Sanfrancisqueños por el mundo: Milena Ribes
Vivían juntos y planeaban lo que, hasta ese momento, pensaban que era una vida normal: tener una casa, intentar formar una familia, conservar un trabajo estable.
Matías tenía un amigo que hacía tiempo viajaba por el mundo, y fue el responsable indirecto de que la pareja comience a replantearse la proyección idealizada de vida que tenían, en busca de lo que Milena define como “viajar, conocer otro mundo, otras culturas, otras formas de vida«. Lo conversaron y empezaron a evaluar las distintas posibilidades, el costo de los pasajes, el seguro de viaje, y todo lo necesario para emprender su aventura. Y en esa búsqueda, que empezó como una idea en el aire surgió la posibilidad de tramitar la visa working holiday, que permite residir, trabajar y estudiar el idioma del país de destino por 12 meses, y que se puede tramitar solamente una vez en la vida. Argentina tiene convenios bajo esta modalidad con muchos países, entre ellos España, Nueva Zelanda, Australia, Francia, Holanda y Alemania. “Siempre habíamos soñado con algo similar, pero la verdad es que nunca lo habíamos pensado o proyectado como algo posible. Y de a poco las ganas se hicieron más grandes, empezamos a descubrir que si bien había que dejar mucho atrás y hacer lo que para nosotros fue un gran esfuerzo económico, no era imposible. Cuando nos dimos cuenta ya estábamos listos para partir el 14 de marzo y hoy ya hace 6 meses que estamos acá”, cuenta Milena.
Reconocen que fue muy difícil tomar la decisión de renunciar a la estabilidad que les ofrecía San Francisco, tanto para ellos como para sus familias, que aunque hoy los apoyan desde la distancia al cien por ciento, al principio pensaban que sus planes eran una locura. Pero las ganas pudieron más y finalmente iniciaron el viaje hacia Aarhus, que es la segunda ciudad más grande de Dinamarca y además este año fue nombrada capital de la cultura europea, por lo que cada semana se realizan eventos de todo tipo.
Su trabajo en Aarhus
A través de la experiencia working holiday, Milena trabaja en una empresa que provee a tres de los supermercados más importantes de Dinamarca, y tiene otros empleos esporádicos; hace un tiempo vendía jugo de manzana, frutas, flores y dulces en el típico mercado del centro de Aarhus.
Su novio trabaja en una pequeña PyME, haciendo labores de jardinería, reparaciones y pintando casas. “Lo bueno de este lugar es que con muy poco dinero podés costear los gastos de alquiler, comida, comprarte ropa, y todos los gastos básicos, y también podés ahorrar para viajar. El dinero acá rinde mucho más. A nosotros se nos hizo más complicado conseguir alojamiento que trabajo”, puntualiza.
Milena trabajando en uno de los puestos del típico mercado del centro de Aarhus
Conocer la cotidianeidad de otro lugar
Aunque durante los primeros tiempos extrañó los sabores de la comida argentina, asegura que ahora se anima a probar todo el tiempo las nuevas variedades, la comida típica del lugar y del país. Se declara fanática de los panes elaborados en Dinamarca y de un snack a base de cebolla frita que los daneses acompañan mucho con el fiambre. “Trabajé un tiempo en un restaurante y mis compañeros se reían porque me gustaba tanto que se lo agregaba hasta a las ensaladas”, recuerda. Además, tuvieron que atravesar un proceso de inserción en la cultura del lugar. “Viajar de este modo, te permite exactamente eso, poder conocer y vivir la rutina del lugar, la cotidianeidad, lo diario. Ir al supermercado, a sus negocios; por ejemplo acá no hay almacenes como en Argentina. Si a las 10 de la noche te olvidaste de comprar pan o te falta queso para la pizza y el súper más cercano ya cerró, fuiste”.
