Cuando lo único que te interesa es ganar, ya perdiste
La política está cada vez más dominada por la lógica del ráting. Todo pasa minuto a minuto: la encuesta que acaba de salir, los focus groups, las reacciones de los mercados, los comentarios en las redes sociales. La trampa es que esa presión puesta en lo inmediato genera desgaste, y no permite pensar estratégicamente.
Es no ver el bosque por mirar el árbol; obsesionarse con una jugada y perder de vista el partido. El gobierno de Cambiemos, desde 2015, muchas veces ha estado condicionado y limitado por esta visión «minuto a minuto» de la agenda política. Esta preocupación excesiva por los efectos inmediatos de sus decisiones lo llevó a adoptar, en general, una actitud tímida, incapaz de profundizar su programa.
Ahora esa misma lógica está llevada al límite por la urgencia de ganar en y por la delicada situación social. Pero cuanto más se fija la vista en lo inmediato, menos control se tiene sobre el largo plazo, y menos imagen de confianza se transmite a la gente.
El manejo de los conflictos ha seguido un camino parecido. El gobierno, muchas veces, prefirió evitar la confrontación con sus rivales, e incluso con sus supuestos aliados políticos. Los gestos conciliadores están bien, pero ya se sabe lo que pasa con ellos. Si uno no reacciona a los ataques, el primer día es Mahatma Gandhi; el segundo día, los demás se le empiezan a animar. Al tercero ya le están haciendo bullying.
Esta es la historia corta del «pacto de caballeros» que se terminó de concretar la semana pasada. El presidente, confiado en que las empresas apoyarían su gobierno, nunca les exigió demasiado. Las empresas, en vez de apoyarlo, terminaron sacando ventaja de esa vía libre. Ahora el gobierno tuvo que sentarlos y recordarles que en el bote están todos juntos. Si vuelve Cristina en octubre, el panorama estará más complicado para las empresas, pero si quieren evitar ese escenario tendrán que poner un poco de su parte.
Este lunes se vio a un gobierno mejor plantado, especialmente después de los traspiés comunicativos de la semana pasada. Ahora encontraron la manera de poner a los grupos económicos frente a las cuerdas, al menos por los próximos meses, con el fantasma K. ¿Con quién prefieren negociar, con Braun o con Moreno?
No era una decisión difícil. Por supuesto, para todos es más cómodo y elegante hablar de un «pacto de caballeros». ¿Pero de qué se trata este famoso pacto? La expresión se viene usando al menos de 1888 para significar un pool extraoficial entre empresas. En criollo, un arreglo. Según el juez británico Harry Vaisey, “es un pacto que no es un pacto, los que lo hacen no son caballeros, y los dos esperan que el otro cumpla pero no pretenden cumplir”.
Para resumirlo, la palabra no vale de mucho si no hay factores de presión concretos. Si se quiere resolver el problema de fondo, hay que dejar atrás la ilusión del «empresariado amigo». Y ahí volvemos a las transformaciones de fondo. Hay muchos factores atrás del alza de los precios, pero el más importante es que todos los principales rubros están en manos de monopolios y oligopolios.
Un mapa de la organización empresarial de nuestro país nos muestra que los grandes capitales se encuentran distribuidos en muy pocas manos. Cuando son pocos, y son «amigos», pueden formar los famosos «pactos entre caballeros» y fijar precios a su antojo, comportándose como si fueran monopolios. Con la salida de Sancor, por ejemplo, Mastellone se quedó con un 90% del mercado en su área.
Hay una competencia, pero es solo nominal: ese 10%, repartido entre empresas más pequeñas, no puede ir en contra de lo que decida Mastellone. El que tiene más poder siempre fija las condiciones; así no hay pacto de caballeros que valga. Lo que esto significa, para la política, es que el gobierno (este, el próximo, el que sea) nunca podrá sentarse a negociar con los grupos económicos en pie de igualdad.
El que tiene más poder siempre fija las condiciones; si un puñado de empresas pueden paralizar la producción o la comercialización en un solo rubro, entonces también decidirán cuándo y cómo ponerle freno a los precios. Y así no hay pacto de caballeros que valga.
La política del minuto a minuto se fija nada más que en los acuerdos logrados; pero para lograr un cambio a largo plazo, tienen que cambiar las reglas del juego. El gobierno tiene que negociar, no estar pidiendo por favor.
Ponerles límites a los oligopolios, no tenerles miedo. Ir a jugar el picadito, pero ser el que lleve la pelota. Hoy la angustia de la gente pasa por la incertidumbre y la ansiedad de un futuro que no le pertenece. Para recuperar esa esperanza en el futuro, primero hay que volver a tomar el control del presente.
Nota publicada también en Perfil.com