El monstruo de la interna
OPINIÓN por Eduardo Reina – @ossoreina
La mejor manera de crear monstruos es mirar dentro de uno mismo y encontrar una parte de nosotros mismos que tenga miedo.
«La creación de monstruos es la expresión creativa más compleja. Una mirada al monstruo te cuenta su historia, su propósito y lo que representa. Ningún elemento debe ser casual”. Así describió este proceso el mexicano Guillermo del Toro, reciente ganador del Oscar a la mejor película de animación por su película Pinocho.
La mejor manera de crear monstruos es mirar dentro de uno mismo y encontrar una parte de nosotros mismos que tenga miedo. En política y en cada uno de los partidos acechan, generalmente vienen de dentro de esos mismos espacios políticos y rara vez aparecen de afuera de los mismos.
La palabra monstruo comparte su etimología con la palabra mostrar y originalmente se usaba en latín para señalar un prodigio de los dioses, algo que advertía algo respecto del futuro. Desde los regímenes políticos que representan, el monstruo político es aquello que es señalado por ser diferente, por despertar la curiosidad y el temor colectivo. Por eso los monstruos políticos se generan cuando se produce un personaje que se sale de lo esperado.
Patricia Bullrich contó que hace un ya tiempo, «se juntó con Larreta y éste le ofreció participar en la competencia con Lousteau y Vidal por su sucesión en la jefatura de gobierno». Patricia dejó en claro en ese mismo día su intención de ser candidata a la presidencia así de clara y contundente, por supuesto, esto tomó por sorpresa al jefe de gobierno que, hasta entonces, creía que tenía el camino allanado y que todos reconocerían que este era su momento y el candidato natural.
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A partir de ese entonces, Patricia decidió subirse a la contienda con la fortaleza que la caracteriza y el respaldo de Mauricio (bajo cuerda). Horacio decidió que nada, ni siquiera Macri, debía interponerse en su camino a la presidencia. Larreta no era el candidato «natural” de la oposición, fue un personaje trabajosamente producido.
Mauricio Macri, fundador e ideólogo del PRO, hoy «un pato rengo» (refiere al político que pierde poder y el interés del pueblo, porque la sociedad, los medios y la opinión pública se concentran en su sucesor), vaciado de poder por su imagen negativa y el rechazo de una sociedad que no le perdona sus errores de gobierno, pierde poder hacia adentro y hacia afuera, se subió a intermediar en la contienda para que ninguna de sus dos criaturas destruyera el espacio político que es lo que le asegura un lugar en el espacio político nacional.
La esperanza del expresidente y su equipo fue construir desde las sombras para poder eventualmente quedar como una figura de poder detrás del ganador o, en el mejor de los casos, aprovechar una jugada final, para quedarse con el trabajo para aspirar al «segundo tiempo”.
Lo primero que supo Macri y toda la Argentina fue que, con Horacio, iba a ser difícil quedar como un monje negro y directamente imposible desplazarlo del camino a la presidencia. Patricia fue su elección para poner un palo en la rueda pensando que eternamente reconocería el liderazgo de Mauricio, además de verla mejor por su imagen de mujer decidida y experimentada que le iba a ayudar por su relación con el radicalismo y a fortalecer el espacio.
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Hoy todo esto parece muy lejano porque Bullrich y Rodriguez Larreta están ya muy metidos en la contienda y cada uno de ellos a su vez ha creado criaturas políticas por todo el país, que empiezan a hacer que la disputa se salga de las manos y en algunos lados produzcan una ruptura.
En la ciudad de Buenos Aires Horacio propone tres candidatos propios: el radical Martín Lousteau, lo que es considerado poco menos que un sacrilegio y descabellado dentro del PRO. Jorge Macri negociando con Mauricio Macri su incorporación a la ciudad, es hoy el mejor candidato en las encuestas, tiene el apoyo de Patricia.
La «desangelada» Soledad Acuña, hoy ministra de Educación, se conoce con Horacio desde la participación de ambos en el Grupo Sofia. Fernán Quirós, ministro de salud y gran comunicador durante la pandemia tiene buena imagen en la ciudad. Emmanuel Ferrario de la legislatura porteña representa la renovación del PRO en la ciudad y Roberto Garcia Moritán (el Pampito) que por su disrupción y simpatía logra adeptos.
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En la provincia de Buenos Aires los monstruos parecen multiplicarse ya más allá de todo control, a la par de los caprichos de cada nuevo candidato. Cada día que pasa se hace más evidente que deberán unirse en algún momento si quieren tener alguna chance de triunfo en el momento de la elección. Sin embargo, los monstruos que se han creado y han crecido ya no responden a sus creadores.
