La historia de un piloto que rompió todos los protocolos para salvar la vida de un niño
Noche del martes 30 de mayo.
El vuelo de Aerolíneas Argentinas 1302 Buenos Aires-Miami despega en punto. Hay alegría a bordo: dejar el frío y la humedad porteñas por la dorada Miami es un regalo doble: alma y cuerpo.
Pero algo grave sucede. Un niño de 8 años sufre, súbitamente, una grave lesión perforante en un pulmón.
En tierra, las decisiones extremas son más fáciles. Pero a ocho mil metros de altura, una emergencia controlable entra en el dramático círculo de las situaciones límite.
¿Qué hacer?
En este caso no hubo vacilación alguna. El comandante toma la suprema y luminosa decisión: «Este avión baja». Y baja contra todo: el protocolo, el intento de atender al niño en vuelo, el riesgo, etcétera.
La nave pone proa al aeropuerto más cercano: Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Mientras, una pasajera se acerca al niño y le practica algunos ejercicios terapéuticos de emergencia.
Las ruedas tocan tierra en el aeropuerto boliviano de Viru Viru. Los relojes y la sangre se aceleran.
El niño baja con su madre y otros tres pasajeros: enfermeros improvisados. Y todo sigue en cámara acelerada.
El grupo recala en la clínica Foianini, en la calle Irala 468.
Peligro: el niño está al borde de un neumotórax. Un colapso pulmonar que ocurre cuando el aire escapa del pulmón y llena el espacio entre éste y la pared torácica. Esa acumulación presiona al pulmón y no le permite expandirse cuando el enfermo inspira.
Pero la operación de urgencia es un éxito: el niño está a salvo.
Porque no sólo funcionó la decisión del comandante: toda la tripulación se puso en marcha. Y también cinco médicos que viajaban con el mismo destino.
Dos largas horas pasaron… Cuando el pulgar arriba indicó que la vida había vencido a su enemiga, el Airbus 330-200 matrícula LV-FVI hizo vibrar sus turbinas, se elevó, y puso su brújula hacia Miami.
Los pasajeros celebraron: una vida vale más que todos los contratiempos, los protocolos, las dudas. Incluso más que los riesgos de no encontrar en tierra la solución…
Desde luego, lo que sucedió explica la formación, el entrenamiento, la capacidad de los pilotos y los tripulantes de cabina. Primer nivel…
Pero mucho más allá de lo técnico, del «saber hacer», esa batalla la ganó el «querer hacer». El alma. El corazón. La garra. El respeto sagrado por la vida.
Honor a todos ellos.
Felicitaciones a la tripulación del vuelo AR1302 de @Aerolineas_AR que aterrizó de emergencia en Bolivia para salvar la vida de un niño 👏🏽 pic.twitter.com/z5j1GvuEEC
— Guillo Dietrich (@Guillodietrich) 1 de junio de 2017
Más tarde, Infobae habló con la doctora Rocha, pediatra de la clínica, que explicó: «El niño ingresó con una insuficiencia respiratoria por una crisis obstructiva severa de tórax y cuello, sumado a un cuadro de angioedema que pudo haber terminado en un cuadro de neumotorax».
Último reporte recibido por Aerolíneas: «El niño se encuentra estabilizado y en terapia intensiva para su mejor atención».
Final feliz. Como en el cine. Porque el film apuntaba a drama, pero fue sin lágrimas. Un film sin guión: escrito en el aire y cerca del cielo.
Fuente: Infobae