Por qué Llaryora ya ganó
Mucho se está hablando de lo que le va a deparar este año electoral al interior de nuestro país. Las elecciones presidenciales generan tanta incertidumbre que muchos gobernadores e intendentes han optado por desdoblar los comicios provinciales y municipales. Es una estrategia política, ¿qué duda cabe?, pero una que además parece saludable para que millones de ciudadanos tengan la opción de pensar primero localmente y después globalmente.
Es una buena noticia, además, que esto haya servido para que se preste más atención al Interior. Porque muchas veces se olvida que atrás de esa palabra, “Interior” hay 23 provincias y 32 millones de personas (es decir, todos los que no viven en la CABA o el GBA). Injustamente, se trata a las provincias como si fueran simples casillas en un escenario electoral más grande; este desdoblamiento puede servir para que se valoren la realidad de cada una de ellas en sí misma.
El caso de Córdoba es particular, porque la provincia se encuentra al margen de la gran puja entre Cambiemos y el kirchnerismo. Hace años se encuentra gobernada por un PJ que ahora lidera también la creación de una alternativa peronista a nivel nacional. Paso a paso, también parece factible que este PJ se quede en las elecciones de 2019 con la intendencia de Córdoba, una plaza clave que no ocupa desde 1974.
En este contexto, el eventual candidato de Unión por Córdoba (la coalición liderada por el PJ) sería Martín Llaryora, actual diputado y vicegobernador de la provincia (con licencia). Aunque sin lanzamiento oficial, ya fue elegido por Schiaretti para pelear el cargo, y en el interior del partido se busca desactivar una posible interna y hacer un solo frente común para enfrentar a un Cambiemos por ahora atomizado.
El nombre de Llaryora apareció inmediatamente como favorito desde que el PJ decidió pelear fuerte en la capital cordobesa, pero la postulación se demoró hasta estos días. Esa jugada permitió, al mismo tiempo, tantear el terreno y generar una expectativa, especialmente del lado de sus eventuales rivales. Esta indeterminación sirvió para potenciar aún más su candidatura. La campaña ya había empezado antes de empezar.
La desventaja palpable de Llaryora es no haber nacido en la capital sino en San Francisco, de donde fue intendente.
Pero su elección no resultaría en absoluto inédita. También nació en esa ciudad Daniel Giacomino, intendente de Córdoba entre 2011 y 2015. Y la intendencia fue ocupada asimismo por el sanjuanino Ramón B. Mestre, el catamarqueño Juan Carlos Ávalos y el porteño Juan Ignacio San Martín.
Pormenores aparte, incluso la discusión sobre su origen debería ser tomada como un triunfo por los partidarios de Llaryora. Toda mención de un candidato, así sea para cuestionarlo, es publicidad gratuita. Y en todo caso, solo sirvieron para enfatizar más la gestión que realizó en su ciudad natal, que logró un desarrollo en esa región olvidada del interior.
Mientras tanto, Cambiemos todavía no tiene en claro quién será su candidato para la intendencia (ni Mestre ni Negri quieren bajarse de la interna) pero si tienen en claro que Llaryora será su rival. En estos meses, se preocuparon tanto de desarmar a su posible rival que perdieron de vista la necesidad de cerrar filas y producir acuerdos internos.
Por todo esto, podría decirse que Llaryora ya ganó. Los resultados de mayo podrán ser unos u otros, pero su mayor rédito será llevarse un alto grado de exposición y conocimiento de esta campaña. No hay que perder de vista que la política se juega más en el largo que en el corto plazo, y a veces una derrota en lo inmediato puede significar el comienzo de una trayectoria todavía más prometedora.