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Espacios y prácticas educativas. Los desafíos en los que estamos inmersos

“El espacio es producto de relaciones (y de la falta de relaciones). Es una complejidad de redes, una malla, de vínculos, de prácticas, de intercambios, tanto a nivel muy íntimo (como él del hogar) como a los niveles de la ciudad, el país, lo global. Producimos el espacio en el manejo de nuestras vidas”. (Doreen Massey:2007).

Las transformaciones vividas en el sistema de educación superior a partir de la pandemia tienen mucho de adaptación a un proceso excepcional en la historia; pero también, aportan condimentos vinculados con la aceleración de cambios o cimbronazos en prácticas anquilosadas.

Varios años atrás Manuel Castells en su caracterización de una nueva realidad a la que denominó sociedad red, explicaba que el cambio estructural vivido repercutía en dos de las bases de la existencia, el espacio y el tiempo.

Los tiempos premoldeados, diseñados con una división tajante entre el trabajo y el ocio, entre el estudio y la diversión ya no son el único modo de organizar la vida ni el modo dominante. Tal como dice Marta Mena, hay una división del tiempo más borrosa, con gran porosidad en los límites que separan trabajo y ocio. Estas filtraciones, acortan y superponen momentos, implicando la necesidad de repensar el uso el tiempo en los procesos pedagógicos

A su vez, el espacio se presenta múltiple, hablar de él nos exige superar la mirada materialista que entiende al mismo como recipiente, como mera extensión de tierra vacía a ser llenada. El espacio implica materialidad y sentido, se mixtura en lo material entre lo físico y lo virtual; y no es posible pensar el comportamiento social, las articulaciones sociales, los conflictos, las cooperaciones en abstracto, sin espacio, sin los sentidos del espacio.

Nos centraremos en algunas de las características y de los desafíos que aparecen luego del cimbronazo pandémico, aspectos que seguramente requerirán la búsqueda de futuras profundizaciones.

Afrontar multiplicidades. Entre lo instantáneo y lo profundo, entre lo presente y lo distante.

El límite borroso de la división de tiempos implica, entre otras cosas, intervalos menores de atención en las actividades y muchas veces acciones superpuestas. Los dispositivos tecnológicos ya no son usados con el único objetivo de acortar distancias o de hacer llegar contenidos, sino que pueden convertirse en un elemento importante para una continuidad de interacciones.

El proceso educativo está formado por una multiplicidad de interrelaciones y articulaciones, con nodos centrales y periféricos, desconexiones y potenciales conexiones. Como presupuesto ontológico, los individuos son inseparables de sus contextos transaccionales y, en ese sentido, ha sido el aula el lugar de construcción del vínculo pedagógico; sin embargo, en la actualidad es imperante repensar los espacios y los contextos.

Los diversos territorios, hoy en día, están formados de lugares contiguos, lugares redes y lugares virtuales. Área, red, virtualidad son formas posibles para reflexionar en términos territoriales. La necesidad de pensar procesos educativos desde una mirada de espacio, implica continuidades materiales, de infraestructuras, de aulas, bibliotecas, comedores; pero también de interconexiones desterritorializadas, de distancias acortadas.

Se nos presentan un sin número de desafíos, algunos tienen que ver con el diseño de actividades que tengan en cuenta la posibilidad de aprovechar períodos cortos de alta productividad sin renunciar a las necesarias lecturas que implican plazos largos de atención. Por un lado, generar ritmos menos vertiginosos para poder tener los tiempos necesarios de la síntesis; y por el otro, acompañar procesos cortos de alta productividad con propuestas diseñadas específicamente con intervalos, de corta duración y de cierta densidad conceptual.

En este sentido, pensar secuencias de actividades diversas que acompañen un accionar con cierta dispersión característica del estudiante actual, intercalar materiales de audios o audiovisuales que corten la lectura sumados a actividades de producción propia pueden ser estrategias válidas para los tiempos que corren.

A su vez, es necesario acompañar lecturas con plazos largos de atención, intercaladas con actividades que saquen al lector de situaciones pasivas, buscando la construcción de conocimiento propio a partir de esquemas, mapas mentales, u otras estrategias de producción.

Si bien, las alteraciones provocadas por la emergencia sanitaria serán transitorias, el cimbronazo nos obligó a repensar nuestras prácticas habituales y nos desbordó de interrogantes. Hoy resulta necesario profundizar sobre aquellas prácticas que deberán capitalizarse cuando retornemos a la presencialidad, a través de la reflexión profunda, la sistematización y la evaluación de las herramientas que permitieron el desarrollo autónomo de habilidades cognitivas superiores en nuestros estudiantes vinculados con su formación específica, intelectual, crítica y ética.

Seguramente el desafío está en encontrar los modos de integración y complementación entre lo presencial y lo virtual, que sirvan para complejizar, mejorar, sofisticar la relación con los conocimientos en juego, los que se producen en el vínculo, los que se trasmiten, los que se interpelan; y en esa relación con el conocimiento, aportar al desarrollo de capacidades acordes a los tiempos que corren.

Fuente: villamariaeducativa.com.ar

(*) – El autor es Decano del Instituto Académico y Pedagógico de Ciencias Sociales (IAPCS) de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM).