Cambiemos en Córdoba y Neuquén: Cómo perder todas las batallas y ganar la guerra
Cuando todavía dominaban el mundo, los ingleses estaban convencidos de que el Imperio Británico «perdía todas las batallas pero ganaba todas las guerras». En este año electoral, Mauricio Macri se propone una proeza similar: perder todas las gobernaciones, pero ganar la presidencia.
Conservar su lugar en la Casa Rosada parece ser el único objetivo irrenunciable del Gobierno, y si es necesario resignar otros bastiones, están dispuestos a hacerlo. Los acontecimientos políticos recientes en Córdoba y Neuquén son una muestra de esta doctrina electoral.
En la provincia patagónica, los propios partidarios de Cambiemos llamaron a votar por sus rivales del Movimiento Popular Neuquino (MPN), para evitar un eventual triunfo del kirchnerismo (al que muchas encuestas ya daban como ganador). En efecto, se impuso el MPN con el 39%, y aunque Quiroga, candidato de Cambiemos, salió tercero, el Gobierno no lo vivió como una derrota. Lejos de eso, se insiste en leer esta elección como una derrota de Cristina.
Así la presentó el Gobierno, y buena parte de los medios de comunicación. El mercado tomó aire, con una leve baja del dólar. Y hasta a la embajada de Estados Unidos le hackearon su Twitter casualmente para publicar el mensaje «Perdió Cristina», tuit que fue rápidamente borrado. Por supuesto, si al Gobierno le queda margen para festejar es porque espera que, en su momento, el MPN devuelva las gentilezas y apoye -oficialmente o no- a Macri para la presidencia.
En Córdoba ocurre algo distinto, pero que responde a una estrategia similar. En esta provincia, dos dirigentes de Cambiemos, los dos radicales, aspiraban a competir por la gobernación: el diputado Mario Negri (que contaba con el apoyo del Gobierno, y que lleva a Baldassi como vice) y el actual intendente de Córdoba, Ramón Mestre. Como no lograron acordar una lista de unidad, se decidió celebrar internas, pero tampoco esto fue posible, dado que —según aseguraban los sectores afines a Negri— no estaba garantizada la transparencia.
Al borde del escándalo, se decidió que los dos candidatos compitan en listas separadas en las elecciones para gobernador, el próximo 24 de mayo. Un autocrítico Luis Juez habló de la incapacidad de ponerse de acuerdo y dijo que lo ocurrido responde a que «la vanidad de la dirigencia es superior a las necesidades de la gente».
Esta guerra de egos en el interior de Cambiemos le deja la victoria servida en bandeja a la coalición peronista Unión por Córdoba, que gobierna la provincia desde 1998 (y que según se rumorea podría cambiar su nombre para esta contienda). Si es casi seguro que Schiaretti retendrá la gobernación, también parece muy probable que el actual vicegobernador, Martín Llaryora, se quede con la intendencia de Córdoba.
Es que mientras los radicales pelean por el premio mayor, dejaron descuidada la capital, donde no hay ninguna figura de peso que pueda garantizar el caudal de votos de la UCR. El peronismo podría quedarse con esta plaza por primera vez en 45 años.
También hay que pensar en lo que esto implica para todo el mapa electoral cordobés. Córdoba tiene 267 municipios (donde se eligen intendentes) y 160 comunas (gobernadas por presidentes comunales). La división de las listas de Cambiemos tendría un efecto multiplicado en todo el entramado político de la provincia, haciendo que muchas listas se reconfiguren y que las alianzas sean replanteadas.
¿A quién acompañarán los dirigentes locales? Dividirán todo por 3 listas de candidatos: Radicales, Cambiemos, Frente Cívico. Ante la gravedad de la situación, uno no puede menos que preguntarse cómo es que el Gobierno nacional dejó que llegara hasta este punto. Quizás el PRO lo ve más como un conflicto de la UCR que de Cambiemos.
Quizás el Gobierno no quiere gastar energía política en ninguna batalla más que en la presidencial. Si los radicales no pueden ponerse de acuerdo es un tema de ellos; Macri prefiere no arriesgarse fuerte, y entregarle la provincia a Unión Por Córdoba. A lo mejor espera que también esta fuerza lo acompañe tácitamente en su camino a la reelección. La estrategia planteada por Cambiemos responde a una realidad en la que la mitad de las provincias decidieron desdoblar sus elecciones locales de las presidenciales.
El Gobierno decidió encarar la elección nacional como un escenario en sí mismo, separado de los otros, convencido de que se puede perder todas las gobernaciones, siempre y cuando no las ganen los kirchneristas. En última instancia, en octubre, cada gobernador tendrá que volcarse por Macri o por Cristina.
Es una estrategia apropiada, pero que juega en el límite. Macri da por sentado que en la recta final estarán él y Cristina, pero ¿qué pasará si en cada provincia se impone una tercera opción? A nivel nacional, esto aumentaría las chances de que un tercer candidato dispute las presidenciales. Sin ir más lejos, Schiaretti se encontraría con una victoria holgada en una fecha tan temprana como mayo. ¿No podría aprovechar esos números y su seniority para jugar en grande a nivel nacional, quizás incluso aspirar a una fórmula presidencial?
Es cierto que por el momento no se impuso el kirchnerismo, lo que hubiera puesto seriamente en duda el sueño reeleccionista del macrismo. Pero esto tampoco garantiza que la reelección sea un hecho. Todavía hay que probar que se puede perder todas las batallas y aún así ganar la guerra.
Nota publicada también en: Perfil.com