Sanfrancisqueños por el Mundo

El sanfrancisqueño y su arte de embellecer a la mujer en Miami

Nicolás Cabrera emigró en 2016 y se destaca en norteamérica embelleciendo mujeres de toda América Latina. 20 años de trayectoria que lo ubican como los grandes estilistas de EEUU.


En dos décadas de trayectoria, el estilista sanfrancisqueño Nicolás Cabrera desarrolló una gran capacidad para poder crear cualquier look que le pidan, capacidad para escuchar la necesidad de sus clientas y el talento para mantener sus cabellos lindos y saludables a través del tiempo. En el 2016 decidió vender su salón ubicado en la capital provincial para instalarse en Miami, Estados Unidos, con una profesión que le apasiona y le llena de mucha satisfacción embelleciendo mujeres de toda América Latina.

Un poco de historia

Cuando terminó su secundaria entró a estudiar teatro pero al poco tiempo se dio cuenta que lo suyo era la escuela de peluquería. De sus 40 años de vida, lleva 22 cortando cabellos de damas. Actualmente, Nico trabaja como estilista asociado en el salón Waxmee, ubicado en Brickell, donde tiene una variada clientela que incluye modelos, reinas de belleza, actrices y periodistas. Además, es padre de Francisco de 18 años y de Facundo de 16, a quienes les dedica la mayor de su tiempo libre.

«Mi madre tenía una chica que estudiaba peluquería y cada cierto tiempo le iba hacer el pelo a la casa. Eran los años noventa y mi mamá usaba un flequillo para adelante. Recuerdo que a la chica le estaba costando que le quedara bien, entonces, le dije que sabía cómo hacerlo porque sabía cómo le gustaba a mi mamá. Resulta que lo hice con mucha facilidad y ella me dijo que debía estudiar peluquería, pero estamos hablando de cuando tenía unos 13 años. Sin embargo, en el momento que entré a estudiar peluquería y pude tocar la primera cabeza me di cuenta de que esto era lo mío» comentó Cabrera.

Ante la consulta si es peluquero o estilista respondió «hoy en día, considero que soy estilista porque en estos 20 años de trayectoria he buscado incansablemente mucha información y me he preparado mucho para ello. Además, porque las clientas me eligen por un servicio completo, es decir, asesoramiento de un color, corte, peinado o bien cómo llevar un estilo para cada ocasión».

El es especialista de imponer un look a cada persona. Sobre esto indicó «muchas veces me pasa que cuando veo a una persona entrando por la puerta del salón yo ya entiendo el concepto de la persona. De cómo se viste, cómo se mueve, de cómo habla, de lo que trae puesto, si lleva un accesorio, a qué se anima, si es conservadora, si es más natural o es más avasallante. También, acostumbro a realizar una pequeña entrevista para conocer un poquito a la cliente. Uso el poder de escuchar la necesidad y de qué es lo que busca una persona que llega a mí. Así que una vez que voy armando un poquito ese rompecabezas me inspiro y puedo generar un look. Siempre acompañado con lo que la clienta quiere o con lo que la clienta se anima a usar».


Su partida a Estados Unidos

«Primero empecé a recibir capacitaciones en Estados Unidos. En el año 2010-2011 me invitan de la marca RedKen a un simposio en Las Vegas y vine con un grupo de ocho personas de Argentina. Ahí se me estalla la cabeza y veo toda la idiosincrasia americana plasmada en un gran evento y me gustó mucho. Al año siguiente fui al Centro Técnico de la Coloración de Rednek en Nueva York, donde tomé un curso privado con Sam Villa, un gran estilista americano y director artístico de la marca» expresó el estilista.

Sobre sus comienzos en el país del norte manifestó «vine a empezar de cero. La verdad es que nunca le he tenido miedo a los cambios y sentía que quería más en mi vida. Había muchas cosas que quería seguir haciendo y seguir logrando. Escogí Miami porque me llamaba mucho la atención la gran diversidad cultural y la gran cantidad de personas que hay con diferentes cabellos, looks y formas. Así que un día lo decidí y me vine».

Al arribar a Miami, comenzó a trabajar en el salón Ocean como asistente del argentino Pablo de Sensi, quien es el dueño. «Recuerdo que logramos hacer un gran equipo porque supo valorar mi trayectoria y mis ganas de seguir trabajando, buscando y aprendiendo. Luego, viajé a Londres a tomar un curso, considerado el más importante de Europa, que se llama Salón Internacional. Estuve una semana ahí. Posteriormente regresé a Miami y empecé a trabajar en el salón Waxmee».

El éxito hace que sea recomendado por su gran cantidad de clientes. «Creo que la mayor ventaja que puedo tener, y que me lo da la experiencia, es poder escuchar a las clientes lo que realmente quieren. Ellas necesitan ser escuchadas, ser aconsejadas, acompañadas a buscar su propio estilo, su propio color de cabello y corte. También, es importante adaptarse a la necesidad de cada persona porque hay quienes les encanta venir al salón todas las semanas o venir cada tres meses o una vez al año. Yo me adapto a la clientela y soy flexible en eso. Para mí cada persona que se sienta en mi sillón es única, es como pintar un cuadro.


Pero no todo es generar un nuevo look en su pelo sino que es más importante su trato cuenta Cabrera. «La gente cuando va a un salón o se va a sentar a la silla de un estilista busca sentir algo. Creo que hoy en día va muy por lo sensorial. Como estilista debemos de capacitarnos y formarnos para dar una linda sensación y un buen momento».

El trabajar con la imagen es también trabajar con la autoestima de la gente. ¿Cómo valora esa responsabilidad? «¡Así es! Yo lo tengo tan incorporado en mi trabajo que noto cuando las personas llegan un poco con el ánimo bajo. Pienso que el hacerles un pequeño cambio o asesorar con un corte ayuda mucho o al ofrecerles un producto que puedan llevarse a casa, la gente se va bien y con el ánimo arriba».

También, se dice que el estilista es como el confidente de sus clientes a lo que respondió «¿Literal! Con el tiempo se genera como un sentimiento familiar o de amistad. Por ejemplo, como empecé bien joven, tengo clientas en Argentina que las peiné para sus quince años, luego para sus egresos, boda, y en muchos eventos familiares o eventos importantes de la persona. El estilista siempre está acompañando, contemplando, aconsejando y sí, se vuelve un confidente o alguien cercano».

Como en todo trabajo, se encuentra con clientes difíciles. «En Miami me pasó hace unos años con esta moda del “balayage”. Me costaba hacer entender a las personas que el cabello para llegar a un tono bien claro tiene que pasar por un proceso y un acompañamiento donde se conjuga el arte con la química. Incluso, los productos químicos a veces suelen ser muy agresivos y me costó lidiar con eso. Pero al final, la gente que elige mi trabajo entiende el concepto que yo tengo. Para mí lo principal siempre es cuidar la salud del pelo».

Sobre su trabajo y la felicidad comentó «a mí me gusta y me hace muy feliz. El 99,9% de las personas que van al salón salen contentas porque se van peinadas, arregladas y con el look que salieron a buscar. Por más que sea un trabajo, me da satisfacción poder generar el bienestar en otros».

«Si volviera a nacer, nuevamente sería estilista» culminó.

Nota basada con información de Revista Vida y Éxito