Algo que llamó su atención desde el primer momento en tierras danesas, es la cantidad de bicicletas que circulan. A lo largo y a lo ancho de todo Aarhus hay bici sendas y semáforos que permiten que las personas se muevan de manera rápida, fácil y segura. “Hay mucho movimiento tanto de niños como de adultos, hasta hay bicis con carritos adaptados para que los padres puedan llevar hasta dos niños y que si llueve, no se mojen”, completa.
La familia, un pilar fundamental
Para Milena, el apoyo incondicional de su familia fue esencial para poder acostumbrarse a su nueva vida, lejos de sus afectos. Mantiene un contacto diario con ellos, que le permite acortar la distancia y asegura: “Para mí hubiese sido imposible sin su apoyo. Sin sus mensajes diarios, su buena onda y su ayuda. Porque después de un tiempo lo que empieza a pesar es extrañar, pensar que dejaste a tu perro en la casa, no ver a tu familia, añorar esa rutina que a veces se hacía pesada de trabajo y estudio. La falta de la familia sin duda es la mochila más pesada que cargo en el viaje, y el paso de tiempo, allá y acá, las cosas que no se viven juntos. Pero es algo que hay que aprender a superar, cada elección conlleva sus consecuencias”.
La barrera del idioma
Milena reconoce que para adaptarse plenamente fue importante tener un mínimo conocimiento de inglés, porque el danés es muy difícil de comprender. Y que, si bien esta sociedad es muy celosa de su lengua, son muy abiertos cuando existe la necesidad de comunicarse en otros idiomas; absolutamente todas las personas que conoció hablan inglés y un tercer idioma, sobre todo el francés, el italiano y español. “Yo sólo sé decir hola y chau, que se dice igual, buen apetito, gracias por la comida y gracias, no mucho más. Pero no es imposible, se puede, más importante que manejar el idioma, es tener actitud”, comenta divertida.
La marca personal de los argentinos
Milena siente que esta experiencia la ayudó a reconocer con otros ojos lo malo y lo bueno de su país de origen. En estos meses en Dinamarca vivió todo de manera más intensa, y para ella en Aarhus las personas son más silenciosas, viven de manera tranquila, a un ritmo mucho más relajado que el que observa en nuestro país: “Cuando nos encontramos con otros argentinos o latinoamericanos somos todos amigos, hacemos reuniones tratando de buscar, de traer a este lugar las costumbres argentinas; las comidas, saludarnos con un beso, cosas que cuando estás allá son tan naturales. Donde vayas el argentino no pasa desapercibido, somos especiales, diferentes, cálidos, muy ruidosos y eso es maravilloso, no somos uno más, somos argentos y estamos orgullosos de serlo y llevamos esa marca tan personal donde sea que vayamos”.
Aprender a soltar y dejar fluir
Ese fue uno de los objetivos que se propuso durante estos meses fuera de casa. “Cuesta aprender a viajar ligero de cosas, y también de sentimientos y pensamientos negativos, limpiar nuestro cuerpo de todo aquello que le hace mal. No es fácil, tampoco imposible, es un objetivo a cumplir, dejar fluir”.
Cuando algún aventurero que todavía no se anima a dar el primer paso le pide consejos, ella siempre recomienda primero ahorrar para poder iniciar la experiencia con cierta estabilidad, pero asegura que aunque el temor puede generar mucho desasosiego, una vez que uno toma la decisión todo se acomoda. “Viajar ayuda a mejorarte como persona, a pensar en vos, a descubrir cosas que de otro modo no descubrirías, no es imposible. Sólo hay que dar el primer paso, juntar unos mangos y viajar. Una vez que empezaste a trabajar en otro lado el resto se da. Y te puedo asegurar que no te vas a querer bajar de ese tren”.
Por ahora, Milena disfruta de los días junto a su novio sin pensar demasiado. En marzo del próximo año, regresarán a Argentina y quizás –y esta vez ya sin miedos- planeen la próxima aventura.
Por Julieta Balari