El gran misterio: ¿Qué comunica Cambiemos ?
Los momentos de crisis siempre ponen a prueba la solidez de un grupo. Aquellos que están bien afianzados pueden sobrevivir al temporal, pero los que ya tenían problemas caen en el conflicto y la disgregación. Lo vimos la última semana, después de la derrota de nuestra Selección a manos de Francia.
Este golpe generó incertidumbre e intrigas. Messi volvió mudo; el Kun Aguero y Otamendi le hicieron un desplante al cuerpo técnico, y el propio Sampaoli no terminó de asumir la derrota, ya que insiste en seguir en su cargo.
Este tipo de mensajes contradictorios siempre son el primer indicio de que un grupo está resquebrajando. Unos dicen una cosa, otros dicen otra, otros no están enterados de lo que dijeron sus compañeros, otros no dicen nada.
A estas alturas, ya bien entrados en su tercer año de gobierno, no es ninguna novedad decir que Cambiemos tiene serios problemas de comunicación y de liderazgo. Los tuvo siempre, pero cuando los vientos políticos soplaban a su favor, era más difícil notarlo. Es en los momentos de crisis que estos problemas se hacen más evidentes.
Las dificultades de la situación económica, las tensiones políticas y la emergencia de temas polémicos, como el aborto, pusieron al gobierno de Cambiemos contra las cuerdas de su propia incapacidad de comunicar. La mayoría de los referentes parecen estar, ahora mismo, escondidos abajo de la alfombra, y el presidente parece cada vez más solitario en medio de las turbulencias.
Se hace evidente, en primer lugar, que no hay un vocero oficial que pueda transmitir los mensajes del gobierno y llevar calma a la sociedad. Peña quedó un poco y en solitario haciendo las defensas hacia la oposición y hacia adentro mismo del gabinete y cambiemos. Entretanto, se conocieron declaraciones del ex ministro Aranguren, que afirma que él no renunció y que su estilo de liderazgo no dejó contentos a muchos aliados. “Me llamó Gustavo Lopetegui y me lo comunicó. Si bien algo me esperaba, sentí sorpresa y decepción”.
Competir con el propio equipo es la mayor incongruencia para un líder, pero a menudo ocurre. Hay jefes que lo hacen por su propia inseguridad y que por eso mismo toleran solo a los de bajo rendimiento (los “underachievers”). Este es un lugar en el que muchas veces se ha puesto a sí mismo Marcos Peña. Sin embargo, tras los últimos sobresaltos económicos, el jefe de gabinete parece haber perdido ascendente; su lugar quedó vacante y tecleando y nadie parece dispuesto a ocuparlo.
Cuando algún los miembros del gobierno sale a hablar, queda la sensación de que lo hacen sin una línea clara que transmitir. Son la evidencia de que alguien por detrás les dice “hey, salí a darme una mano”. Y esto se les pide a quienes no están preparados para hacerlo ya que no son voceros y en cambio siempre se privilegió al equipo sobre las personas.
La virtud del mensaje, como se sabe en el área de comunicación, muchas veces está más en la persona que lo dice que en lo que dice. La reputación y la imagen del vocero construyen un mensaje más sencillo y creíble; cuando esto no ocurre, la gente desconfía, y se acumulan declaraciones variopintas, contradicciones e ideas locas, irrealizables o absurdas, que obliga a algún otro miembros del gobierno a salir y aclarar lo que dijo el primero.
Lo que en algunos casos es improvisación, en otros parece también mala voluntad. Esto, que se vendía como un equipo, resulta no ser tal. Muchos se huelen ya las próximas elecciones y percibiendo la caída en la imagen de Macri, prefieren no quedar pegados a él y hacer la suya. Cada quien cuida su quintita de cara al 2019, pero si en este tiempo los vientos cambian, es probable que vuelvan a alistarse atrás del Presidente.
Otro de los síntomas de esta ruptura es el desconcierto. Eran muchos, aparentemente, los que pensaban que esta crisis nunca llegaría, que no podía llegar. Y una vez que llegó, la respuesta fue excesivamente débil. No se formó un comité de manejo de crisis que estableciera una línea clara de comunicación, que explicara a las funcionarios qué decir y cómo decirlo cuando salieran a hablar.
Cuando se plantea una situación de estas características, se debe construir un mensaje para modificar las expectativas de éxito y fracaso, redefinir objetivos, estrategias y tácticas, atacar la crisis psicológica del equipo para activarlo y buscar la respuesta del grupo. Pero no parece haber nadie preparado para esto en el universo Cambiemos.
Es también una situación ejemplificadora de lo que puede ocurrir cuando se estiran los márgenes del gobierno.
Cambiemos hizo una buena gestión en la ciudad, pero el mismo partido no supo cómo desenvolverse al frente de un escenario nacional e internacional. Simultáneamente, el exceso de confianza en su propio plan económico generó la falsa sensación de que no podría fallar, y los dejó aturdidos cuando no dio los resultados esperados. El gobierno construyó su propia paradoja: si el optimismo es bueno, el exceso de optimismo nos roba la capacidad de responder ante las situaciones difíciles.