Macri hacedor o Macri gobernante
Cada gobierno tiene su propio estilo. No se trata sólo de los ideales, las políticas, y los objetivos propios de cada fuerza política, sino de la forma en la que todos estos factores se implementan y se comunican a la sociedad.
El estilo de un gobierno surge en gran parte de las fortalezas y debilidades de los líderes. Cristina Kirchner tenía una capacidad verbal innegable, pero una dificultad -igualmente innegable- para el diálogo. Por eso el estilo cristinista era al mismo tiempo verborrágico y monológico, además de confrontativo. Las aborrecidas cadenas nacionales lo representaban a la perfección.
En 2015, con Macri, ganó un cambio de rumbo político, pero también un cambio de estilo. Macri no se destaca como orador; es una falencia de la que él es consciente y que no le preocupa, como tampoco le importa a la gran parte de la sociedad que lo eligió como presidente.
Lo que atrajo de su estilo fue la capacidad de hacer, de implementar ideas y establecer objetivos en grande, sin necesariamente proclamarlo con bombos y platillos. El “Macri hacedor” (y poco hablador) fue el que triunfó en 2015.
Pero cada estilo tiene sus propios problemas. Es lógico. Como ocurre con una frazada demasiado corta, que puede cubrir o los pies o el pecho, pero no todo al mismo tiempo, cuando uno se enfoca demasiado en un aspecto pierde en otros, y viceversa. No hay una solución ideal. En el caso de Macri, y del gobierno que él encabeza, pareciera que ese énfasis en el hacer les resta tiempo para gobernar. De hecho, es una marca del estilo de Macri: al presidente lo aburren el protocolo, los apretones de manos, los largos discursos. A veces se diría que la política lo impacienta, como si fuera algo contrario a la capacidad de hacer.
Esto en parte es cierto, las necesidades políticas demoran siempre los planes y modifican los objetivos. Pero al mismo tiempo, sin política ningún plan y ningún objetivo puede cumplirse. Por eso, sería erróneo pensar que se puede hacer sin gobernar. Por eso, es necesario que Macri construya su rol de gobernante para sostener su estilo de hacedor. No es posible simplemente sentarse en el Sillón y dar rienda suelta a todos sus proyectos como si estuviera en Suiza o Dinamarca. En Argentina, la política apremia.
El modo en que se manejó la desaparición de Santiago Maldonado da cuenta de estos problemas. La respuesta demasiado rápida de Bullrich, llena de tropiezos y declaraciones a la defensiva; la forma en que la presidencia ignoró y dejó crecer un tema eminentemente político, precisamente porque era algo político.
A nadie más que a la justicia le corresponde esclarecer los hechos. Pero el gobierno debería haber tenido algún pronunciamiento, alguna muestra de buena voluntad, antes de que lo dijeran las encuestas, los focus group y una marcha masiva, con incidentes, en Plaza de Mayo.
Gobernar se trata precisamente de eso. Hay que prestar atención a los hechos políticos, incluso (y especialmente) a aquellos que no estaban en los planes. Y significa también gobernar para todos, guste o no. El gran peligro que acecha a los gobiernos homogéneos, bien asentados en el poder, es el de mirar a la realidad tapándose un ojo.
Mucha atención con esto. Los gobernantes deben ser quienes se adapten a la situación; los que pretenden que la situación se adapte a ellos no tienen mucho futuro.