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La mujer detrás del gran hombre: quién es Gabriela Galaretto, el «cerebro» de los proyectos sociales de Marcelo Tinelli

Gabriela Galaretto se enojó. El periodista y el fotógrafo ya habían comido. Eran más de las dos de la tarde y ella los esperaba con el almuerzo servido. Luego se iniciaba la escena clásica de una entrevista: grabador en posición, luces, flashes, y la cámara del fotógrafo que comienza a disparar. Enfrente, ella, sentada, serena en un confortable sofá de inmersión, lista para recordar. Había otro invitado a la cita, tácito, invisible, pero permanente, presente durante toda la charla, como una especie de sombra, la sombra de un hacedor: Marcelo Hugo Tinelli.

Gabriela Galaretto es la mujer detrás del gran hombre. Lo acompaña desde hace 26 años: «He visto pasar a todos», repite mientras ensaya una retrospección. Integra la «mesa chica» de muchos de sus proyectos. Es el brazo y el motor de los programas sociales y solidarios de Tinelli. «¿A qué me dedico? -se pregunta-. A su Bolívar natal, maratones, hospitales, San Lorenzo, juveniles, básquet, obras de infraestructura, coordinación de acciones, la vuelta a Boedo, festejos de campeón, los sueños del Bailando, sus miles de acciones sociales. A todo eso me dedico».

Galaretto nació en Cañada de Gómez, su mamá era de Correa y su papá de Carcarañá, dos pueblos cerca de Rosario. Se instaló en San Isidro, provincia de Buenos Aires, cuando aún era una niña. «Yo venía del interior con la idea de conocer el mundo. Viajar era un sueño para mí. Pero para viajar tenía que trabajar. Y para trabajar tenía que estudiar. Así que terminé el colegio, hice la carrera de relaciones públicas y comencé a trabajar en una empresa petrolera». Cinco años después, había decidido irse a vivir al exterior para estudiar inglés. «En mi último día de trabajo, me llamaron de una agencia de empleos y me dijeron que tenía una entrevista, que era importante que vaya.
Yo les dije: ‘Mirá que yo me voy’. Me pidieron que igual pasara». No fue. Odiaba ir al centro. Y en su último día laboral, decidió volver caminando a su casa. «Cuando iba por la calle Florida, venía de frente a mí Marcelo Tinelli. Cuando lo veo, me digo ‘a este chico lo conozco’: era el que hacía VideoMatch y Ritmo de la Noche. Yo no veía sus programas, porque a esa hora estaba durmiendo, pero igual lo conocía».

“Cuando le plantearon la oportunidad de San Lorenzo, mucha gente le dijo que no era su área, que iba a ser difícil. Y se metió de lleno. Él es un gran hacedor, y siempre lo que hace, lo hace convencido”, aseguró
“Cuando le plantearon la oportunidad de San Lorenzo, mucha gente le dijo que no era su área, que iba a ser difícil. Y se metió de lleno. Él es un gran hacedor, y siempre lo que hace, lo hace convencido”, aseguró

Al lunes siguiente le avisaron que la entrevista que había cancelado era con ese hombre que se había cruzado en Florida. Finalmente no viajó y aceptó el convite: «El mismo día que me hizo la entrevista me dijo que quedaba. Quería tener una empresa más grande y un perfil como el mío le servía para empezar de a poco a armarla». Ella tenía 24 años: «Me acuerdo que lo vi altísimo, muy largo». Lo tomó como un desafío. Su conocimiento de la televisión era nulo.

La idea inicial de Galaretto fue probar. A un lustro de aquel comienzo ingenuo, abre las puertas de su hogar y el cajón de su historia. Acumula anécdotas y proyectos, conserva preciados secretos, inspira definiciones de la figura de Tinelli, tal vez una de las personalidades más populares e influyentes de la Argentina: «Él es la persona que consiguió su propio sueño: ‘el chico de pueblo que se convirtió en un ídolo de la tele». Asegura que no existen diferencias entre el prestigioso conductor de televisión, con el padre, el esposo, el oriundo de Bolívar, el hincha de San Lorenzo. Lo percibe como una persona común. «El Marcelo de la entrevista es el mismo Marcelo con el que me encuentro hoy -comparó-. Tiene un carisma increíble, un halo especial, una energía diferente».

Gabriela está en pareja hace diez años con Sebastián Baglietto; y vive con él y su hijo (Agustín Marcarian)
Gabriela está en pareja hace diez años con Sebastián Baglietto; y vive con él y su hijo (Agustín Marcarian)
Comparte equipo con nombres más del «palo televisivo»: Fabián Escoltore, Federico Hoppe y el Chato Padra, a quienes ella llama «los chicos». Recordó de aquellos primeros años de producción televisiva, la aventura del «elefante amarillo con pintitas blancas». Era la década del noventa: auge de farándula y exposición mediática. La exigencia del hacedor era interpretada como motivación. «Competíamos para ver cuántas personalidades llevábamos al piso en el mismo día. De allí la figura irónica de conseguir un elefante amarillo con pintitas blancas. «¿A qué hora lo querés?», jugaban.

