A pasos de ser periodista, desde la cárcel para romper prejuicios
Mi nombre es Florencia Ferrer tengo 24 años, soy estudiante de comunicación social en el Centro Universitario San Francisco y voy a contar en primera persona mi paso como “casi” periodista por la cárcel de la ciudad.
En el marco de mis prácticas profesionales, para obtener mi título universitario intermedio de técnica en periodismo, me encuentro cursando actualmente el cuarto año de la carrera, y así poder culminar la instancia de la licenciatura.
Al iniciar la carrera mi intención era el ejercicio de la comunicación institucional, pero al estar en contacto con la producción de noticias para medios de comunicación, pude comprender y ver cuál es el beneficio o lo interesante que es poder comunicar, es por eso por lo que desde mis prácticas profesionales, en Diario San Francisco, quise escribir desde la cárcel.
Esta es una idea un tanto “arriesgada” para muchos quizá, algo poco convencional, desde mi lugar considero que se debe a prejuicios y construcciones mentales que solemos adquirir los seres humanos, pero aseguro que conocer el fondo de las realidades y observarlas, rompe cualquier tipo de estructura, es por eso por lo que decidí hacer una entrevista dentro de la cárcel de la ciudad.
Esto implicó de mucho procedimiento previo, por lo que para poder ingresar a la unidad N°7 debí solicitar una serie de autorizaciones, tanto para mi ingreso como para el de la cámara, es necesario aclararlo. Una vez iniciado el protocolo de autorizaciones, supe que iba a ser la primera mujer periodista en ingresar al establecimiento penitenciario de San Francisco, lo cual me generó aún más ansiedad y responsabilidad en mi trabajo.
El objetivo de desarrollar una cobertura periodística aquí dentro es de comunicar y darle voz a quienes se encuentran en el contexto de encierro, no justificando sus hechos u actos, tampoco para juzgarlos, de eso se encarga el organismo judicial de nuestro país, pero sí poder conocer su vida allí dentro.
Es así como supe del funcionamiento y desarrollo de un taller textil del cual participan los internos de la cárcel, empleando tareas de costura en diversas prendas, produciendo desde chaquetillas, pantalones para el uso internos del establecimiento y de otros a nivel provincial. Una vez obtenida la autorización, llegó el día de ponerse en el lugar de periodista, llena de ansiedades, expectativas y preguntas. Una casilla me esperaba donde debía anunciarme, deja mi DNI y aguardar al oficial que me acompañaría a la oficina del establecimiento.
El recorrido hasta el despacho del director fue entre rejas a cargo de guardias, y acompañada por uno de ellos, de manera civilizada. A simple vista se observa limpieza, mucha iluminación, orden y tranquilidad, me sentí totalmente bien recibida.
Esto recién iniciaba, al terminar mi charla con la máxima autoridad que me recibió, empezaba el recorrido hasta el taller, donde me esperaban los internos en condena, que se encontraban trabajando desde las 8 de la mañana.
Entre máquinas de coser, remalladoras, telas y un orden admirable, estaban ellos, esperándome con muchas ganas de contarme cuál era su actividad, porque lo hacían y como se sentían con eso. Lograr un contacto desde ahí dentro, con testimonios reales en primera persona, sin querer saber sus motivos de condena, tiempos y demás detalles, pude comprender cuán importante es para ellos poder tener voz, expresarse y sentirse libres dentro de una cárcel.
El entusiasmo con el que vi trabajar a esos hombres me dejó la tranquilidad de que estaba haciendo lo correcto, ¿por qué no podrían tener ellos la posibilidad de contarle a la gente lo que hacen?, ¿por estar presos?, la idea es comprender que son personas, igual que todos los mortales que habitamos la tierra, con errores cometidos, malas decisiones, pero de corregirlos se encargan otras personas.
Luego de presenciar un extenso momento de su jornada laboral, tuvimos una conversación amigable con uno de ellos, acompañados de dos oficiales dentro de una oficina, cabe aclarar que la compañía de ellos es debida a cuestiones protocolares del mismo sistema. Allí pude conocer aún más en profundidad, sus aspiraciones, lo que significa tener el acceso a la educación formal y no formal dentro de una cárcel, el desarrollo de una profesión u oficio, poder prepararse laboralmente para el momento de salir tras las rejas.
Espero que, con estas líneas, pueda llegar a todos y que la mirada social nunca se pierda, que comprendamos que todos somos personas y que estas posibilidades de comunicar, para mí, son lo más valioso y rico que pudo haberme brindado la educación pública.