El papel de Cristina
El día estuvo repleto de símbolos. De eso, a fin de cuentas, es de lo que se trata una asunción presidencial: de símbolos. La primera postal que quedó para los diarios es la del flamante presidente manejando su propio auto hasta el Congreso.
La custodia lo seguía de incógnito. Después, el mismo presidente empujando la silla de ruedas de la hoy ex vicepresidenta de la Nación. Después, el traspaso impecable y con un abrazo que duró largos segundos, entre el presidente que se iba y el que llegaba.
Pequeños gestos que sirven para seguir fortaleciendo la imagen de Alberto Fernández. Al nuevo gobierno no le falta mística. Mientras la asunción se celebraba dentro del congreso, en la Plaza y en las calles había vuelto a pleno el folklore peronista: pese a los 40 grados, choripán, bailes y colores. Hay una amplia ilusión, y se nota.
A lo largo de la tarde, se podía ver en todas partes a la gente siguiendo la asunción en vivo a través del celular y de la radio. Hubo más símbolos. El hijo, Estanislao (o dyhzy) impecablemente vestido , llevando en la solapa el pañuelo multicolor, y su novia con el pañuelo verde.
Luego juraron los ministros ovaciones a los ministros camporistas y en especial a Zannini («Olé olé olé, Chino, Chino»”), quien estuvo preso por más de tres meses. No cuesta leer estos vítores en línea con los deseos del nuevo presidente de reformar la justicia.
Otro símbolo: a la espera de la jura, los líderes más variopintos, de Daniel Scioli, Anibal Fernandez Carlos Menem ,Cristóbal López. El dueño del Grupo Indalo, el secretario general de la CGT, Héctor Daer, Omar Viviani, Antonio Caló, y José Luis Lingeri, Oscar Parrilli exultante, entremezclados como la Biblia y el Calefón.
Después el discurso inaugural, conciliador, anti grieta y ambiciosos -como todos los discursos de toma de mando ,dicen lo que ideológicamente queda como concepto, de ahí en adelante cada uno por las expresiones en que momento y como se dijo toma su propia conclusión.
Escuchándolo cualquiera lo votaría, pero lo que importante es lo que viene mañana de la mano de Martín Guzmán, el nuevo Ministro de Economía. Y tuvimos uno de los símbolos más poderosos de todos, destinado a las tapas de los diarios: Cristina Fernández de Kirchner, ahora vicepresidenta de la Nación, que no le negó el saludo a Mauricio Macri, pero casi. Su mirada hacia otro lado, mientras le daba brevemente la mano, fue una instantánea que contrastó en buena medida con la actitud de Alberto.
No es ninguna novedad decirlo: Cristina fue protagonista de la asunción, al menos tanto como el propio Alberto. Cuando llegó el momento de hablar frente a la plaza, fue ella la que tomó primero la palabra. Ahí se pudo apreciar la conexión directa entre ella y la multitud. Cristina Kirchner se paró en el escenario como la depositaria de un poder directo del pueblo, y cumplió su papel de intermediaria, cediéndole (¿o prestándole?) el poder y la confianza de ese pueblo a su elegido Alberto Fernández.
El nuevo presidente aceptó ampliamente el compromiso: las primeras palabras de su propio discurso fueron en referencia a Néstor. ¨Juntos pensamos una país diferente ¨…. Si hablamos de símbolos, esta segunda parte de la asunción fue como un segundo traspaso. Alberto Fernández recibió de Macri una investidura institucional y legal, pero recibió de Cristina algo todavía más importante, una legitimidad espiritual.
Este es el equilibrio en el que tendrá que sostenerse su gobierno: con un ojo en la presidencia y otro en la unidad del peronismo. Un pilar ejecutivo y un pilar místico, la propia fórmula Fernández-Fernández se construyó sobre esta idea. Ahora veremos cómo se la lleva a cabo; por ahora, tuvimos bastante con los símbolos.
Nota publicada también en: Perfil.com