María Eugenia, Cristina, Mauricio y mis amigos del café
Este martes estuve en una reunión que hacemos una vez por mes, o cada dos meses, con un grupo de amigos. Varios de ellos fueron empresarios de primer nivel y están retirados; otros lo siguen siendo con muchísimo éxito .Como es lógico, siempre dedicamos un rato a hablar de fútbol y de política. Pero en esta oportunidad, ni bien llegué, todos me hicieron la misma ansiosa pregunta: “¿Qué va a pasar con Cristina?”. Era previsible, porque es la misma pregunta que en estas horas se hace todo el país. Y la respuesta no la sabe nadie… ni siquiera la propia Cristina.
La ansiedad que genera esta incertidumbre es notable, y no se limita a quienes apoyan al actual gobierno. Prima la sensación de que un retorno al pasado, a bordo del DeLorean cristinista sería fatal. Más allá de las políticas económicas que pudiera reimplantar, lo cierto es que el kirchnerismo ya tuvo su oportunidad, con doce años llevando las riendas del país. Incluso dejando de lado los escándalos de corrupción, la forma prepotente de hacer política y la mentira institucionalizada, como en el caso INDEC. Hasta antiguos partidarios de Cristina sienten la necesidad de dar vuelta la página y renovar el movimiento (el desacato randazzista es el síntoma más claro de esta tendencia).
Sin embargo, Cristina está presente en el escenario político, quizás lance una candidatura para octubre, y esta posibilidad tiene en vilo al país, y paralizada a buena parte de la clase política. No se puede negar que la ex presidenta tiene todavía un apoyo sustancial entre la población, especialmente entre aquellos que están decepcionados con el rumbo del actual gobierno y entre los que buscan liderazgos fuertes que tampoco Cambiemos sabe proporcionar (con algunas excepciones).
Hasta ahora, la incertidumbre por la eventual candidatura viene sirviéndole a la propia Cristina para instalarse como principal referente de la oposición. Pero mucho más le sirve al gobierno. Los ideólogos de Cambiemos saben bien que la elección de 2015 se ganó, más que por mérito propio, gracias a una serie de circunstancias propicias. La más importante de ellas fue la polarización de la sociedad. Los argentinos no votaron entonces a favor de Scioli (es decir, de Cristina) o de Macri, sino más bien en contra de uno o en contra del otro.
Cambiemos nació como un frente opositor, y por eso tuvo que reinventarse al llegar a poder. Si antes era el frente capaz de vencer a Cristina, ahora es el único capaz de impedir que Cristina vuelva. Ese es su mayor capital político, y por eso el gobierno se cuidó mucho, en estos años, de no comprometer judicialmente a la Dra. Kirchner. Es algo que muchos de sus votantes le reprochan, pero eso no impedirá que esos mismos descontentos voten la lista de Macri en octubre para evitar un retorno del kirchnerismo.
Por cierto que la elección de 2017 no es la de 2015. Muchas de las circunstancias que llevaron a Cambiemos al poder no se dan hoy. Además de la fractura interna y el descontento de la UCR, tenemos que recordar que el peronismo de Córdoba, cuya estrategia hace dos años supuso el triunfo del PRO en la provincia, correrá esta vez por su cuenta para imponer su armado a nivel nacional. Incluso en el PRO hay internas que son demasiado visibles: la renuncia de Malcorra; la revelación de Isela Costantini, ex presidenta de Aerolíneas, de que su salida se debió a un conflicto político.
Tras estas desavenencias se entrevé el accionar de Marcos Peña, que, más allá de ensalzar el concepto de “equipo” en público, tiende a censurar todos los protagonismos incipientes dentro del PRO. Con eso, crece su propia figura con vistas, probablemente, al 2023, o al 2027… Pero no es al barbudo jefe de gabinete a quien miran los partidarios de Cambiemos hambrientos de liderazgo.
Mis amigos, en la reunión del martes, me comentaban lo entusiasmados que están con Vidal. Sin duda, a partir de acciones muy concretas y visibles (el tema de los docentes y el de la policía), la gobernadora de Buenos Aires se ha convertido en la niña mimada del PRO, poseedora de un capital que no tiene el propio líder del movimiento… Habrá que cuidarla mucho, ya que muchos partidarios de Cambiemos ponen en ella sus esperanzas de renovación.
A fin de cuentas, la pregunta no es qué ocurrirá con Cristina, sino qué ocurrirá con el resto del arco político. En especial Cambiemos. Para la ex presidenta, este momento es mucho más delicado de lo que querría demostrar. El temor a presentarse en las primarias y ser derrotada por Randazzo, o ganarle por sólo un mínimo margen, es muy palpable. Cualquier tropiezo sería el fin de sus aspiraciones para 2019. Y mucho más que eso.
Si el gobierno no puede capitalizarla más como rival en las urnas, tal vez se decida a acelerar las causas en su contra para anotar algunos porotos entre el electorado propio. Pero una cosa es segura: para bien o para mal, nadie tiene el DeLorean para volver al pasado. Ni siquiera Cristina.
(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador. Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU. Dirección y Realización Televisiva. Buenos Aires Comunicación BAC. www.eduardoreina.com