Dejarse crecer la Barba
Las elecciones se acercan: si no nos lo dijera el calendario, podríamos inferirlo a partir de la atmósfera política que empieza a respirarse en el país. La proximidad de los comicios siempre surte un efecto catalizador.
Obras largamente postergadas se emprenden a ritmo febril; personajes ambiguos de la política definen sus lealtades; cuidadosas alianzas se comienzan a transitar, otras a cerrarse, otras a romperse, tanto dentro de Cambiemos como del peronismo.
Desde que Cambiemos llegó al poder, en 2015, una de sus grandes dificultades ha sido su falta de determinación en la gestión. Dubitativo, temeroso y desconcertado… Se trató de un tema recurrente en los análisis políticos, y en algunas de estas notas lo hemos planteado anteriormente.
Tanto a Macri como a su equipo les fue difícil sostener la narrativa que los había llevado al poder. Tomaron decisiones que parecían poco meditadas, y con la misma frecuencia volvieron sobre ellas apenas repararon en su error o impopularidad.
Para no agitar las aguas, ignoraron asimismo temas que preocupaban en particular a sus votantes (la corrupción K, los piquetes, ganancias). Parecía como si el frágil equilibrio de poder (interno y externo) en que se encontró Cambiemos después de conquistar la Presidencia los hubiera tomado por sorpresa.
Cambiemos… de estilo
Con Octubre cada vez más cercano en el horizonte, el gobierno empezó a darse cuenta de que debía empezar a calibrar sus instrumentos de navegación. Un cambio de tono se hacía imperativo, aunque estaba poco claro cuál debía ser ese cambio.
Apareció en eso, desde el norte, un jugador que les tiró ideas. Dirigentes y analistas quedaron sorprendidos de la forma en que Donald Trump comenzó su gestión, con mucha acción y pocas reflexiones. Con la idea de cumplir sus promesas de campañas, pero sin manual, ha improvisado y rectificado sobre la marcha, marcando estilo propio e insólito que combina lo grotesco con lo escandaloso y para algunos hasta disparatado.
Otra punta la tiró un ícono del macrismo. No pasó desapercibida para nadie el aumento de la popularidad de María Eugenia Vidal, cuya imagen crecía en detrimento de la de todas las otras figuras de Cambiemos, incluido el presidente Macri.
El tono más beligerante e inflexible de la gobernadora de Buenos Aires, después de todo, no salía de la línea original y su sello, que ella había sostenido desde su orígen. Cambiemos debía ser más Cambiemos que nunca, por más que, ya llegados al poder, ese nombre resulte un poco paradójico. Ya lo escribió Hannah Arendt: el revolucionario más extremista debe forzosamente volverse conservador el día después de la revolución.
¿La alianza se resquebraja?
El 1 de Abril. El gobierno lo leyó como un espaldarazo, y si bien lo acertado de esta lectura todavía está por verse, lo cierto es que sirvió para decidir a Macri a endurecer y afilar sus posturas. Lo cierto es que con las elecciones a la vista, no conviene otra cosa.
El Pro va a dar pelea en Octubre …Hasta Marcos Peña se dejó crecer la barba, que quizás no sea tan intimidatoria como él esperaba, pero es en sí misma un mensaje. En la jerga de Internet, “growing the beard” (dejarse crecer la barba) designa el momento en que un producto, generalmente una serie de televisión, empieza a “encontrar su tono” y mejora notoriamente su calidad.
Ahora bien, si Cambiemos ya decidió que debe ir en busca de su esencia, quizás la mayor disyuntiva de Macri sea determinar qué es lo que puede considerarse parte de esa esencia y qué no. La ya confirmada candidatura de la Dra. Carrió en la Ciudad de Buenos Aires parece forzar los acontecimientos.
Según declaró Carrió, la decisión de perseguir esta candidatura fue tomada en conjunto con Vidal y con Durán Barba. Sin embargo, su lucha antes de bajarse de la provincia dejó noqueados en el camino a varios dirigentes del Pro, como Jorge Macri. Además, ¿en qué medida los votos que reciba serán de ella y no del presidente y hasta de la misma Lilita?
Las cartas ya están sobre la mesa, pero también es necesario pensar en el largo plazo. En lo que va de su mandato, Macri ha tenido grandes dificultades para negociar las relaciones con los demás integrantes de su propio frente.
En muchas provincias hay problemas para afirmar la alianza con el radicalismo. El gobierno parece afirmado en su tendencia (que mostró por primera vez al imponer una fórmula presidencial 100% Pro) a ser más propuro y menos radical. Pero hoy por hoy, con el desgaste de medio mandato, debe recurrir a sus aliados para lograr un poco más de aire en las urnas. El peligro no es inmediato, sino a largo plazo, pero conviene tenerlo en cuenta desde ahora.
La audacia del cambio
Más allá de la estrategia del gobierno, la idea del cambio está afianzada en la población. Y lo busca no sólo en el partido que lleva el nombre del cambio. Busca lo distinto, lo nuevo, cada vez con más impaciencia, se llame macrismo o peronismo (sin querer ya estoy polarizando: mencionemos también al desorientado massismo, que deberá ver una vez más cómo hace para librarse de la polarización). Los votantes recompensarán la audacia. En la actual coyuntura, es posible que muchas intendencias, siguiendo los aires de cambio, cambien de manos.
Recientemente, Durán Barba hizo un diagnóstico acertado: “La gente quiere participar. No quiere referentes que los convoquen ni que los dirijan”. Dejarse crecer la barba es bueno, pero también lo sería dejar a Durán Barba (por lo menos en esta versión). A poner las barbas en remojo, entonces, y tomar decisiones con audacia. La leyenda la hacen los audaces, y los que no… a llorar a la iglesia.
(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Dirección y Realización Televisiva. Buenos Aires Comunicación BAC. www.eduardoreina.com