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Así abrió Cosquín 2020: del homenaje al primer festival a la maratón del Chaqueño

La imagen del Chaqueño Palavecino regalando flores mientras entonaba su inmortal clásico Amor salvaje, el abrazo entre Yamila Cafrune y el Kolla Chavero que sus padres nunca se pudieron sobre el escenario, Mario Álvarez Quiroga homenajeando precisamente a Atahualpa o Emiliano Zerbini haciendo lo propio con los grandes maestros de la danza argentina y luego invitando al público a ser parte activa del mismo son algunas de las postales más conmovedoras que nos dejó la noche apertura de este Cosquín 2020 que promete estar plagado de emociones.

Seis décadas pasaron desde que ese grupo de coscoínos, que con el tiempo se convertirían en los próceres del festival, decidieran cortar la ruta 38 para levantar allí mismo el escenario que serviría para romper el estigma de un pueblo condenado al ostracismo de la tuberculosis. Ese espíritu que representaba el cambio de un destino que parecía inexorable y marcaría a fuego los primeros años volvió a hacerse presente en la apertura de la 60° edición de este encuentro ícono de la cultura argentina, que emana música y danza desde todos sus rincones.

Gran parte de lo que sucedió durante toda la jornada inaugural estuvo relacionado con aquella primera edición y la vasta historia del festival. Pasadas las 22, cuando la Plaza Próspero Molina ya lucía su gran marco, la emoción se apoderó del ambiente: Juan Carlos Saravia, recientemente fallecido, apareció en un video en el que nos regaló recuerdos únicos. Claro, el cantor salteño y emblema de Los Chalchaleros era el único sobreviviente de ese primer festival. Un símbolo que tenía que estar presente.

Luego, sí, llegó el “Aquí Cosquín” pronunciado más fuerte que nunca por Claudio “Pipulo” Juárez, el encargado de la tradicional arenga en los últimos años. El tributo más significativo llegó con la apertura a cargo del Ballet Camin, acompañado de un enorme grupo de bailarines adultos mayores que pertenecieron en otras épocas al ballet oficial. Con las sillas de madre como símbolo más evocaron aquella histórica gesta de 1961 con el vestuario y look acorde a esos tiempos.

Allí estaba una representación del muro que no buscaba separar sino congregar al pueblo de Cosquín con los transeúntes que siempre lo habían querido esquivar por el miedo a la enfermedad. También el alma del cura Héctor María Monguillot, el párroco y miembro fundamental de aquella primera comisión organizadora. Y hasta se filtró la arenga en la voz de Julio Márbiz, maestro de ceremonias tan recordado como resistido y fallecido en 2013.

La apertura musical corrió por cuenta Los Manseros Santiagueños, tal vez el grupo con más historia de los que pasarán por el festival. Después de recordar al mencionado Saravia y a Vitillo Ábalos, otra leyenda que dejó este mundo en los últimos meses, Onofre Paz hasta se dio el gusto de hacer algunos chistes. “A todos nos va llegar, pero yo todavía estoy acá”, dijo entre muecas risueñas y dio paso a ese inoxidable himno en clave de chacarera como Entre a mi pago sin golpear, que despertó los primeros potentes coros y palmas de la plaza.

A continuación llegó el último ganador del Premio Consagración, El Indio Lucio Rojas, que brindó un espectáculo potente con todos los climas para confirmar que está en un gran momento. Hasta se dio el gusto de presentar su reciente clip De corazón a corazón de gran factura técnica e ir animándose cada vez más al baile tras recuperarse de una dificultosa operación en los últimos meses. Además, saludó la diversidad cultural y, al igual que en Jesús María, invitó a Dalmiro Cuéllar, un cantor del sector boliviano del chaco salteño que es imposible no relacionar con el Chaqueño Palavecino de los comienzos.

Justamente el cantor salteño fue el encargado de cerrar la primera luna cerca de las cuatro de la madrugada después de varios bises. Fue un show plagado de clásicos y la invitación al proyecto de sus sobrinos, Alma Chaqueña. «Se han venido de El Molino, Salta, y están sin dormir. Lo que es Cosquín», remarcó dejando ver ese espíritu del que siempre se habla.

Antes habían pasado Yamila Cafrune con un repertorio muy bien elegido junto su notable cuarteto de guitarristas y las palabras justas de Mariano Saravia en La Patria no se hizo sola, Álvarez Quiroga poniendo a cantar a la plaza clásicos de Don Ata y una acertada intervención de artes plásticas encabezada por su hija (autora de los murales dedicados a Messi en Rosario) y Zerbini apostando una vez más a la danza con un merecido homenajes a los referentes cordobeses (con su madres Silvia Zerbini como estandarte) e invitando al público a cumplir su sueño de subirse a bailar escenario. Lástima que parte del personal de seguridad no entendió el gesto.

Los desfiles y las promesas

Por la mañana se realizó el tradicional desfile inaugural por la Avenida San Martín, con más de 4500 jinetes que fueron encabezados por la misma Yamila Cafrune, en un claro tributo a su padre Jorge Cafrune, uno de los máximos íconos del festival y la tradición gaucha de la cabalgata.

Ya por la tarde llegó el turno del otro desfile, que tuvo como objetivo emular aquellas primeras manifestaciones con la fuerte presencia de las delegaciones provinciales, rebautizadas como Postales de provincia. Decenas de academias, grupos y talleres de danza venidos desde múltiples rincones del país pasaron durante más de dos horas con colores y ritmos de cada región.

Arrancó un Cosquín 2020 que buscará estar a la altura de su mito, con una gran apuesta por las emociones y sorpresas que se irán develando en cada una de las diez lunas. En tiempos en que todo parece estar programado de antemano, la intención de asombrar es una gran noticia.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior