Alberto infiltrado de camporismo
En 1995, el periodista Jean Dominique Bauby sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó totalmente paralizado. Consciente de todo lo que ocurría, pero incapaz de mover ninguna parte de su cuerpo, excepto el párpado izquierdo.
Gracias a ese pequeño movimiento, Bauby pudo comunicarse e incluso escribir sus memorias, que tituló La escafandra y la mariposa. Esta fue la metáfora que encontró para describir su estado: el pensamiento libre pero atrapado dentro de un cuerpo inmóvil, como una mariposa dentro de una escafandra.
La situación del encierro en cuarentena es mucho menos dramática que la que vivió Bauby, pero puede resultar igualmente angustiante. Y también motiva reflexiones mucho más allá de la coyuntura. Hoy el mundo está pensando ya más allá y buscando la reactivación económica.
Es el caso de Europa, con pérdidas económicas que la comunidad jamás se imaginó. Los 27 estados miembros de la Unión Europea acaban de cerrar un acuerdo para crear un fondo de recuperación de 750 mil millones de euros.
Mientras tanto, la Argentina debate, implora y suplica que el Fondo medie para poder cerrar el capítulo de la deuda. Alberto Fernández se mueve, va, propone, y la juega personalmente. Seguramente no quería llegar a esto, pero ha empezado a sentir la presión de la dualidad que le indicaba que debía pelear.
Aunque en los papeles fue perdiendo diariamente millones de dólares, hoy llegó a implorar ayuda ante el Consejo de las Américas para sacar a la Argentina de su postración. (EEUU y el Fondo a esta altura apoyaran sus súplicas y finalmente el arreglo saldrá).
Pensamos mucho en el encierro de la cuarentena, e identificamos el poder con la libertad. Pero a veces el poder es lo opuesto de la libertad. Para Alberto Fernández sería más fácil identificarse con la metáfora de la escafandra y de la mariposa. Tiene el poder nominal, pero en la práctica es muy difícil sustraerse a la presiones internas y externas.
Es difícil armar un gabinete propio ( Felipe Solá, Claudio Moroni, Gustavo Beliz, Santiago Cafiero, entre otros, están observados y en la picota), cuando la socia mayoritaria de tu gobierno quiere cambiar a tus hombres de confianza.
En los años setenta, Hannah Arendt definió el poder como “la capacidad humana no sólo de actuar, sino de hacerlo concertadamente”. Lo separó de la postura simplista que implica asociar el concepto solo con las relaciones de dominación y conflictos. El poder es más cercano a la coordinación y la concertación.
Pero eso no es posible cuando la lógica que subyace a ese poder está fundada en un concepto de jerarquías y subordinación. El gobierno de Alberto Fernández está muy infiltrado de camporismo, empezando por la figura de Wado de Pedro, que es el designado por Cristina Kirchner para cubrir con gente propia los espacios libres en distintas localidades del país. Muchos en PAMI, ANSES y organismos descentralizados.
Si el poder implica participación, consenso y decisiones dialogadas, al tratar de imponer se rompe el equilibrio y se crea un poder dual. Vemos la tensión en los hechos recientes, y lo desorganizado de las acciones del gobierno.
De Vicentín se pasa a Edesur, después a ampliar la corte, a la reforma judicial, al aborto y a la ley de trabajo. Además de, por supuesto, la cuarentena. Está claro que este “entrelazamiento de poderes” no puede durar mucho tiempo, porque en el mismo Estado no pueden coexistir dos poderes. Uno de ellos debe forzosamente desaparecer, si no algo deberá implosionar.
La oposición renace con fuerza y más rápido de lo esperado pese a ser responsable de la situación en la que quedamos. Se frota las manos porque de esta manera le despejan la cancha y puede salir de su propia escafandra. Es más fácil negociar o presionar a un gobierno dual y dividido donde los conflictos están a la orden del día, donde personajes como Berni hacen y dicen cualquier cosa con tal de fortalecer futuras candidaturas sin importarle la suerte de su propia fuerza política.
Y esto ocurre, además, mientras de trasfondo hay una sociedad con miedos incertidumbre, bronca e impotencia preocupaciones muy concretas que ante todo se preocupa por subsistir. Hay 100 mil comercios y 20 mil empresas que han cerrado durante la cuarentena, cuentapropistas sin ingresos; se calcula que casi 500.000 personas quedaron sin trabajo y se ven sin futuro.
Hay mucha gente pensado en buscar nuevos rumbos en el exterior y un país que deberá ser reconstruido desde muy abajo. Dentro de la faz privada, la gran deuda es la política donde la administración pública goza de unas extensas vacaciones (especialmente el poder judicial) y sin recorte en el gasto político.
Mientras tanto, hay una sociedad con miedos e incertidumbre. A cortísimo plazo es necesario recuperar una economía sana que genere recursos para mantener la sociedad que pueda sobrevivir, mejorar el sistema de salud, recuperar el empleo y las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.
Para ello hay que lograr una recuperación rápida, priorizando los objetivos inmediatos, para no dañar de manera estructural nuestro tejido productivo, utilizando estrategias compatibles con los objetivos a largo plazo, pero para eso es necesario tener un plan y, por lo que se ve y en este caos, no existe.
“Es en la crisis donde nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”… “Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado…” expresaba Albert Einstein
Nota publicada también en: Perfil.com
(*) Consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador (USAL). Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Es docente universitario en UCA y USAL. Columnista de Diario San Francisco, Perfil.com y FM Milenium entre otro medios del país y del mundo.