Las elecciones, el mundial y otra vez el segundo semestre
Están cerca ya las próximas elecciones presidenciales. Pero, ¿lo están realmente? A ver: todavía nos falta empezar las clases, el otoño, el frío, los Martín Fierro hartarnos de gritar en el mes que dure el mundial, que empiece Tinelli, la primavera, algún que otro conflicto, otra vez Navidad, Año Nuevo, otro verano, otras vacaciones, otra vez las clases, otra vez el frío, y recién ahí, más o menos, van a empezar a cerrar las listas. Y ni que hablar de todo lo que puede pasar en nuestras vidas en ese tiempo.
Las elecciones ya no parecen tan cerca después de pensar en todo esto, pero sabemos que todas las máquinas partidarias están empezando a ponerse en marcha. Se las puede escuchar. El peronismo lucha por construir una nueva identidad; Cristina ya trabaja en la Fundación Patria con un grupo de nostálgicos, intentando organizar un centro de participación política.
Los otros bastiones peronistas son Salta y Córdoba, donde la intención es ir a la conquista del movimiento a nivel nacional. La pregunta es qué armado resultará más seductor para los sectores más pobres que en 2015 votaron a Cambiemos y que, tal vez desencantado, en 2019, decidan buscar alternativas.
Cambiemos, por supuesto, juega con la ventaja de ocupar actualmente el gobierno -ningún otro partido tiene la misma proyección nacional- pero incluso en su interior surgen disputas. ¿Será otra vez Macri-Michetti 2019? “Fórmula que gana no se toca”, dicen algunos, como Marcos Peña, entusiasmado con esa continuidad.
Pero María Eugenia Vidal es otra fija, como las encuestas empiezan a sugerir y a instalar en los medios. Aunque se asegure la continuidad del gobierno, tal vez sea bajo nuevos nombres. Una paradoja para Peña, principal impulsor de la encuestocracia, que ahora parece arrojarle tan malos pronósticos.
La clave vuelve a estar en el segundo semestre -pero el de 2018. Cambiemos sabe que todavía cuenta con cierto capital político y con una esperanza todavía encendida, pero que podría apagarse si los resultados no llegan antes de las elecciones.
Olvidémonos del descargo contra Macri en las canchas de fútbol, que no pasan de ser una costumbre vieja y nefasta, y no expresan un real sentimiento (el gobierno también debería olvidarse, ya que de intentar prohibir estas manifestaciones, podrían convertirse en un problema real).
Seguramente nadie en el gobierno se arriesgará a hacer público el optimismo que existe para el segundo semestre, porque en el pasado ya se apresuraron con ese mensaje y no salió bien. Claro que todavía no hay euforia – las PyMEs sufren altos impuestos y la disminución del consumo en el mercado interno, y aunque los más grandes empiezan a mirar el panorama con optimismo, falta mucho para que las oportunidades lleguen a todos.
El gobierno lleva un conteo que no es minuto a minuto pero sí semana a semana, donde cada uno da cuenta de lo hecho – pero no es el presidente sino Marcos Peña quien recibe estos informes y anota los tantos.
Aunque tampoco vayan a hacerlo público, el estado se seguirá achicando, mientras se siguen descubriendo y tapando los agujeros negros de “la pesada herencia”. La estrategia, hasta ahora exitosa, del gobierno, es buscar consenso para modificar temas establecidos y que apunten a bajar los costos del estado, como ocurre con la no renovación de contratos y, últimamente, la atención hospitalaria a los extranjeros no residentes.
Lamentablemente, algunos sectores muestran poca acción y pocos resultados. Preocupan los medios públicos, como Canal 7 o Radio Nacional, un tanto paralizados y con flojos contenidos, y TELAM, una gran estructura que habrá que desinflar poco a poco.
La oposición, entretanto, sigue luchando por encontrar un lugar intermedio entre limitarse a acompañar las decisiones del gobierno y tratar de ponerle todos los palos en la rueda.
Los dos extremos están representados por los remanentes del kirchnerismo -a quienes solo les interesa que el gobierno caiga para poder volver- y aquellos que, por no encontrar su lugar, son prácticamente miembros de Cambiemos.
Así las cosas, si al gobierno no le va bien en el próximo año, la gente terminará volcándose a la única alternativa posible: el retorno de Cristina. El resto de la oposición tiene más de un año para construir otra opción más madura, responsable, y que no represente la destrucción de todo lo que logró Cambiemos en estos años.
Eduardo Reina es consultor, docente universitario, especialista en comunicación política y columnista de Diario Perfil, Diario San Francisco y diversos medios del país y del mudo.