Sin agrotóxicos, producen maíz y soja desde la agroecología
Abandonaron sus trabajos para dedicarse a manipular la tierra de una forma amigable para el entorno y las personas que se proveen de esos cultivos.
El 18 de abril de este mismo año la Corte Internacional de Justicia de La Haya declaró a Monsanto (que tiene representantes hasta en Villa María) culpable del crimen de “ecocidio”, aunque esa figura aún no exista, comprobando que los productos de esa empresa dañaron la salud de millones de personas.
“El hambre en el mundo” fue durante años el caballito de batalla de las multinacionales vendedoras de agrotóxicos -y de grandes productores- para justificar la aplicación de productos que nos están lastimando la salud, con la excusa de la rapidez y la eficiencia que le aportan a los ciclos de las distintas especies.
Mabel y Mauricio trabajaban en ámbitos tradicionales de la industria agropecuaria desde sus profesiones de ingeniera agrónoma y técnico en electricidad, respectivamente.
Pero desde hace dos años, y luego de varios planteamientos ideológicos, se encargan de trabajar la tierra de cinco hectáreas que pertenecen a la Orden de la Merced, camino a Villa Fiusa, a la vera de la ruta 2.
“Etica y moralmente no podía seguir en mi trabajo anterior de asesora. Pensaba en mis sobrinas y en que no le podía asegurar que el alimento que comían era totalmente bueno para su salud”, resumió la profesional.
Con el foco puesto en generar “alimentos sanos para el consumo humano” e incluso aptos para personas celíacas, Mabel y Mauricio están a punto de habitar el “domo” que están construyendo para instalarse definitivamente en el campo.
“Probablemente los productores que aplican el método tradicional no sepan para qué siembran o cuál es el destino porque lo hacen para generar dinero. Está bárbaro que se destine por ejemplo al bioetanol, pero eso no soluciona el problema del hambre, que suele ser la excusa para producir de esa forma”, reflexionó Mauricio.
“Queremos lograr una vida lo más autosustentable posible”, comentaron. Utilizan paneles solares y tratan los cultivos de forma amigable con el entorno y, lo que es más importante, con el fin último de sus producciones: el consumo humano.
Pertenecen a la red Abya Yala de granjas ecológicas de Villa María y zona, que integran otras cinco propuestas similares.
Sin tóxicos, se puede
Actualmente en Sol y Luna hay una hectárea y media de maíz y algo menos de soja. A la hora de sembrar deben tener la precaución de que sus vecinos no lo hagan al mismo tiempo para que no contaminen la semilla orgánica que ellos emplean.
“A nivel mundial está comprobado que se puede producir sin agrotóxicos, pero el negocio está apuntado a lo otro, al rinde para el mercado de hoy.
La modificación genética me hizo preguntar, ¿esto no va a ocasionar problemas en la salud de acá a diez años?
Con preguntas como esas empezás a cambiar de paradigma. ¿Hasta qué punto es bueno que todos los granos del maíz estén parejos o que los de la soja sean todos iguales?”, explicó Mabel, ingeniera agrónoma.
Un cambio de paradigma es también consecuencia de haber encontrado alternativas a cuestiones que se nos planteaban como absolutas o irrefutables.
En este sentido, habrá quienes se pregunten cómo se combaten las malezas -o se convive con ellas- sin el uso de químicos industriales.
“En realidad son plantas que están compitiendo con el cultivo que vos querés producir, pero que tenés que conocerlas un poco más. Hay que generar esa famosa biodiversidad de la que se habla, de no ver el lote 100% de soja, sino ver malezas y saber que no siempre es malo. Hay que entender que alguna función están cumpliendo”, detalló la granjera que trabajó diez años como asesora en campos de la zona y luego decidió cambiar su estilo de vida.
De hecho, asocian los cultivos -soja con mijo, por ejemplo- para fortalecer el suelo de acuerdo a las necesidades.
La comercialización
Con mucho esfuerzo, Mabel y Mauricio pudieron acceder a una cosechadora usada que consiguieron en Santa Fe y ahora la comparten con el resto de los productores agroecológicos de la zona, muchas veces a cambio del producto que obtienen con la máquina.
“Asociarnos nos da la posibilidad de que hagamos producciones a pequeña escala, porque de otra manera no hay forma”, señaló el hombre.
Hace poco, un fabricante de tutucas se vino desde Mendoza para comprarles el maíz, ya que es “muy difícil” conseguir este grano agroecológico, según comentaron.
“El problema suele ser que no hay lugares adonde vender lo que uno hace. Cuando no está estipulado adonde poner la mercadería es muy complicado.
En la zona sí se puede hacer agroecología, pero la suelen ver como un problema justamente por esto”, expresó Mabel.
Especialistas en granos
Trabajan con cultivos sin TACC, aptos para celíacos y tienen la idea de originar valor agregado generado por terceros que manipulen la materia prima que ellos producen.
Harina de soja no transgénica y poroto de la misma oleaginosa, harina de maíz de sarraceno, de arveja y de garbanzo son algunos de los productos que Mable y Mauricio ofrecen en las distintas ferias a las que asisten, ya que por ahora no hay lugar en el mercado tradicional para los productores ecológicos.
Desde harina sin TACC hasta cómodas almohadas
Se le llama trigo porque puede obtenerse harina de su grano, pero el alforfón (foto), o trigo sarraceno, es en realidad un cultivo oriental que lleva centenares de años de ser estudiado, aunque no se difunden sus propiedades.
“No tiene gluten y tiene muchas propiedades que ayudan a bajar el colesterol y al funcionamiento del corazón”, detalló Mabel, quien ya remplazó su harina por la tradicional.
“Con la cáscara mi suegra rellenó dos almohadas, es muy cómodo y bueno para las tensiones del cuello”, agregó.
Fuente: El Diario de Córdoba. El Diario de Córdoba