Sanfrancisqueños por el mundo: Darío Lemos
Darío tiene 31 años y como muchos argentinos, emigró hacia España siendo un adolescente tras la crisis que azotó a nuestro país en el 2000, en busca de mejores oportunidades laborales.
El primero en irse fue su papá, que llegó a Lérida (Lleida en catalán), ciudad situada en Cataluña con un contrato de trabajo como carpintero. Al siguiente año, cuando las condiciones lo permitieron, se les unieron Darío junto a su hermana y a su madre. Recuerda perfectamente ese momento. “Nos fuimos un 22 de diciembre del 2001, fue una partida agridulce desde Argentina hacia España, había que dejar a todo el resto de la familia en fechas tan señaladas como son las navidades. Pero lo bueno fue poder reencontrarnos con mi padre después de un año y poder conocer un lugar totalmente diferente a miles de kilómetros. La llegada fue espectacular y dio la casualidad de que en la ciudad había caído unas de las grandes nevadas de la historia sobre Lleida, era la primera vez que veíamos la nieve y estábamos súper contentos”.
Actualmente la familia continúa residiendo en Lérida, y Darío la describe como una ciudad “pequeña pero acogedora y muy bonita” donde se habla el idioma español, pero también el catalán, aunque preferiblemente este último. Él convive desde hace seis años con su pareja, Laura, con quien lleva ocho años de noviazgo. Recientemente se comprometieron, y ahora piensan en casarse.
Este es un contexto especial en la sociedad catalana, ya que en los últimos años el sentimiento independentista que existe históricamente, parece haberse intensificado. Algunos sectores creen que por cuestiones culturales, económicas y lingüísticas Cataluña tiene derecho a ser una nación soberana. La crisis, sumada a los casos de corrupción que se destaparon en los últimos años, y el reciente atentado en Barcelona reforzaron la idea de independizarse y así construir un nuevo país más transparente y justo. Proclaman una soberanía que, para quienes se oponen y para el gobierno central no existe, porque la Constitución no lo permite. “Esta comunidad está luchando por la independencia de Cataluña, pero el gobierno central se opone. Lamentablemente y seguramente las noticias que llegan a Argentina son de agresiones a la guardia civil y policía Nacional por parte de los independentistas, pero doy mi palabra de que no es así, Cataluña sólo quiere decidir su futuro. Después de los hechos lamentables del 1 de octubre no se sabe qué pasará porque prohibieron todos los colegios electorales, requisaron los papeles para votar y reprimieron al pueblo catalán. En pocas palabras, están censurando todo”, explica Darío.
España lo recibió con los brazos abiertos
Para él, a pesar de haber tenido que sufrir el desarraigo al principio, fue más simple de lo esperado el poder habituarse a su nueva vida, siendo adolescente, gracias a sus amigos del instituto, donde retomó sus estudios en lo que allí llaman E.S.O (Educación Secundaria Obligatoria). Sin embargo, al principio aprender el idioma oficial fue una limitación. “Las clases eran en catalán, el idioma de Cataluña, pero tocaba aprenderlo y fue fácil. Actualmente en el trabajo y con algunos amigos lo hablo”, señala.
Ahora es vendedor en un negocio de bricolaje y decoración para el hogar. “Es un trabajo muy divertido donde la propia empresa nos deja desempeñar nuestro lado creativo para las exposiciones a vender y estoy muy contento con ello. El trato al cliente me gusta así que puedo decir que estoy contento con mi trabajo”.
No olvida sus raíces
A pesar de extrañar a sus familiares, a lo largo de estos años recibieron la visita de muchos de ellos. Lo que asegura recordar con nostalgia de su San Francisco natal son los dulces, bizcochos y facturas.
“Los recuerdos de mi ciudad son muchísimos. Algo que me resulta muy curioso, lo cual no se si se sigue llevando a cabo, son las salidas al centro en la calle 25 de mayo donde se daban vueltas como si fuese un circuito de ciclismo desde avenida Buenos aires hasta avenida Garibaldi en bici, moto y auto. Era muy curioso y divertido y lo he hecho miles de veces”, recuerda.
Además, durante su infancia y principios de la adolescencia fue parte de la Agrupación Scout de la Iglesia Cristo Rey, donde pasó largas tardes de sábados y campamentos que recuerda con añoranza. “Eso me marcó, desde entonces tengo el alma montañera y acampada; siempre que puedo me escapo a los Pirineos, que están a una hora y media de donde vivo, es un lugar precioso”.
En el año 2005, Darío visitó a su familia y amigos de la adolescencia en San Francisco y se quedó durante un mes. “Fue el mes más intenso que viví en la ciudad, hubo salidas con amigos y familiares, y también hubo viajes. En una palabra, fue increíble. La ciudad para ese entonces había cambiado muy poco”, relata.
Sostiene que está completamente adaptado a España, por eso no se plantea la idea de volver en algún momento para instalarse. Y es lógico teniendo en cuenta que allí transcurrió la mitad de su vida y las circunstancias por las que su familia debió emigrar. “No volvería y no es por menospreciar, pero estoy encantado con mi pareja, con mis amigos y la ciudad me gusta mucho. Cuando alguien se va de su país para intentar estar mejor al menos desde mi punto de vista, es complicado volver a la ciudad de origen. En el supuesto caso de que algo salga mal, miraría otros horizontes”, finaliza.