Llaryora mima a un electorado que no lo votó
El intendente de Córdoba, debe construir una representatividad con esa Córdoba productiva que le dio la espalda en junio.
Martín Llaryora intenta mantener a flote su neutralidad aparente. La impostura tiene varios flancos. El principal: Llaryora asume que debe ser leal, depositario de la representatividad, a un electorado que no lo votó, un electorado que lo rechazó. Repasemos: en junio, cuando disputó la gobernación ante Luis Juez, Llaryora perdió en la mayoría de los departamentos de la zona núcleo y la «Córdoba productiva». Fue un golpe al ego del peronismo cordobés. Ese electorado que consolidó el poder José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti eligió a Juez como el continuador de un proceso político y económico altamente favorable para el complejo agroindustrial.
El reflejo de ese comportamiento electoral será la composición de la próxima Legislatura y del Tribunal de Cuentas de la Provincia: la oposición, con la locomotora Juez, ganó el tramo de la lista sábana, los departamentos del sur y se quedó, además, con el control de las cuentas del próximo gobierno cordobés.
Llaryora es gobernador por otro tipo de votos: lo llevaron al Panal los vecinos de las ciudades que administró, San Francisco y Córdoba; la suya es una legitimidad desde la gestión, no desde la política, mucho menos de la ideología.
En ese marco, Llaryora quizá analice con cuál de los dos candidatos presidenciales debe tener un gesto político concreto. ¿Con Javier Milei y Mauricio Macri, la impredecible alianza de derecha; o con Sergio Massa, el peronista con quien tiene una larga relación política? Quizá si Axel Kicillof hubiese sido derrotado y Milei elegido presidente en primera vuelta, el cordobés habría emergido como el líder del peronismo que viene. Pero el empoderamiento de Kicillof lo regresa a la realidad de provincia donde debe construir una representatividad con esa Córdoba productiva que le dió la espalda en junio. ¿Será la ideología o la gestión la herramienta para construir la representatividad de Llaryora en la Córdoba sojera?
Si, como se dijo, su método es «el hacer», Llaryora camina por el precipicio de la encerrona: darle la espalda a Milei tendrá, por las debilidades propias del libertario, mínimas consecuencias: en caso de que este gane: Milei estará obligado a negociar con Llaryora, Al revés, darle la espalda a Massa, no es lo mismo: si triunfa el ministro de Economía, quien estará obligado a negociar es Llaryora. Hacerlo ahora, abrir líneas concretas para un acuerdo macro, le da al cordobés algún margen de maniobra.
El tema más acuciante para el próximo gobernador cordobés es el déficit de la Caja de Jubilaciones, que es financiado por la Anses. La demora en los giros en el escenario inflacionario genera una bomba financiera.Esa debería ser la vía de acercamiento entre Massa y Llaryora: un reconfiguración de la relación de los dos peronismos desde la gestión.
En esa diáspora, no menos importante es el voto identitario del peronismo, los engranajes del aparato, mayoritariamente jugado a favor de Massa. ¿Qué militante peronista cordobés no le reprochará al conductor del partido la neutralidad en cualquier resultado? ¿Cómo se reordenará el peronismo cordobés ante un Massa presidente? El peronismo cordobés espera que su líder lidere.
La neutralidad tiene otro punto negativo para Llaryora: la oposición cordobesa se aferró tempranamente a Milei, aunque sin hacerse «cargo del pastillero» del libertario. Ese nicho basado en el rechazo (en realidad, odio) al peronismo nacional ya fue ocupado con Juez en el centro. Hábil, e irresponsablemente, Juez abrió con el «pastillero» una puerta de salida ante un eventual fracaso de Milei-Macri. Juez piensa en cómo desgastar a Llaryora en estos cuatro años, para tener la revancha en 2027.
Fuente: La Política On Line