Es la política, estúpido (*)
(*) La economía, estúpido» (the economy, stupid), fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George H. W. Bush (padre), que lo llevó a convertirse en presidente de los Estados Unidos. Luego se popularizó como «es la economía, estúpido» y la estructura de la misma ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.
La educación es uno de los temas más constantes de la agenda política. Y con ella, por supuesto, la juventud. Es algo lógico. Está en nuestra naturaleza preocuparnos por el futuro y por el mundo que vamos a dejar, aunque nosotros no lo veamos. Me parece muy certera la escena que se pinta en la novela Hijos de los hombres (de la que después se hizo una película con Clive Owen): cuando se extiende una plaga de infertilidad, que hace que dejen de nacer niños, la humanidad se vuelve pesimista, mezquina, carente de ideas y de futuro.
Por estas razones, no hay campaña política en que la juventud y la educación no sean cuestiones centrales. Estaría muy mal visto un candidato que no tuviera nada que decir sobre ellas, o que no las considerara importantes. Y sin embargo, también es uno de los puntos de coincidencia más fuertes en todo el arco político, desde la izquierda hasta la derecha y desde Cambiemos hasta el kirchnerismo: todos sostienen que la juventud es el futuro, que la educación es vital, y que es necesario adaptar el sistema educativo de una forma que les permite a los jóvenes adaptarse a los tiempos que corren.
Y si todos estamos de acuerdo en lo que hay que hacer, ¿por qué será que la educación siempre está en crisis? ¿Por qué será que el futuro de los jóvenes siempre parece incierto? Hay una gran distancia entre los dichos y los hechos, es verdad. También ocurre que, al enseñar, el ejemplo vale siempre más que las palabras. Sería muy iluso pensar -y así y todo hay quienes piensan así- que alcanza con agarrar el micrófono y darle un discurso motivacional y emocionante a un grupo de jóvenes en un polideportivo. Eso es bueno, pero nunca suficiente.
A nuestros hijos podemos transmitirles nuestros valores, pero no aquellos que tratamos de inculcarles sino los que nosotros mismos tenemos y practicamos. ¿Qué va a aprender un chico si le decimos que robar es malo y después nos colgamos del cable y comemos jamón en el supermercado? De la misma manera, también solemos dejarles en herencia nuestras neurosis, nuestros miedos y nuestras debilidades.
Lo mismo ocurre al nivel de las sociedades y los países. Hace mucho que Argentina está enferma de incertidumbre, y sería un milagro que pudiéramos transmitir certezas y esperanzas a las generaciones que vienen. Mucho peor resulta cuando esta incertidumbre proviene de la misma política que, después, se ocupa de decirles a los jóvenes lo importantes que son.
Es preocupante y doloroso leer noticias como las que llegaron esta semana del Centro Universitario San Francisco. Por problemas de presupuesto, la UNVM abrió las inscripciones para 2018 en todas sus sedes, excepto en la de esta ciudad cordobesa. Las instancias de diálogo, en el que intervienen el Ministerio de Educación Nacional, el gobierno provincial, la municipalidad y la universidad, se sostienen, pero todavía, a esta altura del año, no se les puede garantizar a los jóvenes que quieren estudiar una carrera universitaria en San Francisco que esto vaya a ser posible.
Esta situación es inadmisible. Sobre todo es inadmisible porque me parece difícil de creer que, si todos están de acuerdo en la importancia de la educación y de los jóvenes, quieran mantenerlos a todos en esta incertidumbre.
Quizás sea este el momento de dejar de lado los intereses particulares y la política en nombre de algo más importante. O, al menos, de que aquellos que sean responsables, sean quienes sean, tomen las decisiones que tienen que tomar. Pero, por favor, dejémosle de decirles a los jóvenes que son el futuro.
Tal vez, de tanto repetirlo, nos olvidamos que la responsabilidad de crear ese futuro es nuestra. Y nos olvidamos, sobre todo, de que los jóvenes no son el futuro: los jóvenes son el presente.
Eduardo Reina: Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Dirección y Realización Televisiva. Buenos Aires Comunicación BAC. www.eduardoreina.com