Jorge Bogonogni: «Macri salió a comerse la cancha y Fernández a mantener el resultado»
La Segunda Jornada de Debate de los Candidatos a Presidente, a no más de 168 horas de emitir los sufragios y que con mucha probabilidad, el próximo 27 de octubre nos encontrará con el nombre del Primer Mandatario Nacional por los 4 años venideros, en términos generales no movió mucho el amperímetro de la opinión pública.
A pesar que la lógica de trabajo muy estructurada y rígida para el tamaño de participantes no colabora en la expectativa del elector (televidente) cumplió su rol y al menos permitió informar con más agudeza, de mínima para ese conjunto de ciudadanos pocos (o nada) informado sobre algunos tópicos de la agenda pública actual.
Desde el prisma estratégico de cada participante, las luces y sombras se notaron mucho. Veamos brevemente cada uno de ellos:
Nicolás del Caño se acordó que es candidato presidencial por la Argentina y no un Parlamentario Latinoamericano y en su rigidez ideológica ancló la discusión.
José Luis Gomez Centurión, sin su discurso de las dos vidas pasó muy desapercibido.
Roberto Lavagna, se mostró lento y hasta débil en sus argumentos. Es el candidato que más votos puede llegar a transferir a otro, en virtud de su actuación.
José Luis Espert, si bien se percibió sólido en sus argumentaciones genera una doble sensación. Por un lado, funciona como la banca del pueblo conservador liberal de un público de más de 50 años que sobrevivió a varias crisis y se muestra con cierta desconfianza sobre las instituciones, a quién un millenial no le atribuiría más de 48 hs en el poder, fruto de vehemencia impulsiva con la que construye su discurso.
Nuevamente el otro debate se esgrimió entre el oficialismo y la principal oposición que reúnen más del 80 % del electorado, donde ocurrió lo que el Manual del Debate instituye.
Alberto Fernandez, a la defensiva en pro de conservar la probabilidad estadística de ser electo Presidente en Primera Vuelta y dañando a Macri en su máxima vulnerabilidad: su historia familiar vinculada a las obras y
servicios públicos otrora dada.
Mauricio Macri salió a comerse la cancha, sabiendo que si no hacía eso, podía perder más votos que los obtenidos en PASO, porque arrancó el segundo partido con 2-0 abajo y el gol de visitante valía doble. Ergo, tuvo que atacar, provocar, mostrarse ocupado, liderar pero indudablemente las agresiones no son su fortaleza y se lo notó un poco nervioso.
En resumen, conservar el resultado de PASO fue la guía. No salirse del libreto y que la fuerza inercial lograda en agosto, sea eso. En el fondo, cada uno pescó en su pecera y más aún, la estructura de funcionamiento lo convirtió en un esquema aburrido, tedioso, insulso y con poco debate. El próximo domingo, sabremos que decide el pueblo argentino.