Policiales

Inflación: arriba del 20%, al menos, por un año más

La suba de precios en la economía doméstica será más alta este año que la registrada en 2017, y el Gobierno apuesta ahora, y hasta el fin de su mandato, a una baja menos ambiciosa que la planificada inicialmente para un indicador sobre el que nunca tuvo control.

Unas 60 consultoras y bancos esperan una inflación promedio del 27,1% para 2018, según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central. Son 2,3 puntos porcentuales por encima del movimiento de precios del año pasado.

Pero como el peso se sigue devaluando y el Gobierno aumentará el recorte de subsidios generando una mayor suba de tarifas, el mercado ya está recalculando y a principios de julio el REM ubicará su pronóstico en torno al 30%.

La clave está en una variable: el precio del dólar. Para conseguir el crédito de 50.000 millones de dólares, el Gobierno se comprometió ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) a que el Banco Central ya no intervendrá en el mercado de cambios.

Esa libre flotación valió una suba de 42 centavos (1,63%) del billete verde en la primera rueda sin presencia del Central el viernes, para dejar al tipo de cambio minorista en los 25,95 pesos, acumulando una devaluación del 37,2 desde que arrancó el año.

Si bien no lo reconocen públicamente, será ahora el ministerio de Finanzas, a través del Banco de la Nación, el que saldrá a jugar para evitar corridas.

Desde el 20 de junio, el ministro Luis Caputo tendrá unos 15.000 millones de dólares, la primera cuota que llegará del FMI.

Hay un dato que los banqueros repiten en susurros para no ser sometidos al escarnio público: para tener la misma competitividad cambiaria de 2006, cuando la Argentina crecía al 8,5% anual, el precio del dólar debería ser de 42 pesos.

Otra variable fundamental que incide en la generación de inflación es la confianza.

En los hechos, el Gobierno y el Central parecen no cultivar esta teoría: han cambiado las metas de inflación dos veces en menos de seis meses. Para el mercado, un papelón.

El 28 de diciembre, se anunciaron las nuevas metas de inflación del 15% para 2018; 10% para 2019 y 5% para 2020. Ese recálculo fue motivado por la realidad: un recalentamiento de precios en el tramo final de 2017 e inicios de 2018.

Ahora, tras un nuevo baño de realidad, las metas de inflación acordadas con el FMI son: 17% para 2019, 13% para 2020 y 9% para 2021.

El presiente Mauricio Macri terminará así su mandato sin haber cumplido una promesa central de campaña: inflación de un dígito.

Lo dijo el propio Federico Sturzenegger, presidente del Central: el nuevo objetivo es que recién en junio de 2019 la inflación viaje a un ritmo anualizado del 22%.

Para ello, el FMI le irá tomando examen a este funcionario cada tres meses: el primero será en septiembre.

El 20 de junio, el Fondo difundirá el Memorándum de Entendimiento firmado con Sturzenegger y con el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Allí se conocerán las “escalas intermedias” trimestrales a las que deberá ir descendiendo la inflación.

A pesar de haber mordido la banquina en estos dos años y medio con la inflación, en la Casa Rosada están, una vez más, confiados en el rumbo. Sostienen que un ajuste fiscal de 500.000 millones de pesos planchará el consumo y los precios indefectiblemente se enfriarán.

Un análisis de la Universidad del Salvador revelado ayer estima que por una “aceleración”, la inflación de 2018 se ubicará entre el 27% y el 30%, en un escenario de “recesión para el segundo semestre de este año”.

Dos visiones

Con la llegada del FMI y tras 30 meses de gestión, el discurso de Cambiemos tomó una línea más ortodoxa: hay inflación por la emisión monetaria, que nunca en la era Macri logró crecer menos del 20% anual.

Y sin reconocer errores propios y acudiendo una vez más a la tan mencionada “herencia” del kirchnerismo, Cambiemos vuelve ahora a una tesis de su apogeo: el Banco Central tiene que ser más independiente para que el mercado confíe.

Lucas Llach, vicepresidente de la autoridad monetaria, consideró ayer que el plan acordado con el Fondo consiste en endeudarse menos y más barato, y “apagar para siempre” la maquinita financiadora de déficit fiscal. Es decir, dejar de emitir billetes sin respaldo.

Para Mercedes Marcó del Pont, expresidenta del BCRA durante el kirchnerismo, el plan con el Fondo encierra en sí mismo una generación de inflación adicional, al menos hasta 2021, por la devaluación contra el dólar que solicita el organismo para licuar el déficit de cuenta corriente.

“El Fondo dice que el problema es la cantidad de pesos, promoviendo que la moneda se devalúe más y más”, analizó y señaló que, justamente, “uno de los factores que promovió la inflación fue la devaluación, que también impacta en las tarifas”.

Los más perjudicados

La suba de precios les pega a todos los agentes económicos, pero no a todos de la misma manera: los pobres, los trabajadores con salarios más bajos y los jubilados vienen soportando una mayor presión que los sectores de mayor poder adquisitivo.

Desde noviembre de 2015, la inflación acumulada del decil 1 de los asalariados formales (con ingresos más bajos) fue del 121,3%, es decir, unos 27,9 puntos porcentuales más alta que la del decil 10 (con los mejores ingresos), que anotó un alza del 93,4%.

Impacto dispar: Pobres frente a ricos

El Instituto Estadístico de los Trabajadores señaló que la inflación general en los últimos 12 meses (hasta mayo) fue del 27,1%. El trabajo reveló que, para los que menos ganan, el alza de los precios fue del 30%, mientras que para los que más ganan fue del 25,6%. La diferencia se genera por la conformación de la canasta de consumo. Lo que más aumentó fueron los servicios, los alimentos y bebidas y la indumentaria, a lo que los pobres destinan el 95% de sus ingresos.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior