilar se toma “como si sacaras el pasaporte” y el trámite ante la Afip es “como si pidieras una licencia de armas”, son algunas de las expresiones que emplea el experto en materia impositiva.

En la causa de las facturas truchas de Córdoba y San Francisco desperdigadas por numerosas ciudades del país, se estima que se abrieron cuentas a nombres de personas de bajos recursos, se robaron identidades tributarias de personas que ignoraban que abrieron legajo en Afip o se reactivó la cuenta de alguien que ya no estaba facturando, entre otras alternativas.

Entidades públicas

El giro comercial hace que miles de usuarios hayan usado estas facturas truchas para evadir los impuestos a las Ganancias y al Valor Agregado (IVA). Pero también se hallaron “factruchas” en la contabilidad de municipios; no sólo de Saldán y de Mendiolaza, como se informó con la imputación de sus intendentes Cayetano del Valle Canto y Néstor Daniel Salibi, respectivamente.

Fuentes de la Afip adelantaron a La Voz que en la región del departamento San Justo ya existen al menos tres municipios que tienen el mismo vicio a partir de la desintervención de la prueba secuestrada.

Los municipios no tributan Ganancias ni IVA porque están exentos, pero la presencia de esta forma de facturar indicaría otro delito que no es la evasión: la defraudación a la administración pública.

En general, sin entrar en casos específicos, se trata de “salidas no documentadas de dinero” cuando un organismo público (o su funcionario) necesita justificar un dinero que pasa por sus arcas y no quiere que queden registrados los fines o destinos de ese movimiento.

Un pago a personas que no pueden figurar, un gasto de campaña política o directamente embolsar dinero para el propio bolsillo son algunas de las alternativas para utilizar las “facturas truchas”.

En los casos “Skanska” y “Suris”, el fenómeno de pago de coimas o sobornos utilizaba este tipo de operatoria.

Quienes auditan impuestos señalan que siempre se encuentra la misma proporción de sobrefacturación en negro: el famoso “15 por ciento”.

El mejor negocio

Quienes conocen el peso de la carga tributaria aclaran que la evasión es la actividad más lucrativa, mucho más que las productivas.

“Un corredor granario, por ejemplo, obtiene una comisión de dos por ciento por una operación, pero si evade el IVA, gana otro 10,5 por ciento”, dice un especialista en esta operatoria. En contratos millonarios, el evasor gana muchísimo más que su comisión, esto sin contar Ganancias e impuestos provinciales.

En otras operaciones, si se evade el IVA –21 por ciento– y Ganancias –35 por ciento– se obtiene un “dulce” del 56 por ciento.

La pregunta de “los millones” es: ¿cuántas actividades productivas lícitas dan una ganancia superior al 20 por ciento?

La operación de las facturas apócrifas estaría enmascarando un gran número de negocios ocultos. Se habla de tres mil a cinco mil usuarios de esos comprobantes falsos, personas cuya responsabilidad deberá evaluarse en la Justicia.

A su vez, se especula que la cantidad de facturas que usaron es astronómica.

El negocio de los dueños de las usinas de facturas era cobrar un cinco por ciento de la operación. En contraste con el 21 por ciento de IVA, el comprador se aseguraba una gran diferencia.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior