Los políticos «sareasean» cuando la realidad apremia
No hay ninguna duda: «sarasear» es la palabra de la semana. «Yo puedo sarasear hasta que esté», le dijo un canchero Martín Guzmán, ministro de Economía, a Sergio Massa, sin darse cuenta de que tenía el micrófono abierto. Estaban a poco de empezar la conferencia de prensa y el powerpoint se demoraba.
El Ministro se envalentonó como un adolescente que va a rendir un examen oral sin habiendo estudiado poco. Y con la misma terminología. No vamos a empezar las etimologías ni a manotear los diccionarios de lunfardo. Todos los argentinos sabemos muy bien lo que quiso decir.
«Sarasa» es la palabrería sin sentido que se dice cuando no hay nada que decir, y ese es el talento que Guzmán dice dominar. ¿Explicaciones? El ministro solo atinó a decir que era una broma entre ellos, o sea él y Massa. Lo que, por supuesto, no cambia nada.
Otro signo de la sarasa es que nunca va ligada a las acciones. O, a veces, va en contra de ellas. El que habla demasiado es porque hace poco, y esto va de la mano con nuestra percepción común de la política. Los políticos sarasean, incluso -como en el caso de Guzmán- cuando las acciones apremian.
Se llenan la boca hablando en contra del dólar ahorro, pero todos ahorran en dólares, por decir algo. La sarasa impregna todas las áreas de nuestra sociedad. También es central en los medios de comunicación, en los que hay que llenar páginas y minutos de aire aunque no haya nada que decir.
Se sabe que en la radio el silencio es mortal: es preferible que el locutor diga cualquier cosa antes de que se quede callado y el oyente mueva el dial. En la televisión pasa otro tanto. Por eso, entre otras cosas, el salto de los medios a la política parece un movimiento lógico para personajes como Tinelli, expertos en el negocio.
Por cierto, y hablando de Roma, se acaba de saber que Marcelo Tinelli, que en apariencia se desvive por la suerte del país y de los más necesitados, giró dinero a una offshore en las Islas Vírgenes. Más sarasa. Tinelli, que tiene aspiraciones presidenciales y que sigue integrando la Mesa del Hambre, que en teoría sigue existiendo, aunque ya no se hable de ella por ningún lado. Todavía más sarasa.
Sigo con la política. ¿Hay real intención de empezar algunas clases presenciales, cuando el gobierno es apretado por los sindicatos para que ello no ocurra? Otra sarasa. Si nos llenamos la boca diciendo que es un problema político, lo que hay que hacer es juntarse para resolverlo.
La realidad es que ni Cristina Kirchner quiere juntarse con la oposición, ni la oposición quiere juntarse con Cristina. Hoy deberíamos estar hablando de una reforma laboral, previsional e impositiva, y de cómo hacer para generar producción.
En cambio, nos ocupa la reforma judicial, que a los fines prácticos se corresponde solo con los intereses de muy pocos, justamente esos que ahora mismo están en el poder. Siempre volvemos a lo mismo. Nos la pasamos saraseando cuando hay tantas cosas que hacer.
En la economía, dominio de Guzmán, abundan las grandes teorías, las explicaciones contradictorias, los discursos que nunca se condicen con la realidad. Pero esta es una crisis que no van a arreglar los economistas.
Estamos principalmente ante una crisis institucional y política que tendríamos que empezar a sortear ya mismo. Siempre al final gana la patria de la sarasa. Lo único que está claro es la confusión. Cuando no tenemos nada claro, de lo único que podemos estar seguros es de que no estamos seguros de nada.
Nota publicada también en: Perfil.com
(*) Consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político en la Universidad del Salvador (USAL). Postgraduate Business and Management por la Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Es docente universitario en UCA y USAL. Columnista de Diario San Francisco, Perfil.com y FM Milenieum, entre otros medios del país y del mundo.