En San Francisco conmemoran el 3J: a seis años del «Ni una menos»
El comunicado expresa que:
«Repensando el posicionamiento que tenemos sobre el 3J, una fecha que fue el puntapié de la movilización feminista en nuestra región, hoy no venimos a exigir, venimos a poner sobre mesa las violencias que se nos hacen cuerpo, carne, nos cuesta la vida; y no se pueden seguir ignorando por la sociedad, las instituciones y los gobiernos.
A seis años de la primera marcha de Ni una Menos, nos encontramos en un escenario donde no queremos ni podemos ser nuestras propias salvadoras como se nos exige.
Los femicidios son el último eslabón de un sinfín de violencias, no sólo físicas, sino psicológicas, económicas, simbólicas, sexuales; porque si algo deja en claro la ley 26.485 es que la violencia que se ejerce sobre las mujeres, lesbianas, trans y travestis se dan de múltiples maneras, y en cualquier ámbito, público y privado, dejando atrás el viejo paradigma de que sólo ocurre en el ámbito familiar. Esas violencias casi invisibles son conceptos culturales e históricos que venimos arrastrando de siglos y podemos verlas reflejadas en los estereotipos y los roles, la brecha salarial, el trabajo no remunerado ni reconocido en el hogar, la feminización de la pobreza, los 35 años como esperanza de vida de las personas trans y su falta de acceso al trabajo digno sin estar expuestes a peligros como le sucedió a Tehuel.
Si miramos las estadísticas de los femicidios ocurridos en este año vamos a encontrar un patrón: la mayoría de las mujeres asesinadas contaban con medidas de protección emitidas por jueces pero no fueron suficientes. No queremos que las causas queden cajoneadas ni existan obstáculos burocráticos para mujeres y disidencias. En situaciones de violencia. Es necesario crear instancias de detección de esos varones violentos y de todo el sistema judicial que sigue perpetrando y reproduciendo la impunidad.
¿Qué entendemos por violencia? ¿Qué cosas se nos cruzan en la cabeza cuando hablamos de víctimas y victimarios? Además de exigirle al Estado, ¿qué hacemos nosotrxs mismos para cambiar algo? Si repudiamos los actos de violencia y discriminación, ¿por qué no trasladamos esas acciones a nuestro hacer diario, nuestros vínculos, nuestros espacios? A pesar de todo esto, no queremos caer en el mandato del empoderamiento, donde tenemos que ser las educadoras de feminismo, las que frenan y visibilizan todo el tiempo las situaciones en ámbitos donde transcurrimos nuestra cotidianeidad y que, mayormente, son sitios donde nos encontramos en una situación de vulnerabilidad.
Cuidarnos en manada, agruparnos y organizarnos es la respuesta para no frenar. Encontrarnos en este mundo violento y feroz nos sostiene y nos salva. Tu reclamo vale, no estás sola, no sos la única que piensa que el sistema que sostenemos está mal».