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Mujeres en espacios de poder: #ApenasUnasPocas

En la discusión reciente sobre la ampliación de la ley de cupo en el Poder Legislativo una argumentación frecuente de quienes se oponían a la medida tenía que ver con la necesidad de que los puestos sean cubiertos por personas “capaces”.

Sin embargo, en el acceso de las mujeres a los puestos donde se toman las decisiones, la capacidad no parece ser un impedimento, sino que hay otras causas que están influyendo.

En 2015, de cada 100 egresados de las distintas carreras de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), 67 fueron mujeres, según la información que publicó este medio días atrás. Áreas de lengua, ciencias sociales, derecho, ciencias económicas o medicina, tienen alta preponderancia femenina. Solo son mayoría los varones en rubros ligados a la ingeniería y a la informática.

Pero ese alto porcentaje de ­profesionales de sexo femenino no se traduce en un mayor peso dentro del mundo de los negocios, de los profesionales, ni tampoco en la representación sindical.

En las empresas de Córdoba, las mujeres ocupan el 25 por ciento de los mandos medios y solo el 15 por ciento de los puestos gerenciales, según una encuesta de Pede­monte & Asociados. El porcentaje varía según el rubro, es algo más bajo en la industria y las autopartistas, pero en ningún sector supera un tercio. En los contact centers, donde más de la mitad de los analistas y el 44 por ciento de los mandos medios son mujeres, las gerentes representan solo el 27 por ciento.

Los datos se repiten, en mayor o menor medida, en diversos ámbitos de decisión. Entre las entidades profesionales, en los sindicatos, las cámaras empresariales, o la función pública se puede ver la disparidad en eventos de ejecutivos, conferencias o reuniones de gabinete. No se puede decir que no hay mujeres en esos cargos, pero se pueden contar con los dedos de la mano y nombrar una a una.

El peso del cupo

La discusión sobre si debería o no haber cupo, sería válida si las condiciones de acceso fueran similares para todos. En ámbitos, por ejemplo, en los cuales la igualdad de oportunidades está garantizada, la participación femenina aumenta.

En el Colegio Nacional de Monserrat, una escuela preuniversitaria en la cual el ingreso es por estricto orden de mérito y que desde hace casi dos décadas es mixta, el 55 por ciento de los alumnos son “chicas”.

En el Manuel Belgrano, el otro colegio preuniversitario que tiene examen de ingreso, el alumnado actual se reparte en partes iguales, pero hay muchas más alumnas que egresan.

El “techo de cristal”

Una de las razones de que lleguen menos mujeres al tope de las organizaciones tiene que ver con la menor participación en el mercado laboral.

En Córdoba, la tasa de actividad del sexo femenino es menor del 49 por ciento, mientras que casi el 70 por ciento de los varones mayores a 14 años trabajan o buscan empleo. La disparidad se acentúa entre las personas de 30 a 64 años, en donde la diferencia es de 65 por ciento a 92,7 por ciento.

Pedemonte sostiene que el nivel de educación es clave en este punto: la participación de las mujeres argentinas en el mercado de trabajo es del 55 por ciento en el caso de quienes no concluyeron el secundario; del 67 por ciento entre quienes sí completaron el ciclo; y del 89 por ciento si finalizaron sus estudios terciarios.

El trasfondo de la menor actividad laboral está ligada a una de las principales causas para que las trabajadoras y profesionales no lleguen a los niveles de decisión: el cuidado de la casa y de la familia sigue estando, en gran medida, en cabeza de las mujeres.

“La persistencia de la expectativa social de que sean las mujeres las principales proveedoras de cuidado familiar es determinante”, dice Andrea Ávila, CEO de Randstad, en el último informe Workmonitor.

La especialista indicó otros cambios que deberían darse: “Para que puedan ocupar más espacios de decisión en el trabajo, será necesario que el cuidado de la familia y el hogar se conviertan en responsabilidades realmente compartidas por hombres y ­mujeres”.

Doble discurso

Ilda Bustos, secretaria general de la Unión Obrera Gráfica; Isabel Martínez, presidenta de la Cámara de Industriales Metalúrgicos coincidieron en esta apreciación, y resaltaron que la doble carga del trabajo y la familia muchas veces impide la participación en estos ámbitos.

Para Pedemonte, este factor tiene cada vez menor incidencia pues “las generaciones más jóvenes buscan mayor equilibrio entre trabajo y familia”, y tanto varones como mujeres.

La otra causa es exógena a la mujer y tiene que ver con el ámbito en sí. “Muchas veces la igualdad se declama pero no se aplica”, dice Ilda Bustos en referencia al sector sindical.

Pedemonte también subraya “paradigmas del pasado muy arraigados en los empresarios que siguen estableciendo diferencias a la hora de contratar personal, otorgar aumentos y brindar posibilidades de crecimiento”.

Y esta cuestión no solo tiene que ver con la cultura desde las esferas más altas, sino también desde abajo.

En el Workmonitor de Randstad se les consultó a los trabajadores sobre el género, pero los resultados generales, que se inclinan por la diversidad, se contradicen con las preferencias particulares.

Mientras el 91 por ciento señala que prefiere trabajar en un equipo donde haya diversidad de género porque se logran mejores resultados, el 70 por ciento de los varones prefiere tener un jefe hombre, al igual que el 60 por ciento de las mujeres encuestadas.

Menor presencia en el mercado laboral. El nivel de educación también es importante en la presencia de las mujeres en el mercado laboral: las que más educación tuvieron más y mejores trabajos consiguieron. El 89% de las que terminaron estudios terciarios tienen trabajo.

Fuente: La Voz del Interior. http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/mujeres-en-espacios-de-poder-apenasunaspocas?cx_level=principal

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