La falacia del «Fin de Ciclo»
Algunos políticos y periodistas a ambos lados de la grieta, se parecen a Humpthy Dumpty, cuando le responde al conocido personaje infantil de Alicia diciendo que las palabras significan lo que él quiere que digan porque les da una paga extraordinaria para eso.
En ese juego de empujar los límites del sentido hay que tener cuidado. Se hacen comunes palabras que son peligrosas y se manejan con una liviandad tremenda porque son efectivas para los títulos y para jugar a la inestabilidad. Son efectivas y venden porque en nuestro país, somos fatalistas, inseguros y autodestructivos. Pero además de para vender, son efectivas para mover la realidad hacia lugares poco agradables para la gente.
Tras las elecciones vimos repetido en boca de todos la frase “Fin de ciclo”, presentando lo que en cualquier otro lugar sería un acto democrático más o menos rutinario como un cambio radical en la vida de todos. A mí la frase “fin de ciclo” me genera respeto y creo que no debe usarse porque sí.
Lo que se ve en la renuncia de la miembro de la suprema corte, Highton de Nolasco, será un fin de ciclo pero para ella en su vida, pero nada más. Las PASO no adelantan un fin de ciclo, a lo sumo presagian un fin de mandato sin reelección. Un final de un ejercicio del poder que será reestructurado luego al interior del sistema político.
La palabra “fin” nos hace pensar a los ciudadanos que se terminará un modo de vida y nos genera angustias, pero lo cierto es que no es siquiera el final de un mandato porque quedan 2 años de gobierno y después quedará un proceso democrático así como nos queda una república y quedamos los ciudadanos.
El fin de ciclo es producto de un cansancio o el signo de la ruptura de un pacto de convivencia política, puede afectar la libertad de expresión, la libertad de vivir, la mínima posibilidad de previsión que todavía existe; en definitiva, la vida democrática. Un fin de ciclo está marcado por un momento en que ya no podemos sentarnos a tomar las decisiones en el mismo espacio y de la misma forma que antes. Es cuando se rompe un pacto.
Las elecciones dan un mensaje claro de por dónde no quiere ir el pueblo, no hay un malestar hacia lo público porque hay un espacio donde manifestar la necesidad de un cambio.
Los seres humanos (y más los argentinos) estamos construidos sobre la base de la adaptación a los cambios y los momentos de incertidumbre pueden ayudarnos a decidir, elegir, aprender y crecer ( Resiliencia).
A pesar de esto, hablar de final de ciclo para referirse a un gobierno en nuestra sociedad no es agradable y genera más estrés que aprendizaje. Cuando se prende la mecha de la incertidumbre política, los acontecimientos se precipitan y pasamos a ser un país amenazado, sin credibilidad, sin perspectiva de conciliar los problemas de cohesión social que desilusionan a los ciudadanos de todas las ideologías.
Alberto Fernández dispone de toda la legitimidad y todo el derecho para avanzar y transformar un país. Lo único que sucedió fue que la gente evaluó al gobierno y, dentro de los mecanismos institucionales, decidió dar señales y herramientas para ir en un sentido diferente del que venimos siguiendo.
Pero la irresponsabilidad del fantasma del fin de ciclo no es solamente de la oposición política y mediática, sino que, dentro de su mismo espacio, las internas hacen lo propio. Hay muchos irresponsables dentro del Frente de Todos que también tratan de empujar al abismo.
La disputa post electoral, en lugar de afianzar a una fuerza del trío gobernante de Alberto, el massismo y el kirchnerismo, parece sumar a la ecuación del poder algunos de los gobernadores en el manzurismo, y el kirchnerismo con un doble comando de Crisitina y La Cámpora que paulatinamente va perdiendo su mística .
El propio albertismo (si existiera), en el fondo, debería considerar las posibilidades de dejar de ser el grupo de Alberto y sus amigos para ganar un peso propio en la política tomando decisiones interesantes más allá del resultado electoral. Nuestro país necesita recrear la confianza, el diálogo, romper las grietas para avanzar y un pueblo que parece cada día más decidido a eso.
Pese a todo, no hay una ruptura de ciclo, porque quedan 2 años de gobierno y más allá de algunas disputas altisonantes, en el fondo, nadie (ni dentro del sistema político ni en la gran mayoría del pueblo) pretende que Alberto se vaya corriendo, por más titulares escandalosos que se publiquen
Esta decisión popular, parece haber empezado a nivel nacional, pero a la luz de algunas sorpresas en diversas provincias, los gobiernos enquistados en el poder se empiezan a incomodar porque se notan las deudas que también estos tienen con la gente. La sociedad lo percibe con claridad y hará uso de la opción del voto buscando vivir en una sociedad libre, colaborativa y que les permita sostener la ilusión de un futuro mejor.
«Debemos aceptar la decepción finita, pero nunca debemos perder la esperanza infinita» (Martin Luther King)
Nota publicada también en: Perfil.com
(*) Consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador (USAL). Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Es docente universitario en UCA y USAL. Columnista de Diario San Francisco, Perfil.com y FM Milenieum, entre otros medios del país y del mundo.