Todos responden a la ley de la política que dice que una vez que un discípulo crece, se independiza y desplaza al mentor. Esto quedó claro con Mauricio, que pese a que involucró a muchos de sus alfiles con Patricia, quiso ponerle un jefe de campaña Hernán Lombardi; pero es sabido que en la práctica el jefe es su fiel Juan Pablo Arenaza, «bullrichista» de la primera hora pese a ser un ex funcionario de Larreta (en 2017 ejerció como subsecretario de Participación Ciudadana en Seguridad en el Ministerio de Justicia y Seguridad de la ciudad de Buenos Aires).
Este es solamente el ejemplo más destacable de algo que podemos encontrar reflejado en todo el país en distintas provincias e intendencias con diversos dirigentes.
En el peronismo pasa algo parecido aunque el pato rengo acá es la criatura Alberto Fernández, mientras que su creadora Cristina Fernández de Kirchner, intenta por todos los medios mantenerse fuera de la responsabilidad gubernamental, autopercibiéndose como proscripta. Alberto Fernández, el monstruo de Cristina, se resiste a dejar su ilusión de reelección y eso complica a La Cámpora y al peronismo más de «izquierda” o «progresista». Cristina ya no es la misma que finge despreocupación sobre su futuro porque sabe que cada día es más difícil retener su posición de poder mientras vuelve a abrirse el doble frente que la derrotó en 2015. Ahora no sólo necesita que pierdan los opositores sino que también debe ganarle a gran parte del peronismo.
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Afuera del cristinismo agudizan este conflicto y aducen que este ha destruido la esencia peronista al hacerlo un ejemplo de populismo berreta y facilista y ha dejado la imagen del peronismo devastada.
Entre Alberto y Cristina el peronismo que hoy está más cercano al gobierno no tiene posibilidades de cambio y por lo tanto está lejos de poder retener el poder. Hoy el peronismo tradicional o histórico lo representan figuras que ya fueron dejadas de lado como Schiaretti, Rodriguez Sáa, Urtubey, Randazzo, Pichetto o Puerta. Para la opinión pública es viejo, demodé y arcaico.
A futuro el peronismo tendrá que replantearse cómo seguir adelante sin el kirchnerismo y sin La Cámpora. Estos dos movimientos pueden quedar separados para crear un partido progresista de izquierda separado del PJ.
Todo esto hace que el pueblo esté harto de la política y de los políticos charlatanes y vendehumo. Por eso el crecimiento de Milei es notable, si bien parece inestable, según Andrés Malamud «Milei encaja en el molde de la alt-right de Trump, Vox y Bolsonaro», pero insiste en desestimar el componente novedoso: «Es prepotente, rabioso, políticamente incorrecto».
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Mientras los partidos políticos sigan siendo manejados por líderes con pretensiones personales de candidato, nunca se podrán reorganizar para generar una verdadera alternativa de gobierno. Hay mucho ego y mucho «negocio» por detrás de cada candidatura, pocas ideas y proyectos. Diversos grupos de poder influyen dentro de cada uno de los monstruos que esos u otros grupos crearon para quedarse con alguna porción del poder que logren con el triunfo electoral. Total, si no gana, matar a la criatura es muy sencillo y quienes se benefician de ellos, al no quedar expuestos, pueden volver a empezar en la próxima elección.
De esta forma la competencia electoral torna débil la democracia porque el dinero y el poder que esto conlleva tiende a desvirtuar la voluntad de los pueblos porque las discusiones se arman en torno de temas que no tienen relevancia para el futuro sino en torno de los que sirven para juntar votos.
Si el voto se decide por el dinero que ponen los grupos de poder, entonces estos alejan a cada uno de los gobiernos de sus compromisos y de la gobernabilidad.
Entonces ¿quién gobierna el Estado: los grupos de poder , los mercados o sus representantes democráticamente elegidos? Este es un dilema que la gente tiene y que los políticos deberán explicar.
Llegó el momento de la política que es la mejor estrategia electoral. Alianzas y acuerdos acompañados de un plan para tener gobernabilidad política duradera y asegurar la democracia por generaciones, por eso las personas reclaman que los políticos se nutran de un debate amplio para ver a dónde van.
«Me gustaría enseñarles el camino al infierno para que se mantengan apartados de él”, Nicolás Maquiavelo.
Nota publicada en Perfil