Sus funciones siempre fueron, sin embargo, difíciles de encuadrar. Un ascensor y tres españoles ayudaron a encontrar la mejor definición de su trabajo. Tinelli había comprado el Club Badajoz, un club de la Segunda División de España, en 1998. Lo llenó de jugadores y de patrocinadores argentinos. Aún figura como propietario de la institución de 1998 al 2000. «Después de Boca y River, la de Badajoz es la camiseta con más ventas en Argentina», se jactaba. La gestión fue de Gabriela. «Estuve ahí casi dos meses. Fue una experiencia impresionante. Teníamos que instalarnos, traer el equipo, armarlo, preparar el club, la prensa, la presentación del equipo: todo desde cero. Eran otros tiempos. No había mails, ni whatsapp». En una de sus jornadas de coordinación de tareas, los españoles presenciaron la multiplicidad de sus responsabilidades. «¿Quién es ella?», preguntaron a coro. «Es una jugadora de toda la cancha», les explicaron.

Badajoz es el caso modelo que certifica que no todos fueron éxitos. Después de que Tinelli abandonara el proyecto, el club entró en un pronunciado declive: los continuos descensos de categoría contribuyeron a una crisis económica dramática. Hacienda y Seguridad Social decretó la liquidación de la entidad en 2012. Meses después, los hinchas refundaron la institución bajo el nombre de Club Deportivo Badajoz 1905. El recuerdo es hoy simpático: «De todo aprendimos. Él es un gran hacedor, y todo lo que hace, lo hace convencido. Y cuando siente que ya no va, no tiene ningún problema en decir ‘me salió mal'».

El ocaso de la gestión Tinelli en Badajoz coincidió con la crisis de la Argentina. En la explosión del diciembre de 2001, fue la única personalidad de la televisión que se sostuvo. La torta publicitaria era ínfima, la capacidad de producir contenidos estaba limitada. Tinelli se quedó y se expuso. Gabriela recordó aquellos años tumultuosos de desborde social: «Marcelo siempre fue una persona cálida, cercana, que habla el código de la gente. Y en la fantasía y en el caos de la sociedad, se nos instalaban en la puerta de Ideas del Sur pidiéndonos una casa, comida, trabajo. Una vez una familia vino desde Misiones con una carta del intendente para que Marcelo le diera casa y trabajo». Esas historias fueron muy movilizantes y las ganas de ayudar demandaron una organización especial. Decidieron trabajar para quienes estaban por debajo de la línea de pobreza y sobre el asistencialismo -«porque el hambre está primero», explicó-, colaborar con equipamientos para hospitales públicos e intervenir en campañas precisas y acciones sociales concretas.

Dijo que Marcelo básicamente es un chico que se divierte con lo que hace, que tiene un nivel de exigencia y excelencia mayúsculo, que no escatima en cada producto que fabrica, que nada en lo que se involucre va a estar atado con alambre. Dijo que sus acciones son sólidas y permanecen en el tiempo, y que si no cumplen estos requisitos, no interviene. Lo especifica porque recordó cómo fue su irrupción en el running: «A los 38 años Marcelo empezó a correr. Un día estábamos en la oficina en Barrio Parque y me dijo: ‘Voy a firmar el boletín de las chicas y vuelvo’. No entendí bien porque estaba vestido con ropa deportiva. ‘¿Pero adónde vas?. ‘Voy hasta San Isidro y vuelvo'». Esa anécdota termina con el voley, el club de alto rendimiento y la reestructuración del hospital de Bolívar. Imparable.

«Se enganchó tanto que fue a correr el maratón de Nueva York. Cumplió ese desafío, y pensó en organizar maratones. De hecho, el primer maratón de Buenos Aires fue una producción nuestra durante el gobierno de De La Rúa. Ahí se instaló otra idea. ‘Hagamos un maratón en Bolívar’, me dijo. Y fuimos a Bolívar e hicimos un maratón de 10K. ‘Yo la corro’, avisó. El intendente nos miraba y nos decía: ‘¿Acá, un maratón, en el pueblo, Tinelli? ¿cómo?’. ‘Nosotros lo hacemos’, le respondimos. ‘Y hagámosla solidaria. ¿Y qué donamos? Andá al hospital y preguntá qué se necesita’ -Gabriela recuerda todas las preguntas, sugerencias e ideas que intercambió en ese momento con Tinelli-. Y al hospital lo dio vuelta. Logramos toda la aparatología para hacer diálisis. La gente hacía 400 kilómetros para dializarse en Bolívar. Compramos camas de diálisis desde Alemania. Me acuerdo que el director del hospital me dijo: ‘Bárbaro Gabi lo de diálisis, pero tenemos que hacer terapia intensiva. No puedo hacer diálisis sin terapia intensiva’. Bueno, hicimos terapia intensiva, hicimos más camas, la unidad cardiológica. Y así fue todo». Aseveró que a Tinelli lo adoran en Bolívar y encontró la razón en la naturaleza de sus proyectos: hace cosas que perduran.

