Policiales

La educación virtual no llega a todos en las escuelas estatales

La educación virtual que se implementó de un día para otro en todas las escuelas estatales y privadas, a causa de la cuarentena obligatoria por el coronavirus, no llega a todos los estudiantes cordobeses por igual. Sin acceso a internet ni a aparatos tecnológicos en el hogar y, en muchos casos, sin teléfono celular en la familia, los docentes se las ingenian para acercar cuadernillos en papel a los alumnos con mayores carencias.

La pandemia, explican los educadores, deja en evidencia la enorme desigualdad social y educativa entre los alumnos de la provincia.

Algunos acceden a las plataformas virtuales de los ministerios de Educación, local y nacional, pero la enorme mayoría recibe trabajos vía WhatsApp y un número significativo retira fotocopias al momento de buscar los módulos alimentarios del Paicor o en negocios barriales que se ofrecen a hacer de puente entre la escuela y las familias.

La situación en los colegios privados es diferente, al igual que en las 221 instituciones estatales adheridas al nuevo régimen académico, que representan el 23% del total de las escuelas secundarias. Allí, el uso y el alcance de la educación virtual son mayores porque las circunstancias son diferentes.

Alicia Medrano, maestra de segundo grado de la escuela Ricardo Nasiff, en IPV Argüello, al norte de la ciudad de Córdoba, explica que al comienzo de la cuarentena elaboraron cuadernillos con actividades que van siguiendo por WhatsApp. Por esa vía, envían lecturas de cuentos o audios con coplas para trabajar en familia.

“Son niños de primer y segundo grado y las mamás no saben cómo enseñarles, cómo hacer la actividad. Las familias nos dicen que es imposible ver los cuentos. ¿Cómo hacés en este lugar donde no tenés internet? Alguno de la familia puede tener datos en el celular, pero no todos tienen teléfono”, cuenta.

Incluso, algunos niños tienen registrado como único contacto el número de un vecino. En esos casos, es complicado pasar la tarea. “Estamos proponiendo hacer otros cuadernillos y dejarlos ahí para cuando vayan al comedor”, explica la maestra. Eso ocurre cada 15 días, cuando se entregan los módulos alimentarios.

“No son todos los casos, pero la mayoría de los 370 chicos de la escuela no tienen internet”, apunta la docente. La escuela está relevando a aquellos a los que no les llegan los materiales para acercárselos. “No sé si corre riesgo todo el ciclo lectivo, pero sí corren riesgo los aprendizajes”, remarca Medrano, que también reconoce el esfuerzo de las familias.

“Ahí están las dos caras: los que tienen internet y pueden, y los que no, que están más atrasados. Me da pena, tristeza. Me duele porque vivo en el barrio y conozco a los chicos que realmente no tienen internet”, dice Medrano.

Estela Altamirano, maestra de sordos en el Instituto Bilingüe para Sordos (Ibis) que funciona en Alto Alberdi, plantea que la educación especial y primaria virtual es complicada, aunque no imposible.

“La primera semana fue caótica; hubo que acordar, pensar la forma. No teníamos la plataforma, los contenidos que plantean para las escuelas primarias están lejos de las posibilidades de los chicos que no tienen internet. Es muy complicada la realidad de las familias que envían a sus hijos a la escuela especial”, plantea Altamirano.

Las maestras comparten archivos que se puedan descargar en el teléfono. “Lo vamos aceitando y se va a lograr de a poco. Se hacen más actividades de repaso que de enseñanza en sí misma, pensando en ciertas familias”, remarca.

El Ipem 338 Salvador Mazza, de barrio Marqués Anexo, desarrolló el proyecto institucional “Juntos, la escuela en casa” con varias acciones: clases en línea, grupos de WhatsApp y fotocopias. Sólo el 10% de los 310 estudiantes del Ipem pueden seguir las clases virtuales a través de la plataforma educativa gratuita Classroom. El 40% recibe materiales por mensajes a través del celular y el restante 50% retira fotocopias con actividades que se imprimen en la escuela a la hora de buscar la comida.

“Los chicos tienen escasa conectividad y pocos recursos tecnológicos en la casa”, explica el vicedirector, José Falco, quien asegura que los padres están muy interesados en recibir los materiales en formato papel. “La clase virtual es una utopía para nosotros, es muy difícil y no se está logrando. Estamos trabajando para llegar a todas las casas”, remarca Falco.

Elizabeth Garbino, directora del Ipem 312 de barrio Ferreyra, relata estrategias similares a las otras escuelas: el principal contacto es a través de las redes sociales. Sin embargo, coincide en que son insuficientes dadas las realidades socioeconómicas de los alumnos.

“De nuevo queda expuesta la desigualdad social. Hemos dejado trabajos en las dos librerías del barrio para los que no tengan acceso a internet, pero ¿en qué condiciones pueden trabajar? En una pieza de cuatro por cuatro con techo de chapa, ¿qué aislamiento pueden hacer? ¿Qué tarea pueden cumplir? No sé cómo se va a medir esto cuando regresemos”, remarca Garbino.

En el Ipem trabajan con Classroom con los cursos más altos, pero, una vez más, no todos tienen acceso a esa plataforma. “Hemos difundido las clases virtuales que dan en la televisión. El resultado lo vamos a ver a la vuelta porque les hemos pedido que todos los trabajos que vayan haciendo los encarpeten y los presenten al regreso, pero ese regreso se están postergando y ahí vamos a ver los resultados reales”, sostiene.

Sin recursos tecnológicos

“En contextos vulnerables, es difícil acreditar los contenidos, ya que los padres no pueden ayudarlos. Hay situaciones de abusos y de violencia que agravan la situación. No creo que la educación a distancia reemplace a la escuela, aun en otros contextos sociales. Se tendrá que evaluar cómo hacer para garantizar la promoción”, plantea Adriana, maestra de una escuela primaria estatal ubicada en las márgenes de la ciudad de Córdoba.

Vilma Báez, directora de la escuela Gobernador Justo Páez Molina, de barrio Las Palmas, cuenta que mantienen el vínculo con los estudiantes a través de diversas redes.

“Estamos haciendo un monitoreo y, pese al esfuerzo, hay 11 alumnos con los que no podemos comunicarnos para que reciban la actividad. Tenemos 59 estudiantes que la están recibiendo en formato papel porque no tienen WhatsApp, ni celulares, ni medios de comunicación y viven muy lejos; hay otros alumnos que necesitan adecuaciones en las actividades”, explica Báez. El número de niños que reciben actividades en papel o no acceden a algún material representa el 10% de la matrícula de la escuela.

“La plataforma del Gobierno (’Tu escuela en casa’) tiene fortalezas y debilidades. Es un buen recurso para la planificación, sacar materiales, pero la debilidad es que en nuestra comunidad no todos nuestros alumnos pueden navegar, entrar a los links, porque no cuentan con un buen dispositivo. No todos tienen netbook o PC ni conectividad”, remarca Báez.

“Estamos evaluando día a día con el equipo docente y recalculando. Pensábamos en un audio cortito para mostrarles la calidez, no sólo una actividad. Decirles ‘estamos acá, vos podés con estas actividades’”, remarca la directora. Situaciones distintas se viven en escuelas mejor equipadas que han adherido a la reforma del secundario. Es el caso del Ipem 8 Manuel Reyes Reyna, de barrio La France, que se sumó al nuevo régimen en 2018 y que están habituados al uso de tecnologías y de aulas virtuales.

“Los jóvenes están enviando sus producciones, los profesores les hacen las observaciones y, en caso de ser necesario, se les indican los aspectos que se deben ajustar o los contenidos por recuperar para que así el alumno no vea resentida su trayectoria escolar”, indicó Darío Benítez, director del Ipem.

Colectivo docente alerta sobrecarga laboral

Desde el colectivo docente Otilia Lescano, advirtieron sobre las malas condiciones de trabajo en época de pandemia.

“Esta situación nos enfrenta con la sobrecarga laboral, precarización de nuestro trabajo y de nuestra vida a lxs que trabajamos en las escuelas… Se están vulnerando derechos que tenemos por estatuto, como el cumplimentar un determinado horario de jornada laboral, que se termina duplicando o triplicando para garantizar la multiplicidad de tareas que implica trabajar de manera virtual”, indican en un comunicado, escrito con la x de lenguaje inclusivo.

La situación, sostienen, genera cansancio, desgaste y sobrecarga. “¿Cómo lo están viviendo lxs docentes que tienen horas cátedra y trabajan en muchas escuelas, con gran cantidad de estudiantes? ¿Qué sucede con lxs docentes y estudiantes que no tienen ningún tipo de acceso a internet? En ese marco, ¿qué alternativa propone el ministerio para estas situaciones tan frecuentes en nuestra provincia? ¿Qué implica la virtualidad en las modalidades o niveles donde la guía presencial es imprescindible?”, se preguntan.

Alertan, además, que el sistema educativo no se encuentra preparado para implementar la educación virtual, “ya que no hubo previa inversión en capacitación, en recursos”. “Lxs docentes debemos usar nuestras computadoras, la internet de nuestra casa, y capacitarnos individualmente para llevar adelante esta tarea. Una vez más queda claro que el Estado piensa en materia educativa para unxs pocxs, cuando hay gran cantidad de estudiantes y de docentes que no cuentan con las condiciones para poder enseñar y aprender a través de la virtualidad”, argumentan.

