Los sectores medios pagan el 70% de los alimentos con tarjeta
Que los años impares son mejores que los otros, que cuando hay elecciones el consumo gira en serio, que cuando el dólar está relativamente estable los argentinos se animan a gastar. Ninguna de esas premisas, que en teoría debieran funcionar en este 2021, se está cumpliendo.
No hay plata ni hay margen para el clásico de los clásicos argentinos: comprar en cuotas. No importa bien qué, pero en planes largos para ganarle a la inflación.
Los datos del primer cuatrimestre son dramáticos y todo indica que los meses que vienen no moverán demasiado la aguja. Esto sucede por varias razones.
“El salario real está 7,5% en relación al año pasado y las jubilaciones, un 5%. La gente que todavía tiene mayor poder adquisitivo ya se compró la heladera nueva y las pesas para hacer gimnasia en casa”, ejemplifica el economista Andrés Borenstein, economista asociado de Econviews. La brecha cambiaria, que el año pasado incentivaba las compras de bienes que en dólares estaban baratos, hoy ya no lo están.
El segundo factor es que las familias no tienen margen para endeudarse. “Las dos primeras semanas la venta se mueve con tarjetas y las dos últimas semanas del mes se para porque los plásticos están a tope”, dicen desde un retail. En abril, la caída de la venta de electro fue estrepitosa.
El trabajo, realizado para un grupo de bancos, revela que el 70% compra alimentos con tarjeta de crédito. El otro 30% paga de contado porque aprovecha los descuentos o porque quiere evitar sumar endeudamiento.
“Cada vez que encontramos que una parte del consumo en supermercados se está financiando en cuotas en la tarjeta podemos anticipar que se continuarán restringiendo gastos considerados no imprescindibles”, dice Nora D’Alessio, vicepresidenta de la consultora.
“Antes de la pandemia había caída de consumo en bienes y servicios en siete de cada 10 hogares, pero hoy como subproducto del Covid la modificación del consumo es aún más drástica y se restringió aún en los hogares que se mantienen dentro de la clase media”, agrega.
La restricción de consumo no afecta sólo a los de menores ingresos: pasa en todos los niveles socioeconómicos.
En conjunto con la consultora Berensztein consultaron qué medidas de restricción adoptarán los hogares en este contexto: el 63% cocinará más en casa; el 47% reducirá primeras marcas; el 30% dejará de comprar alimentos preparados y 29% recortará servicios.
Bares, cafés, restaurantes y shoppings son actividades a las que la mayoría no piensa regresar hasta tanto las vacunas marquen cierta normalidad.
Los viajes casi que no están en los planes: apenas el 6% piensa ir al exterior aún sin tener la vacuna, el 30% no viajaba y el 60% no lo hará hasta tener las vacunas. Dentro del país, el 24% se animaría a viajar frente a un 41% que tampoco piensa hacerlo sin vacuna.
POCO MARGEN
Y aunque el margen de las familias para seguir endeudándose es escaso, la desaparición de incentivos también pesa. “Nosotros teníamos el Ahora 12 con un costo del 17%, que absorbía el comercio; nos dijeron que nos iban a pasar al 37%, lo que lo hacía inviable, pero ahora directamente sacaron los planes largos”, dice Christian, del local de ropa deportiva Sonder Córdoba. La Secretaría de Comercio dejó a indumentaria y calzado sólo en el Ahora 3 y 6.
Los números corroboran lo que se siente en la calle. El crédito otorgado a través de tarjetas de crédito también cae en términos reales. Al 27 de abril el stock de financiaciones con tarjeta crece al 3,4% mensual, algo por debajo de la inflación. Los préstamos personales también siguen en baja: están 60% debajo de mayo del 2018 en términos reales y desestacionalizados.
Además de datos duros, hay intangibles, como la incertidumbre de lo que va a pasar. “Entre la inestabilidad económica y sanitaria, las expectativas son hacia el conservadurismo, es decir, mantengamos en lo posible los dólares y esperemos”, apunta Colina.
Ese temor por las complicaciones políticas, laborales y sanitarias hace demorar cualquier decisión de gasto. Un ejemplo concreto: en las compañías de seguros, cuenta D’alessio, advierten mayor demanda de seguros de desempleo.
El 69% hoy está peor o mucho peor que hace un año, lo que suena lógica después de 14 meses de pandemia. Pero, según el trabajo de D’alessio y Berenstein, el 57% cree que dentro de un año estará todavía peor o mucho peor que ahora.
¿QUÉ PUEDE PASAR?
“La incertidumbre a futuro lo que te genera es querer desprenderte de los pesos y eso va a tipo de cambio o a bienes”, dice Fernando Marengo, socio del estudio Arriazu Macroanalistas. “Creo que el consumo debería recuperarse pero explicado básicamente por brecha y por ganas de sacarse el peso de encima”, agrega.
Borenstein también ve un segundo semestre mejor, aunque no alcanzará a compensar el primero afectado por las restricciones de movilidad especialmente en al Amba.
El problema pasa a ser más político. ¿Cuánto cederá el ministro Martín Guzmán a las presiones de La Cámpora, que le reclama más plata? Con la soja a casi 600 dólares y el “regalo” del FMI de 4.350 millones de dólares, sería una oportunidad para enderezar el barco.
Pero el kirchnerismo duro marca la cancha. El problema es que los subsidios indirectos, como es el financiamiento estatal de los servicios públicos, demandaron en el cuatrimestre 71% más que en 2020. Pero no son percibidos como una mejora en los ingresos.
“La gente siente que le sacas ingresos cuando le aumentas pero no siente que le ponés ingresos si no lo subís”, dice Colina. Ergo, la demanda es de más subsidios directos: por eso aparece el pedido del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y por eso se está pagando el refuerzo de 15 mil pesos en el Amba a los que cobran la AUH y monotributistas A y B. Subrayado: sólo se paga en Capital y conurbano bonaerense, los dos distritos electorales donde el kirchnerismo presta mayor atención.
Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior