Rescatan una reliquia en pleno centro
La semana pasada, el reloj de Tienda «La Nueva» que estaba ubicada en la intersección de Bv. 25 de Mayo y Mitre fue retirado por una grúa tras la donación por parte de MSR Construcciones y las familias Mariconde – Sottano – Bottiglieri al Archivo Gráfico. Loable tarea por parte del área de patrimonio de la Municipalidad.
El mismo estaba próximo a cumplir 66 años de edad el 25 de marzo. Por decisión de los titulares del inmueble y la empresa constructora, fue retirado y la máquina será entregada al Archivo Gráfico para su exposición de una reliquia en la que tantos años los sanfrancisqueños detenían su marcha para observar la hora. Mientras que el reloj será restaurado y nuevamente colocado en la torre que se erigirá en el lugar.
Por casi 60 años, los habitantes de la ciudad escucharon sus campanadas a cada hora y era un paso obligado por automovilistas como transeúntes. Asomó por allá cuando la localidad apenas había dejado atrás el cuarto de siglo 20 y se detuvo o mejor, se llamó a silencio, cuando San Francisco se acercaba a los tres cuartos de la centuria. Por lo tanto, una ida activa de algo así como la mitad del centenario cumplido en 1986.
Una de las puestas en hora (4-5-1939)
Era ley en materia de hora. Fallo indiscutible el de sus manecillas. Si pretendiéramos saber quién le adjudicó esa virtud de infalibilidad, tendríamos que aceptar que se la acordó la ciudad toda. Porque la ciudad toda vivía atenta a las campanadas de «El reloj de La Nueva». El caballero en aquel tiempo sólo llevaba el reloj de bolsillo en el chaleco prisionero de la valiosa cadena, al oír «la hora» o «la media», detenía el paso y lo sacaba expectante, para que el cotejo que habría de certificar la buena marcha o denunciar su falla.
«El reloj de La Nueva» resultaba un auxiliar inestimable para quienes inclinaban la cabeza sobre la albor, no podían incurrir en el atrevimiento de levantarse para ir a averiguar la hora.
Hoy es una reliquia de nuestro pasado que parecía haber encontrado la exacta línea intermedia entre el platicar de Don Manuel y la verborragia de Don José -tan queridos, tan recordados, ambos- a fin de ajustar el compás de su tic-tac a las exigencias de aquella elogiada infabilidad.
Hoy, una parte de nuestra historia está donde debe estar, en nuestro Archivo Gráfico e Histórico.
Fuente: Recorte del Libro de San Francisco