Las familias, entre el desborde y la desorientación

Las escuelas están tratando de dar con la tecla en los contenidos que envían a sus alumnos y las familias, de acomodarse a una nueva realidad en la que tienen un rol protagónico como guías en las actividades escolares.

Muchas madres cuentan que están desorientadas y atosigadas por el trabajo propio y por el escolar. Lo mismo ocurre con los docentes enfocados no sólo en reinventar estrategias, sino, en muchos casos, en adaptarse a las herramientas tecnológicas.

En general, los colegios privados tienen alguna experiencia virtual previa o plataformas educativas a distancia. Pero les falta la práctica diaria de acercar contenidos y materiales en tiempo real.

Un relevamiento hecho por este diario revela un panorama dispar que va desde las quejas por el volumen de trabajo que envían maestros y profesores, con pocas explicaciones e insuficiente feedback, hasta la admiración y el agradecimiento por la dedicación.

Lo cierto es que, para bien o para mal, los grupos de WhatsApp arden por estos días. Las madres, en general, están abrumadas por esta nueva y obligada manera de enseñar y aprender, como se observa en este extracto de un chat de mamás de niños de segundo grado.

“Chicas, perdón… ¿En qué parte dice que hay que hacer todas estas cosas?”, pregunta una madre. “Yo no tengo ni idea de qué hablan”, contesta otra. “Hola, chicas. Yo creo entonces que no hagamos las actividades que dice el libro. No sé qué les parece”, comenta una más. “Consulta: cuando dice escribir en el cuaderno de música, ¿qué cuaderno?”, se angustia otra mujer.

Madres y docentes

“Como mamá, tratás de acomodarte, pero qué pasa si la mamá no sabe. Mi hijo, que empezó primer año de la secundaria, no encuentra la experiencia tan divertida, y hasta los más reacios a ir al colegio quieren ir porque esto les cuesta. Las mamás estamos muy activas, tirándonos una soga, tratando de ayudar. Es un ‘laburazo’ y uno como mamá lo hace. Hay padres que piden que no les cobren las cuotas completas porque todo lo estamos haciendo nosotros y nos estamos arreglando solos”, asegura Marcela, mamá de Nicolás, que asiste a un colegio privado en las Sierras Chicas.

Soledad Martínez Costa, profesora de Lengua en un colegio privado, explica que trabaja con una plataforma sencilla, pero la cantidad de material que llega para visar y corregir es enorme.

“Uno tiene que ver todo lo que llega y te atosigás de tarea. Hay que empezar a dosificar. Les dejé copias con ejercicios y les fui pidiendo que preguntaran las dudas. Mando por foto la devolución porque son análisis sintácticos, cuadros de clasificación de palabras y verbos en tercer y en cuarto años”, explica.

Los alumnos más grandes realizan trabajos colaborativos creativos, además de los individuales. “Creo que es muy importante que los docentes bajemos un poco las expectativas, que nos atengamos a las distintas realidades, porque hay familias que tienen sólo una computadora o tienen mala conectividad, y papás que trabajan en casa, además de los hermanos. No podemos dar muchas actividades ni todo lo que pensábamos hacer si estuviéramos en épocas normales. No son épocas normales y hay otras ansiedades, temores, angustias que tienen nuestros alumnos. Eso educa, eso enseña. Todos nos vamos acomodando”, asegura la docente.

Gabriela cuenta que el colegio y el instituto de inglés adonde asiste su hija adolescente están bien organizados. “Algunos se quejan de que les dan mucho, pero es para mantenerlos ocupados”, explica. “Valoro muchísimo el esfuerzo que se hizo en pocos días y todo lo que se puso en funcionamiento para no perder tanto”, agrega.

Estela tiene dos hijas en una primaria privada. “Mandan bastantes actividades, pero no son agobiante; las realizan en dos horas. Los chicos están haciendo cosas y la escuela sigue conectada”, apunta.

Inés, mamá de cuatro hijas, comenta: “Me impacta el gran trabajo que están haciendo los docentes. Las madres nos estamos volviendo locas, hay que compartir computadora. Hay días muy cargados, otros más manejables. Ayer, hasta las 8 de la noche, toda la familia estaba haciendo cosas”.

A Gloria, mamá de Santiago, en tercer año de un colegio parroquial, le preocupa cómo fijarán los aprendizajes. “Cuando retomen, tendrán que evaluar lo que les ha quedado porque son muchas definiciones en distintas materias. Hay que profundizar después con la evaluación y, en una segunda parte, con la corrección”, opina.

Fuente: La Voz del Interior. La Voz del Interior