La Institucionalidad Infectada
A lo largo de la historia, la humanidad siempre se ha ocupado de resolver los conflictos de su supervivencia actualizando el contrato social al origen a la coyuntura dada. El hecho de preguntarse todo el tiempo por la solución a ese devenir histórico que jaquea permanentemente a eso que no responde a la pregunta inicial de orden es la razón de ser de las instituciones.
Ahora bien, ¿cómo funcionan las instituciones? básicamente como la herramienta articuladora de límite convencional y que contempla no solamente el campo del derecho entre lo que comúnmente se traslada de una persona a otra como “lo que se puede hacer y lo que no”, entre lo permitido y lo prohibido. En otras palabras y en forma muy sintética: un borde absoluto en la idea, y finito en tiempo y espacio.
Lo cierto es que en más de una ocasión, la convivencia social ha puesto en vilo la interpretación de las reglas y normas que regulan los límites, tanto en derechos como obligaciones a los fines de garantizar una paz social y desarrollo de los pueblos, sin que la amenaza del uso de la fuerza sea la moneda de cambio entre los hombres.
Porque como asertivamente nos propone Steinmo “cualquier hecho político significativo se comprende mejor como producto de la obediencia de las normas y el máximo beneficio (…) los seres humanos son seguidores de las reglas que acatan las normas y al mismo tiempo actores que buscan el propio interés. El comportamiento de cada cual depende del individuo, del contexto y de las reglas”
En estos momentos la disputa está entre la Responsabilidad de acción u omisión y Respetar la ley. El primer esquema está impregnado en la agencia de cada ciudadano en tanto ser un promotor naturalmente del orden social y el otro es un esquema estructural que busca un culpable, una sanción, un castigo ejemplar anclándose en la consecuencia de las acciones de la interacción social para devolver el status quo.
No obstante, la amenaza principal de infección proviene de aquel valor negativo que es la corrupción institucional; esto es centrar nuestra acción en forma deliberada y premeditada sobre el plus de “beneficio” que ofrece la regla a partir del rol particular en la historia puntual, que genera una grieta compartida entre “nosotros” y “ellos”, es decir aquello que nutre de manera intencional o subordinada el nacimiento de un nuevo conflicto social.
Y como señalara Douglas North en su obra Teoría de las instituciones en equilibrio: “la elección y su supervivencia depende su desempeño en la provisión de bienes públicos y en la reducción de costos de transacción”.
(*) Licenciado en Ciencia Política. Doctorando en Política y Gobierno. Consultor Político
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