Como el equipo de voley. El Club Ciudad de Bolívar se inauguró en 2002: en su primer torneo salió campeón. Lleva quince años de historia y acumula 25 títulos, doce de ellos internacionales. El éxito empezó con una idea y una decisión. «Y al segundo año nos preguntó: ‘¿Y si hacemos un equipo de voley?’. Compró la plaza, armamos el equipo pero no había dónde jugar. Construimos un club y mejoramos el estadio, los vestuarios, agregamos una tribuna más. Hoy el club de Bolívar es una obra magnífica: no existe un club así, de alto rendimiento, en la provincia de Buenos Aires. Fue todo a través de donaciones».

El motor de su búsqueda tiene un propósito social tangible. La pretensión del equipo que conforman Tinelli y Galaretto es que el paso por la gente quede para siempre y construya una diferencia. Los sueños del Bailando se cumplieron todos. Lo jura Gabriela con la devolución de una historia que enaltece el concepto de transformación social. Rememoró el padecimiento de Pamela, una chica en silla de ruedas que estudiaba abogacía. Ella pedía una casa pero necesitaba mucho más. El caso entrega una moraleja: ayudar no es lo mismo que involucrarse. «Ella era el sostén económico de su familia: tenía al papá y a la hermana postrada en silla de ruedas, a la mamá, la única que podía caminar, con problemas psiquiátricos, y vivían los cuatro en una habitación. Marcelo se comprometió a comprarle la casa, pero no podés solamente comprársela. No te podés ir. Las sillas de ruedas no entraban en ningún pasillo. La cocina la tenés que bajar a la altura de las sillas de ruedas. Los baños los tenés que hacer de cero. Le habían donado un auto. Se lo adaptamos a sus dificultades, pero ¿quién paga el seguro, la patente? ¿Y quién paga los impuestos de la casa? La casa la reformamos. Pero, ¿camas, sillas, sábanas, toallas? Cuando ayudás tenés que dejar todo armado, todo en funcionamiento».

Los recuerdos aparecen y la satisfacción de haber cambiado la vida de las personas supera el pudor de divulgarlo. Son ayudas integrales, no se detienen en la caridad de ofrecer una solución financiera. Recupera de la memoria un sueño del Bailando que Tinelli eligió cumplir por fuera de la competencia televisiva: el implante cloquear de una madre sorda que nunca había escuchado la voz de su hija. «Conseguimos quien la opere, le hicimos el implante, pero vivía en una casa sin ventanas. Lo primero que me dijeron los que la operaron es que tenía que permanecer muchos meses en un lugar sin polvo porque cualquier basurita podría afectar el implante. Así que primero tuvimos que reformar la casa, después operarla, después contratar a quién la cuidara y una vez operada, había que pagar también la educación para escuchar, porque escuchaba pero no entendía lo que escuchaba. Tuvo que aprender a hablar y a reconocer sonidos. Y esa educación se hacía en La Plata y ella era de Moreno. Así que también tuvimos que gestionar los remises».

-¿Debería haber sido noticia?

-Las cosas ya están hechas. Podrían ser noticia para contagiar, quizás. El debate debería ser otro: ¿por qué tienen más prensa otras cosas que éstas? No sé. Ayudar está en su ADN. Marcelo siempre va a tener una pata solidaria en su vida, no dudo que siempre va a ser un gran hacedor. Así como transformó Bolívar y San Lorenzo, quería cambiar la AFA. Donde él esté el espíritu de equipo, de empuje, emprendedor, innovador no va a faltar. Es su manera de vivir. Con la misma pasión que él encara todos estos proyectos, lo ves en su vida personal. Es un gran motivador, un gran transformador.

-¿A él le gustaría que se difundieran estas acciones?

-Siempre le dije: «Algún día voy a hablar de todo lo que hacés». Hemos hecho tanto, tanto, y no se habla, pero es su forma. Muchas veces yo le hago un punteo de cosas para que cuente y veo que esa parte la pasa y sigue hablando de otra cosa. Le da prurito.

En diciembre del año pasado, Gabriela Galaretto le regaló a Marcelo Tinelli un video casero que reúne a muchas de las personas que han ayudado. Todos le deseaban feliz navidad. Dijo que se lo mandó porque él no tiene idea de lo que genera. «Las acciones nos definen», le dedicó. Él, emocionado, le confesó que el video le había provocado lágrimas de felicidad.

Fuente: Infobae. Infobae

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